Su peligrosa relación con los violentos durante cuatro años terminó condenándolo al abismo. La barra disidente le quiso demostrar su poder ante el inminente regreso de Martín y Di Zeo fogoneado por la propia dirigencia

Y a no hay vuelta atrás, los días del presidente Daniel Angelici en Boca están contados. La sumatoria de errores graves a través de su gestión de cuatro años tuvieron su punto cumbre en la escandalosa noche de Copa en la Bombonera, donde se produjo el estallido lógico de una bomba que él mismo había activado desde hace mucho tiempo por su inacción en el tema de los barras.

En su plataforma política había prometido "erradicar a los violentos del club, para que la familia vuelva a la cancha", pero lo cierto es que ese discurso terminó siendo un mero formulismo para captar votos, porque en lo que siguió a partir de su elección siempre caminó a contramano de sus dichos.

La barra encabezada por ese entonces por Mauro Martín, siguió haciendo de las suyas, con sus negocios espurios, vinculados con la reventa de entradas, los trapitos y los viajes, entre otros. Y tras su detención por una causa de homicidio ajena al fútbol, todo siguió igual con el "interinato" en el liderazgo de los violentos a cargo de Fido Debaux.

Ante este panorama sólo restaba la aparición del ex jefe de La Doce, Rafael Di Zeo, y la misma se dio con una impunidad total, luego de ser sobreseído en las causas que se le imputaban. Reclamó varias veces su condición de socio y ante la imposibilidad de ingresar a la Bombonera por el derecho de admisión, decidió aliarse con su enemigo Mauro Martín -ya en libertad- para elaborar un plan en busca de recuperar el poder en la tribuna.

¿Qué hizo Angelici ante esta situación?. En lugar de combatirlos se aferró al slogan, puertas adentro, de "mejor tener al enemigo adentro, controlado, que intentando hacer líos desde afuera". Y en ese camino, permitió que Di Zeo y Martín comenzaran a desarrollar su estrategia (se los vio juntos en el partido ante Zamora, en Venezuela), con el agravante de quedarse de brazos cruzados cuando en una maniobra turbia el juez Manuel De Campos fue apartado de la causa que investigaba una supuesta asociación ilícita entre los barras y la dirigencia.

Así las cosas, entre los que peleaban por volver y los que luchaban desde adentro por no perder el "negocio", se suponía que algo grave podía suceder. La barra disidente se sintió amenazada e intentó mostrar su poder como para que la dirigencia tome nota, y eligió el momento ideal.

Lo demás es conocido. Angelici terminó siendo víctima y culpable de una sociedad peligrosa con los violentos. Durante cuatro años de mandato caminó por la cornisa acomodando las cosas a su conveniencia política, pero la caída al abismo fue inevitable. Hoy está solo, acorralado y condenado a un escandaloso adiós. Su tiempo en Boca se acabó.

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