Que un equipo sea una totalidad, de ninguna manera significa deslindar responsabilidades específicas al momento de atacar y de ofrecer respuestas sólidas y confiables en el área propia, donde es imprescindible mostrar una imagen que Lucas Pusineri tendría que fortalecer.

Desde hace no poco tiempo, Independiente viene padeciendo severos problemas futbolísticos que lo empujan al desaliento. Y las miradas más o menos críticas y casi unánimes se enfocan sobre todo de mitad de campo en adelante.

En volantes o interiores que elaboran poco, en punteros o extremos que no desbordan y si desbordan ejecutan malos centros y en delanteros o puntas con poco gol, aunque vale aclarar que Silvio Romero está demostrando a pesar de su escasa movilidad para ir al encuentro de la pelota, que su capacidad técnica para resolver en el área rival continúa siendo importante.

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De hecho, en los 15 partidos que disputo Independiente en la actual Superliga (tiene pendiente el encuentro ante River que se disputará el próximo domingo 19 de enero), Romero convirtió 9 goles.

Esa lectura muy vinculada a las dificultades del equipo para construir juego y definir, en realidad es un diagnóstico muy parcial. Independiente viene fallando de manera sistemática de mitad de campo hacia atrás. A Lucas Pusineri no le debe pasar por alto esta gran deficiencia que se fue profundizando partido tras partido y que de no solucionarse a la brevedad le va a generar al nuevo entrenador problemas de altísimo voltaje.

Para ser lo más claro posible: Independiente en función de ataque ofrece respuestas discretas y a veces (pocas veces) aceptables. Pero obligado a defender los espacios, su oferta individual y colectiva es realmente pobrísima. Y por largos pasajes muy próxima al desastre.

No alcanza con señalar que le anotaron más goles (19) de los que convirtió (17). Pero es un dato que no puede subestimarse. No es que defiende mal. Directamente no defiende. No opone resistencias. No se protege. No se cuida. Deja hacer. Libera zonas. Se desnuda ofreciéndose a que lo victimicen. Y ni aún con el equipo en ventaja de dos goles, como ocurrió en los cruces ante Lanús, Unión y Talleres de Córdoba, por citar algunos casos (hay otros), logró ordenarse para achicar los márgenes de error, que terminan siendo clamorosos y que le restaron demasiados puntos.

Esto no está relacionado con que pretenda ser un equipo ofensivo. River es ofensivo pero no se suicida. Ser ofensivo no significa jugar regalado en el fondo, como lo viene haciendo Independiente desde la última etapa con el egocéntrico Ariel Holan, después con el vacilante Sebastián Beccacece y luego con el interinato de Fernando Berón.

Ese perfil es el de un equipo totalmente descompensado, desatento, disperso en la cancha y con una debilidad enorme para fortalecerse en el área propia. Así, sin la mínima solidez ni convicción para hacerse fuerte en las cercanías de su arquero uruguayo Martín Campaña, Independiente mostró una imagen totalmente claudicante que se revela en las presencias de Fabricio Bustos, Alan Franco, Nicolás Figal, Alexander Barboza, Juan Sánchez Miño y Gastón Silva.

Todos ellos (salvo Silva, con algo de oficio en las tareas de interceptar) marcan poco y nada. Defienden poco y nada. Y no es porque no cuenten con el respaldo o el auxilio de compañeros que colaboren con esos compromisos. El tema es que dan demasiadas ventajas operativas que finalizan en goles del adversario. Y que desmoronan todas las posibilidades del equipo. Ventajas inusuales que se van agudizando.

Hace varios años, ese extraordinario zaguero central que fue Roberto Perfumo explicó que aquel Estudiantes que dirigió Osvaldo Zubeldía en la década del 60, tenía una virtud destacadísima. Decía el Mariscal: “Nadie en ningún momento se distraía. Especialmente, atrás. Era el equipo menos distraído del fútbol argentino”.

Independiente, por su parte, camina por la vereda de enfrente: debe ser, sin ninguna duda, el equipo más distraído y naif del fútbol argentino. Pusineri está obligado a atender esta vulnerabilidad extrema atada a ingenuidades, desconcentraciones y ausencia de una actitud templada para ser lo más expeditivo posible en cualquier contingencia del juego.

Seguramente le brindará una chance al central Francisco Delorenzi (22 años, 1,81 de altura), quien regresó al Rojo luego de estar durante una temporada a préstamo en el Deportivo Cali que en el 2019 condujo Pusineri.

Por eso la necesidad imperiosa de darle al equipo una presencia defensiva más firme y mucho más confiable no tendría que considerarse un valor secundario. Es un valor central en este Independiente que tiene la misma consistencia de un flan. La mayoría de las seis derrotas que acumuló en la Superliga fueron consecuencia directa de una fragilidad y de una cadena de errores muy difíciles de tolerar para cualquier entrenador por más comprensivo que sea.

Es cierto, un equipo es un todo. Pero esta definición tan abstracta como valiosa, inspirada en el plano colectivo, no les quita responsabilidades a los encargados de defender. Esta misión es fundamental. Tan fundamental como hacer goles. Si la misión de defender bien no se cumple, ni aunque Independiente se reconvierta en el maravilloso Barça de Pep Guardiola o en el Santos de Pelé podría rescatarse.

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