Nadie desconoce que está lejos de su esplendor Javier Mascherano. Lejos de aquella imagen estupenda que pudo mostrar en el último Mundial cuando sacó chapa de tipo con respuestas futbolísticas y anímicas muy sensibles al liderazgo. Porque aunque la Selección en Brasil 2014 contara con la presencia de Messi, era Mascherano el que cortaba el bacalao en Argentina. Por lo menos desde el plano temperamental, porque Messi en esos territorios nunca tuvo influencias reales.
Decíamos que Mascherano no es el mismo Mascherano de hace unos años. Y Barcelona también lo comprueba. Ya no es titular como lo era antes. Ahora alterna. Está en el banco. Entra y sale. Esa columna indiscutida quedó en zona de dudas, de polémicas y de relatos que hoy lo muestran como un jugador que recibe no pocas críticas, cuando ayer nomás cosechaba elogios unánimes.
Frente a Venezuela vuelve Mascherano a jugar de titular en la Selección. Y vuelve como ya lo venía haciendo en Barcelona desde hace varias temporadas: ocupando un lugar en el fondo, pero no sería como un hombre libre sino tomando a un punta, función que ejecutó muy poco. Su regreso (¿circunstancial?) no es cualquier regreso. Es el regreso de un peso pesado en un momento saturado de incomodidades y urgencias.
Puede brindar soluciones futbolísticas Mascherano defendiendo los espacios. Conoce muy bien el oficio de jugar a campo abierto y bajo un pressing alto que suele expresar el Barça. Ahí tiene que bancarse el mano a mano o el uno contra uno. En la Selección su responsabilidad será parecida, más allá de las diferencias que siempre establecen los jugadores trascendiendo los recursos tácticos y las orientaciones estratégicas.
Aún en el crepúsculo inevitable de su carrera (el 8 de junio cumplió 33 años), Mascherano puede serle útil al entrenador Jorge Sampaoli. Y por eso sigue integrando el plantel de la Selección. No útil solo como consejero o como figura de gran experiencia que le acerca palabras certeras a los protagonistas más jóvenes. La utilidad puede estar atada a la lectura y la interpretación de un jugador que formó y forma parte de una escuela del fútbol circular y ofensivo como es el Barcelona.
Esa lectura e interpretación Sampaoli no la desechó. Si la Selección logra clasificar a Rusia 2018 en las tres fechas de Eliminatorias que aún restan disputarse, es probable o quizás muy probable que Mascherano no sea titular. Pero la mirada y el aporte de Mascherano es muy difícil que no sea considerado por el plantel y por el cuerpo técnico.
Es cierto, no tiene el aire ni las piernas Mascherano que tenía en Brasil 2014 cuando durante el desarrollo del Mundial se fue convirtiendo, partido tras partido, en el capo ideológico de Argentina. Ese jugador de amplios y extensos recorridos que estaba en términos de recuperación, quite y primer pase donde la jugada lo necesitaba, fue resignando algo de velocidad y precisión en el ida y vuelta. Para sintetizarlo en pocas palabras: juega menos que antes.
Pero continúa siendo influyente en la Selección. No porque sea el sabio consagrado de la tribu, porque la Selección no tiene a ningún sabio consagrado, más allá de los pincelazos artísticos que erráticamente puede regalar Messi. Pero es hasta el momento el que mejor piensa y elabora las necesidades del aquí y ahora. Que no son otra cosa que las necesidades colectivas del equipo.
Esa pequeña ventanita que abre Mascherano para observa las realidades y también las luces y las sombras que se le van presentando a la Selección, está bien que sea reivindicada. No va a hacer la diferencia Mascherano. No va a ganar un partido él solo. Como tampoco los ganó Messi ante adversarios de primera línea. Pero lo que nadie podrá reclamarle es falta de compromiso. O una visión descafeinada y oportunista de los hechos positivos y negativos.
Ese jugador versátil vuelve frente a Venezuela. Que sea un regreso acorde a su gran trayectoria.
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