Discípulo del Bielsa, el "Tata" desanduvo un camino largo: inició en Brown de Arrecifes. Y ahora se pondrá el buzo de Argentina, como su maestro.
La carrera de Martino como técnico es una muestra de lucha, trabajo y mérito. A pesar de haber tenido una importante trayectoria como futbolista, de ser ídolo en Newell's, no se le cayeron los anillos cuando asumió como técnico del humilde Brown de Arrecifes, un club que, hoy, disputa la liga local. Fue en 1998. Su saldo, equilibrado: 14 triunfos, 6 igualdades y 14 derrotas.

Saltó a Platense un año más tarde. En una entrevista que brindó apenas asumió como técnico del "Calamar", se diferenció de Bielsa, quien fue su técnico y, además, su musa inspiradora: "Considero que conviene implementar la táctica de acuerdo a la evaluación que haga de los jugadores que hay en el plantel", decía. Su saldo, en Vicente López, fue positivo: ganó 6, empató 4 y perdió 3 veces. Igual, renunció: la crisis dirigencial le impedía trabajar "como quería".

Viajó a Córdoba. Agarró Instituto: "No tengo experiencia pero pido una oportunidad", se presentó. Desplegó un juego que los hinchas de "La Gloria" todavía recuerdan: juego asociado y mucho gol. Sumó 71 puntos en 32 partidos. Perdió la chance de ascender ante Nueva Chicago, como local. Pero su carrera se enfilaría para arriba.

Horacio Cartés, actual presidente paraguayo, lo llamó. Corría el 2002. Argentina fracasaba en el Mundial y Libertad, institución que presidía, un equipo mediano de Paraguay, quería transformarse en grande y pelear de igual a igual con Cerro Porteño y Olimpia, los grandes guaraníes.

Se conocieron. Se transformó en técnico del club albinegro. Se hizo amigo de Cartés, un hombre que lo terminaría catapultando al Barcelona. De hecho, en una de esas noches en Asunción, Martino fue a cenar a la casa de Cartés. Había un plato de más: Sandro Rosell, ex mandamás del Barcelona también estaba en la mesa.

En Libertad solo hubo lugar para los éxitos. Consiguió su primer título como entrenador. Fueron cinco. Se lo llevó Cerro Porteño: empezó la ascensión veloz, ininterrumpida. Sus equipos desplegaban un juego ofensivo, un estilo definido. Con el gigante paraguayo cosechó tres campeonatos.

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Ahí lo trajo Colón de Santa Fe. Algo falló. Él venía a ratificar su prestigio conseguido en Paraguay. Era el exiliado que no triunfó en Argentina y tuvo que irse afuera para que lo valoraran por su trabajo. Pero algo falló, sí. Se fue apenas empezó el segundo campeonato y obtuvo 4 puntos en seis fechas. No le encontró la vuelta al equipo.

Por eso Cartés lo repatrió. Lo acobijó. Martino potenció a su Libertad. Lo transformó en una potencia continental: eliminó a River en una Copa Libertadores, en 2006, y alcanzó la semifinal. Y el torneo local, obviamente, le quedaba chico.

El mismo Cartés, su padrino en todo esto, lo llevó de la mano a la Selección paraguaya, después del Mundial 2006. Fracaso en la Copa América 2007, con una goleada 6-0 en el bolsillo. Lo bancaron. Hicieron bien: alcanzó los cuartos de final en Sudáfrica 2010, perdió la final de la Copa América 2011 que se disputó en Argentina y, vivo, dio el paso al costado. Quería descansar.

Pero uno no elige en qué momento se presenta el amor. Aparece y ya. Y no da opción: el corazón tira más. El corazón lo obligó a agarrar Newell's. El "Leproso" caminaba por la cornisa del descenso. No tenía identificación con sus jugadores, sus planteles eran mediocres. Martino puso la cabeza. Recuperó a Maxi Rodríguez, Gabriel Heinze e Ignacio Scocco. Peleó un campeonato y ganó otro. Semifinales, otra vez, de la Copa Libertadores. Un fútbol impecable: presión alta, juego asociado, movilidad en sus laterales. Parecía el Barcelona. Le decían el Barcelona de Rosario.

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Quizá por eso lo buscó el Barcelona. Al principio, "Tata" no atendía el teléfono: quería descansar, otra vez. Lo llamó Cartés: "Se están intentando contactar de Barcelona", le advirtió. Fue todo rápido: voló a Europa, lo presentaron, remera pistacho y ocupó el banco catalán. Tenía a Lionel Messi, un jugador al que "no sabría qué decirle", según había dicho en una entrevista meses antes.

Los resultados no fueron los mejores. Solo ganó la Supercopa de España.

Se fue, otra vez, a descansar. Lo quiso River. Rechazó: quería descansar.

Hasta que apareció Argentina. Y el amor puede aparecer en formas nuevas, distintas; vestido de desafío y hasta de revancha. Martino es el técnico de la Selección Argentina. Con 51 años, llegó a la cima. Durante cuatro años, tendrá un desafío importantísimo: sostener y mejorar el subcampeonato obtenido en Brasil.

Se volverá a juntar con Messi y Mascherano; con Maxi Rodríguez. Se volverá a juntar con el fútbol. Y tendrá la materia prima para desplegar del bueno.

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