El castillo de naipes se vino abajo por partes. Prematuramente se derrumbó el sector destinado a la ilusión de pelear por la Copa Argentina; era en el estreno de Milito, con una opaca respuesta del equipo que cayó ante Defensa y Justicia por 1 a 0 y quedó eliminado.
Después, se corrigieron algunos de los cimientos de la idea y se ganó altura en el torneo local (con tres triunfos y dos empates que lo ubican en una posición expectante), más la clasificación a octavos de la Sudamericana a manos del último campeón argentino, Lanús. Pero, después, la deshonrosa eliminación de esa Copa frente al limitado Chapecoense, llenó de interrogantes el horizonte y redujo todo lo realizado a la necesidad de volver a empezar.
Es cierto que Independiente no quedó en banca rota: los ahorros en la competencia local le permiten ubicarse en el pelotón de seis escoltas de Estudiantes a apenas dos unidades, por lo que esta vuelta de página, aún sobre la estela de la decepción, le permite encontrar un norte para orientar su camino.
Le toca una parada brava: volver a casa donde su amada (la gente) lo estará esperando con el palo de amasar; dependerá de su habilidad para generar, desde su juego, una sonrisa seductora para obtener el perdón. Milito lo sabe, y por eso no deja de repetir un mensaje: "necesitamos del apoyo de la gente".
Atlético Tucumán (mañana desde las 20 con arbitraje de Germán Delfino) será un juez especial para esta reconciliación, teniendo en cuenta que sería el rival de una eventual final para cubrir la nueva plaza que existe en la Copa Libertadores (sería un partido en Córdoba o Mendoza).
Pero además, Independiente encara la recta previa de un tramo clave de la competencia local: mañana Atlético Tucumán en Avellaneda, después visita a Temperley, de local con Gimnasia y en Arroyito frente a Rosario Central; cuatro partidos en los que deberá sumar un buen colchón de puntos para afrontar la seguidilla de tres clásicos de las fechas 10, 11 y 12 cuando reciba a San Lorenzo, visite a Racing y reciba a River.