Aunar dotes de músico y guerrero fue la característica saliente de José Giribone, un genovés nacido en Savona en 1824 y que 24 años después, recién casado y con una pequeña hija, desembarcó en Montevideo sin imaginar que le esperaba un destino glorioso en aquellos dos perfiles mencionados, pero que lo iban a acercar a un final fatal.
Es que como tantos otros extranjeros Giribone dejó su huella en la historia argentina, independientemente que sus pasos iniciales hayan sido por unos pocos años en la Banda Oriental, donde empezó a anudar lo que sin duda eran su pasión, la música, pero que después ligó a su gusto por la acción. Junto a su joven esposa Rosa Peyrano y su hijita María, en 1848 recaló en una Montevideo envuelta en el fragor de una contienda intestina generada a partir del sitio impuesto por las tropas del general Manuel Oribe.
Un italiano famoso por lo que significaría más adelante para la unificación de su país, Giuseppe Garibaldi, quien también tendría un significativa participación histórica en el Río de la Plata, había formado con coterráneos residentes en la hoy capital uruguaya una legión para defender la ciudad, a la cual se alistó Giribone. Por su formación musical le confiaron la banda del batallón.
Cuando Justo José de Urquiza puso fin al sitio de Oribe, Giribone se sumó a sus fuerzas para lo cual cruzó de orilla y de a poco, empezó a cambiar su rol a cargo de las bandas de música para pasar a la lucha. De hecho, en la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852, accedió al cargo de oficial pero todavía como capitán de banda.
De allí en más dejó batuta, instrumentos y partituras de lado para participar de distintos enfrentamientos internos en suelo argentino como las batallas de Cepeda y Pavón, la pelea en la frontera contra el indio en los confines del territorio bonaerense y en un combate que antecedió a esa acciones, el de El Tala, librado el 8 de noviembre de 1854.
En esa contienda, en la que Giribone vio pelear al soldado José Hernández, quien años después iba a escribir el Martín Fierro, las tropas del general Manuel Hornos derrotaron a las fuerzas lideradas por los coroneles Gerónimo Costa e Hilario Lagos, que pretendían invadir Buenos Aires.
Por aquellos días, el territorio nacional era un hervidero en el cual la Confederación Argentina pretendía invadir a la provincia de Buenos Aires que había sancionado su propia constitución y tras esa victoria bonaerense, el teniente coronel Emilio Mitre le pidió a Giribone que compusiera una marcha militar que honrara el triunfo en el campo de batalla. Así nacieron los acordes de El Tala, la marcha que es un clásico del Ejército Argentino.
Al estallar la Guerra de la Triple Alianza en 1865, Giribone también se alistó y combatió en los sangrientos enfrentamientos de Tuyutí, Yatay y Curupaytí, este último donde resultó herido como preludio de su muerte que iba a ocurrir cinco meses después en Tuyú-Cue, lugar en el que cual su compañía fue emboscada el 17 de febrero de 1968, en lo que resultó una masacre
Ese día Giribone, a quien sus soldados y superiores llamaban por lo campechano comandante Pipo, arengó a sus soldados diciéndoles que había sido ascendido a teniente coronel pero que como el despacho oficial aún no había llegado desde Buenos Aires, tenía decidido ir a buscarlos a las trincheras paraguayas aunque ese acto de bravura le costara la vida.
En su libro “Soldados y poetas”, el historiador Miguel Angel de Marco señala que el propio Bartolomé Mitre, presidente de la Nación y comandante de las fuerzas nacionales, brasileñas y uruguayas en la guerra contra Paraguay, al conocer la noticia de Tuyú-Cué se lamentó en una carta dirigida al general Juan Andrés Gelly y Obes que en “un sangriento combate” hubieran “dado por muerto a Pipo”.
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