Tras 25 años, la banda podía sacar un disco pop por semana, indican. Quisieron un desafío y abrazaron los ritmos del país con canciones propias. Aclaran que no se convertirán en un grupo de folklore pero van por el volumen 2.

Eran capaces de armar un disco pop a la semana, pero se sacudieron un poco y montaron otro plan que los desafiaba y que, sin embargo, tiene mucho que ver con su naturaleza, según explican. Los Tipitos, 25 años de rock, sacaron un disco de folklore con un par de temas de Yupanqui y mayoría propios, que están presentando por todo el país y que el sábado mostrarán -junto a los clásicos que no pueden dejar de tocar- en Centro Cultural San Isidro (Avenida del Libertador 16138). "No diría que sea un viraje -precisa Federico Bugallo, bajista de la banda-. Sentimos que en todo este tiempo fuimos más un grupo de música popular que de rock puro y radical. Siempre coqueteamos con los ritmos del país y metimos folklore y tango por ahí".

Los Tipitos, que actualmente se resume en Walter Pancioli, Raúl Ruffino y Fede Bugallo, están en proceso de incorporar un baterista a la formación estable, tras la salida de Pablo Tévez con todos los papeles, acuerdo de desvinculación con la disquera incluído. En el disco titulado De mi Flor todavía utilizó los palillos Tévez, pero sólo en dos tracks, además de grabar guitarra y coros en otros dos. Claro que la placa, por el estilo, tiene poca batería y Martín González Puig hizo la percusión en todos los temas, además de Facundo Guevara, invitado en un par de canciones. Tras la actuación en San Isidro, Los Tipitos andarán por Punta Carrasco en Ciudad de Buenos Aires, Pigüe, Junín, un encuentro por la recordada tragedia del colegio Ecos y Paraguay.

¿Cómo se les ocurrió hacer un disco de folklore?

-Nos dio ganas de ir por ese lado. Cuando empezamos en la calle tocábamos temas de Henry Mancini, de Piazzolla, de León (Gieco) y mucho folklore. Somos más músicos que rockeros. Nos planteamos si podíamos hacer un disco de folklore- Queríamos ver si podíamos componer una zamba, una chacarera, una guarapa. La compañía nos dijo que estaba bien. Intentamos saber si podíamos sumar algo a la gran biblioteca del folklore y no hacer simplemente versiones. Probamos, sabiendo que no es lo mismo cantar en ese formato de foklore que en el de rock y que tampoco se escribe igual para un género u otro. Nos empezaron a salir cosas y le cantamos a trabajadores, a figuras enigmáticas, a personajes de un momento histórico como pibitos con frío que no quieren robar pero no tienen muchas alternativas. Notamos que estábamos cómodos componiendo con las herramientas del folklore y, además, significó volver a aprender música.

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Tuvieron a Lucho González en ese encuentro o reencuentro con la música popular. ¿Cómo lo eligieron?

-Sí, totalmente, es un maestro. Empezamos con Hugo Casas, que es riojano, que nos encantó y que sabe un montón. Pero a Lucho lo cruzábamos siempre en el Chino. Hablábamos de música. A mí me gustaba mucho hablar con él. Y la verdad es que como también somos cercanos a Lito Vitale, que tanto trabajó con Lucho... Al final los arreglos son de Lucho González. Lito -que también colaboró en De mi Flor- nos dijo que ìbamos a aprender un montón con él y tuvo razón. Y Lito es el músico popular por excelencia, tocó todos los géneros. Si hay que mandar a alguien a que represente la música argentina en el mundo tiene que ir Lito. Y con toda esta gente, repito, empezamos a aprender de nuevo. Después de 25 años de carrera éramos capaces de sacar un disco pop por semana. Se va transformando en una fórmula. Y es muy divertido entrar en algo nuevo, que nos reta, que nos desafía.

Los invitados pertenecen a espacios muy distintos del folklore. ¿Por qué decidieron convocarlos a ellos?

-Tiene que ver con necesidad de lo que tenía el disco. Precisábamos una voz angelical em Mujer, Niña y Amiga (Robustiano Figueroa Reyes) y pensamos en Abel (Pintos). Lo conocemos desde que era chiquito, cuando León hizo la compañía y nos reunió con Antonio Tormo. Abel también andaba por ahí, era un niño... Lo llamamos y se sumó contento, lo que fue un lujo. Con Peteco (Carabajal) hicimos La Sanatera (chacarera que hizo Ruffino, que nombra a Pappo y reconoce que no viene del monte). Con Lucho decíamos que faltaba la guapeada santiagueña y ahí está él metiendo unos bocadillos extra, además de cantar. Se nos inflaba el pecho. El Chaqueño -Palavecino- ni hablar... Vino curioso y feliz cuando supo que hacíamos folklore. Viste que nos grabó un agradecimiento. También estuvo buenísimo lo de Orozco- Barrientos, líderes del under. Para Andando (galopa de Walter "Willy" Pancioli y Bugallo) queríamos un acordeón. Pero Lucho nos dijo que podía ser Franco Luciani con la armónica... y nos caímos de culo. Fue conmovedor, realmente, verlos en el estudio. Creo que esta respuesta no es cosa de suerte, sino fruto de 25 años de trayectoria.

De alguna manera, De mi Flor es una continuidad de lo que venían haciendo. Pero ¿piensan seguir con el folklore?

-Por un lado, es una continuidad, sí. Los más allegados a la banda, los que conocen bien nuestra discografía saben que hay baladas, tango, aires folklóricos... Pero no podemos dejar de hacer canciones que hacíamos antes. El público que nos vino a ver cuando presentamos De mi Flor es el nuestro de siempre. No nos vamos a convertir en un grupo de folklore. Pero queremos hacer el volumen dos de folklore. Pronto haremos la segunda parte porque nos quedaron muchas cosas, pero la idea no es ponernos ponchos.

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