Minutos antes de viajar a Córdoba, el DT realizó un balance de las cinco fechas que dirigió y de las cinco que le quedan por delante.
"A Morel (Rodríguez) le meten una pichicata antes de salir a la cancha y, en el entretiempo, otra vez a morder la toalla para la segunda. (Cristian) Tula con la cabeza toda rota, lo mismo. (Fabián) Vargas, que no afloja nunca. Tengo un equipo de hombres que contagian ese compromiso". Sus ojos, de párpados habitualmente cansinos, se abren con el esfuerzo de quien en su relato intenta transmitir asombro, ese que le generan los tipos con más batallas de un plantel que, hasta hace poco, caminaba entre las sombras.
Así, distendido, como en una charla de café con los amigos del barrio, Miguel Ángel Brindisi empieza el relato de sus renovadas vivencias como entrenador al frente de un Independiente con tantos apuros que, paradójicamente, encontró respuestas a su ansiedad en la serenidad de su DT.
-MAB: Aunque la cosa nos hubiera salido mal, no me hubiera arrepentido, nunca. Independiente no podía quedar acéfalo. Soy agradecido a todos los clubes donde trabajé y, si necesitan una mano, uno se involucra por entero.
-DP: Pero hoy la sensación es un poco menos angustiante ¿no?
- MAB: Y sí, porque que de entrada todo era apuro por conocer al grupo. El panorama era delicado. Después de perder con Rafaela y de la forma en que lo hicimos, nos dimos cuenta de que tocamos fondo. Fue lo mejor que nos podía pasar. Sirvió para reaccionar.
- DP: ¿Te asustaste? ¿No sentiste que la situación podía ser irreversible?
- MAB: No, recién llegábamos. Y mientras la matemática te dé chances... Era una situación de todo o nada, o revertíamos o nos quedábamos en el camino. Hoy, por como viene la cosa, nos damos cuenta de que tendremos vida hasta el último partido.
- DP: ¿En dónde estuvo el click?
- MAB: En que los muchachos se dieron cuenta. Supieran que todo dependía de nosotros, que, como en la vida, todo surge a partir de uno. Y se convencieron de que podían. Ahí empezaron los exámenes. A mí me había tocado comentar el partido con Unión; ese día, cuando Alemán empató, el equipo sintió el golpe y no se levantó más. En cambio, cuando nos empató Argentinos, no se perdió el orden. En el gesto de Montenegro, cuando festejó el gol de penal como si hubiera clavado la pelota en el ángulo en una final, quedó demostrado todo lo que tenían contenido adentro por un triunfo.
-DP: ¿Crees en las señales del destino?, venían de errar dos penales.
-MAB: Pero ése lo pateó a lo Montenegro.
-DP: Además, entró Lenis y la clavó en un ángulo. Parecía que la historia de fracasos se repetía.
-MAB: Es cierto. Yo estaba pendiente de que el equipo no se cayera anímicamente. Y creo que reconstruimos lo mental para que la cabeza siguiera mandando y los pies ejecutando. Fue muy importante.
-DP: Se advierte que le transmitís te calma al grupo, que le bajaste los decibeles de la ansiedad.
-MAB: Eso es lo primero que debemos tener. Si toda esa desesperación la llevás al campo es muy difícil que se pueda pensar y mucho más si pretendés ganar a través del juego. La pelota tiene que ser redonda, pero si tenés ese tipo de cortocircuitos que generan la ansiedad, la pelota parece de rugby. Los triunfos ayudaron, pero creo que lo que nos dio más solidez fue la forma en que se le ganó a Tigre. También se jugó con autoridad ante Lanús, uno de los que están opcionados a ser campeón. Y se ganó un partido duro ante San Martín, un muy buen equipo. Quiere decir que Independiente está bien.
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