Damián Rojo es un periodista fanático de... El Rey de Copas, obvio. En este mano a mano con FútbolFans, confluyen la pasión y los recuerdos
Independiente está haciendo una buena campaña después de su regreso a Primera. Pero tiene una historia grande que los hinchas prefieren recordar antes que celebrar un presente regular. Fuimos a buscar un histórico fanático de verdad, tan fanático que, al contrario del resto de los mortales, primero tuvo equipo y después, apellido

"Cuando egresé en periodismo deportivo, mi mejor amigo, fanático de Racing, de la Racing Stone, me dijo 'bueno, ¿qué vas a hacer ahora? Te recibiste de periodista deportivo, ¿qué vas hacer cuando te toque cubrir otras cosas...?'. La verdad es que era mi gran dilema, y me dijo 'bueno, ponete un apellido que te identifique siempre con el sello Independiente'. Así salió Rojo", cuenta.

El productor y periodista de varios ciclos televisivos siguió: "A mi viejo no le gusta el fútbol. No iba a la cancha, no es hincha de nadie; mi vieja, menos. Pero en el edificio donde vivíamos en Villa Crespo teníamos un portero que era paraguayo, y muchísimos paraguayos eran hinchas de Independiente. Un día me llevó a la cancha y así nos hicimos de Independiente".

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Acostumbrado al paladar negro, definido por un juego exquisito y una historia rica en títulos, Rojo rememora las mejores páginas del diablo: "Mis primeros recuerdos son de seguirlo en el 78, 79, Bochini, el mejor Bochini... la de Córdoba, la final con Talleres (NdeR: se refiere al Nacional 78, cuando Independiente perdía en Córdoba 2-1 frente a Talleres y lo empató con tres jugadores menos), al año siguiente el 2-0 a River; me acuerdo como si fuera hoy...".

Hay una imagen propia del mundo del arte grabada para siempre en los corazones rojos. La doble visera de Avellaneda fue un enorme alero que cubría y abrigaba los sueños en épocas de triunfos encadenados. Esa visera proyectaba su sombra sobre la mitad del campo de juego y los ojos buscaban siempre al Bocha en ese exacto lugar. Entonces, el 10 recibía la pelota e iluminaba con su magia el juego; arrancaba vertical, hacia adelante, gambeta corta, indescifrable, pase a Bertoni, devolución, pared, definición de "Madera" Outes -¿cómo no le iban a decir madera a ese buen goleador si al lado estaban Bochini y Bertoni?- cada ataque era una puesta donde la pelota bailaba encantada por el duende del fútbol.

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"Yo por suerte pude trasmitirle a mis hijos toda esta pasión... el día que tiran abajo la tribuna, el partido despedida de la doble visera, yo lo pude jugar, se hizo un partido antes del partido real y me invitaron a jugar y mis hijos pudieron entrar al campo de juego conmigo... yo viví en esa tribuna, yo fui todos los domingos, cuando termina el partido y nos invitan a la platea a ver el partido oficial yo le dije a mis hijos 'vamos a la tribuna, vamos al para avalancha que ocupé toda la vida'. Fue la última vez, después lo tiraron abajo", recuerda. Con una nostalgia que revive la magia roja del mejor fútbol.


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