A 65 años del primer partido de Racing en el estadio Presidente Perón, cómo impactó esa mole de cemento en Avellaneda y qué representó para un niño que tenía 7 años en aquel entonces.
Cien mil personas en la inauguración de un estadio, las dos canchas completas en un día, la capacidad colmada en una tarde en la que Racing ni siquiera jugó y, también, un exorcismo en pleno césped, son algunos de los hitos que construyen el ser racinguista. Toda historia tiene su inicio y, en el caso del estadio Presidente Juan Domingo Perón, ésta comenzó un 3 de septiembre de 1950.

"Creo que fue un pelotazo largo de Alberto Rastelli, la pelota le cayó a (Llamil) Simes y le rompió el arco". Quique Ochoa es socio vitalicio de la Academia: cuando tenía siete años estuvo en la inauguración del Cilindro de Avellaneda y, ahora, seis décadas y media más tarde, bucea en su memoria junto a DIARIO POPULAR para acordarse de la jugada con la que su amado Racing venció 1-0 a Vélez aquel día. Las publicaciones de la época acompañan sus recuerdos y certifican que el gol, efectivamente, fue del "Turco" Simes a los 37 minutos del segundo tiempo. Algunos reportes también cuentan que el delantero estaba en offside, pero que el árbitro inglés Robert Aldridge no lo notó y lo convalidó. Más allá del error arbitral, ese equipo no necesitaba ayudas: fue el primer tricampeón del fútbol argentino al ganar los campeonatos de 1949, 1950 y 1951.

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Quique estaba en la cancha, con su papá y sus zapatillas Pampero "pero las que no tenían puntera, eh", recuerda. Se frena, mira hacia arriba y trata de recordar la formación de aquel día. Sin embargo, mientras hurga en su memoria, describe que en aquella jornada tardó un largo tiempo en salir del estadio porque "llovía a cantaros", y agrega: "Mi mamá no quería que fuéramos, pero estábamos todos muy emocionados. La cancha estaba llena, repleta de papeles".

La salida de los jugadores es un momento único en cada partido y esa primera vez, luego de meses de espera, fue especial. "Me animo a decir que cuando se asomó el equipo hicimos esa canción clásica. La que cantamos siempre". Sonríe al recordar y, como buen futbolero, hace una mueca pícara. Busca complicidad, se muerde los labios y arranca a entonar las estrofas de ese tema que tantas veces entonó: "En el este y el oeste, en el norte y en el sur, brillará blanca y celeste, la academia Racing Club".

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Foto: Laura Tenenmbaum


"El General Perón simpatizaba con Racing. Aunque muchos no lo quieran aceptar". Quique está convencido. Su argumento es el préstamo de tres millones de pesos que en 1946 el Estado le otorgó a Racing para la construcción del estadio. Sin embargo, el gran impulsor fue su Ministro de Hacienda, Ramón Cereijo, quien un año más tarde gestionó otros ocho millones de pesos que fueron clave para levantar esa mole de cemento que hoy se erige en el centro de Avellaneda.

Con su pantalón corto y con la barra de amigos, Ochoa caminaba por la zona y jugaba. "Me acuerdo que íbamos siempre a verlo con mi papá. Los pilares se levantaban y había muchos hombres trabajando. También jugábamos por ahí", añade. "A veces íbamos y nos quedábamos a ver cómo trabajaban. Yo imaginaba algo quizá parecido a la cancha de River, pero no pensábamos que iba a ser tan grande. Nos generó una gran emoción".

La particularidad de la Ciudad de Avellaneda de tener dos gigantes de cemento a menos de 200 metros estuvo a un paso de no ser realidad. "Por suerte nos quedamos. Se perdió el acta de esa asamblea, pero muchos lo querían llevar a Retiro. Había unos terrenos ahí y querían hacer el estadio allá", señala Quique. Tras la recepción del crédito, varios dirigentes de la comisión directiva de ese entonces --bajo la sugerencia de Perón-- querían trasladar la cancha a unos terrenos emplazados en donde hoy está el Hotel Sheraton. Sin embargo, esa opción quedó trunca.

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Acá hubiera estado el Cilindro en Retiro


En esa misma asamblea de 1947 se decidió que el "Coliseo" --como iba a ser llamado-- se construyera sobre el viejo estadio de tablones. El 1° de diciembre de ese año, la vieja cancha fue testigo de su último partido ante Rosario Central. Allí, un par de años después, Racing tendría uno de sus más grandes orgullos, que lo acompaña hasta la actualidad.

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