Por Sergio Pjaseczny
Sus pasiones, sus miedos, sus alegrías, su relación con la televisión, la fama y el dinero, son algunas de las cuestiones que Hernán Caire no se resistió a abordar en la siguiente entrevista.

 ¿Toma su carrera como un juego o siente que se le va la vida en lo que hace?
-La tomo como algo que me divierte. El día que eso no ocurra, dejaría de hacer lo que hago.

 ¿Cómo resulta hacer un ciclo en vivo con tanta gente en la tribuna?
-Es difícil, pero grandioso. Todos los inconvenientes que surgen hay que resolverlos en el momento pero, para mí, eso ya es natural. Para mí, el set de la tele es una extensión del living de mi casa. De todos modos, no es fácil vivir rodeado de tanta gente. Si no parás, te puede estallar el coco.

 ¿Usted trabaja por necesidad, por placer o por dinero?
-Trabajo por placer y por necesidad. Por eso, cuando los veo por tele a (Marcelo) Tinelli, Mirtha (Legrand) o Susana (Giménez) me pregunto para qué pierden tiempo en la lucha del rating, para qué quieren estar vigentes, ser reconocidos y firmar autógrafos. Yo si tuviera la plata de ellos, ni loco me metería en esa historia.

 ¿Qué valor le da al dinero?
-Para mí, es sólo un papel de intercambio que sirve para adquirir las cosas que preciso y darme unos pequeños lujos. No vivo obsesionado por la plata, pero cada vez que rezo, digo: “Dios, no me des más, pero tampoco me quites lo que tengo”.

 ¿Con eso se conforma?
-Sí. No soy ambicioso. Lo único que deseo es brindarle a mi hija lo que ella quiere. Quizá porque no viví en cuna de oro, lo que me pide lo tiene a los dos segundos. Sé que no es bueno darle tanto, pero si no se lo doy a ella, a quién se lo voy a dar.

 ¿Es usted de los que creen que el hombre debe llevar el dinero a su casa?
-Pienso que hoy es una tarea compartida tanto como llevar adelante los quehaceres del hogar.
 ¿Es usted una persona ordenada?
-A full. Soy muy obsesivo en ese sentido. No soporto el desorden. Soy muy detallista también en lo que hace a mi aspecto. Te diría que rozo con el metrosexual.

 ¿Qué hace por su imagen?
-Juego al fútbol, corro y hago gimnasia. Lo hago para mantenerme, aunque genéticamente aparento menos años de los que tengo. Por suerte, soy un tipo sano.

 El ritmo vertiginoso que impone el medio, ¿no afecta a su salud?
-Cuando estoy en plena tarea no me doy cuenta de la locura en la que estoy inmerso, pero cuando me desenchufo lo noto con claridad. Por eso, cuando vuelvo de mis vacaciones, me resisto a retomar mi trabajo pero, al fin y al cabo, entro en esa rueda que gira a toda velocidad, que me arrastra y no puedo parar.

 En este sentido, ¿qué enseñanza le dejó la muerte de Leo Matioli?
-Que cuando el médico te dice: “Pará y cuidate, hay que parar”. Pienso que quien no hace caso a estas advertencias, en el fondo, se quiere morir. Uno es responsable de su propia existencia. En mi caso, cuando me dicen: “Hasta acá llegaste”, freno.

 Usted cree que cuando uno quiere, ¿puede?
-Sí. Todo depende de nuestra voluntad.

 En el medio, ¿es posible bajarse de un éxito?
-No siempre. Este medio es bravo, pero sin vida no hay show. La vida está antes que el show.

 ¿Cómo es el clima que se vive en el programa?
-Muy relajado, aunque siempre existen celos. La competencia es inevitable.

 ¿Cómo lo maneja?
-Sin hacer distinciones. Intento ser democrático. Además, yo no subo ni bajo a nadie.

 ¿Usted cree que su programa mejora la calidad de vida de la gente?
-Sí. Pasión de Sábado es un programa musical familiar que le arranca una sonrisa a la gente y le permite olvidarse de los problemas cotidianos. 

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