Su regreso al fútbol local es lastimoso. Todavía no metió goles. Todavía no tuvo ninguna actuación destacada. No se asemeja ni por cerca al técnico goleador que brilló en Racing, ni al delantero peligroso que salió campeón de la Copa Sudamericana con River. Es una caricatura de sí mismo. Pero su deuda en los choques trascendentales es histórica. En la Academia, el club donde más se lució en el país, tuvo una sola actuación destacada ante Independiente. Fue en 2011, durante su primera presentación en el clásico de Avellaneda, cuando liquidó el partido con el segundo gol y le dio el triunfo a Racing por 2-0.
Meses más tarde, fue al Libertadores de América para intentar romper una racha de 11 años sin victorias como visitante. Convirtió el primer gol y parecía, entonces, que Racing podría florearse en el patio del vecino. Perdieron 4-1. Al colombiano lo expulsaron. Gutiérrez, ante las quejas de sus compañeros, sacó un arma en el vestuario. Se fue en taxi del estadio. Y nunca más jugó en Racing.
Contra Boca, jugando en River, tampoco apareció con todo su esplendor. Gutiérrez, en el Millonario, apenas colmó las expectativas en Brasil, contra Cruzeiro por los cuartos de final de la Copa Libertadores 2015. Jamás en un Superclásico. Se le rescata la asistencia quirúrgica a Manuel Lanzini en el primer gol del partido que acabó con el cabezazo sagrado de Ramiro Funes Mori en La Bombonera. Se le recuerda, también, un atisbo de lucidez para dominar el final de la caliente definición en la Copa Sudamericana 2014.
Y nada más.
"Hoy moja Teo", gritaban algunos hinchas de Central ayer, antes de la catástrofe futbolística. Gutiérrez entró en offside como quien, descompuesto, entra al baño: permanentemente, en cada ataque Canalla, Gutiérrez caía en posición fuera de juego. Siempre adelantado, tomó decisiones que el partido no le pedía. No se comprometió en el circuito de juego. No le facilitó el armado de jugadas de ataque a los mediocampistas, sino, por el contrario, les anuló una opción: se escondía detrás de los defensores rivales. No pateó al arco. Solamente tiró un caño en la mitad de cancha. Una vez más, como suele ocurrirle cuando el marco le demanda más de la cuenta, Gutiérrez da una pincelada y se echa a dormir.
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