Cheikh, el senegalés que vende anteojos por la orilla

En un principio, su especialidad eran relojes, cadenitas y todo tipo de elementos de bijuoterie pero, con el correr de las temporadas, fue agregando a sus rubros los anteojos, estuches para celulares, bolsos y sombreros.

Diario Popular sintió la curiosidad de conocer detalles de este grupo tan característico de vendedores y consultamos a Cheikh, un joven de 36 años procedente de Senegal quien, ni bien le consultamos si le podíamos hacer un par de preguntas, dejó en claro lo bien que aprendió a hablar en español con un evidente modismo porteño: ‘¡olvidate!’, exclamó.

La mayoría de los vendedores africanos que recorren las playas marplatenses son de Senegal, ‘pero también hay algunos de Sudáfrica, Nigeria y Ghana’, nos cuenta Cheikh, quien en ya lleva unos ocho años en Argentina lo que le permitió, además de la mayoría de las localidades de la costa ‘recorrer varios lugares del país como Salta, Jujuy, Villa La Angostura, Ushuaia, Bariloche’.

Cheikh dejó a su madre viviendo en Senegal, donde se vive una situación social complicada: ‘En el país que tiene todos los recursos naturales pero, igualmente, buena parte de la población es pobre; los que tienen mucho dinero se lo quedan para ellos y no lo distribuyen’.

Sobre la venta diaria, nuestro amigo senegalés nos cuenta que ‘es difícil saber lo que puede pasar, todos los días son distintos; hay tardes en las que puedo llegar a vender 20 o 30 pares de anteojos y, en otras, apenas dos; y no depende ni de la época ni del clima, la gente responde de maneras diferentes y por eso no nos tenemos que cansar de caminar’.

Sobre los productos que vende Cheikh -anteojos para el sol y también con aumento para leer y con varias graduaciones- hay, en general, una mala prensa; cada tanto salen artículos recomendando no usar estos lentes debido a que pueden generar un severo daño a la vista. ‘Pero muchas veces la gente, aún sabiendo eso -cuenta- compra los anteojos porque los marcos son muy buenos y mucho más baratos que los que te venden en una óptica. Entonces aprovechan para comprarnos a nosotros y después cambiarle los cristales’. Los lentes que vende Cheikh, en cualquiera de sus modelos, cuestan 120 pesos.

Según su relato, ‘los que recorremos todos los días las playas de Punta Mogotes debemos ser unos veinte. Vivimos en distintos hoteles del Puerto. Cuando termina el verano vamos a la Capital’. Y luego agrega: ‘todos los productos los compramos en el Once, a los chinos; muchas veces viene la policía y nos decomisa la mercadería porque dicen que es trucha, pero a los chinos que la venden no les dicen nada y siguen con sus locales... ¿será porque ellos tienen plata?’.

Además, Cheikh cuenta que siempre que compra sus productos pide ‘los correspondientes comprobantes; yo trabajo con todo en regla’. Además, hace unos años empezó a tramitar su nacionalidad argentina -en poco tiempo la obtendrá- por lo que circula por las calles con un documento de identidad emitido por nuestro país’.

Los vendedores africanos, en general, se muestran muy satisfechos con el trato que reciben en nuestro país, sobre todo teniendo en cuenta que, en otros lugares, donde el racismo aún se siente por las calles, tienen que soportar algunos atropellos. ‘Acá la gente nos trata bien y nos respeta’, aseguran estos personajes que en su modalidad de trabajo son muy respetuosos: se acercan a los distintos grupos familiares o de amigos, hacen un gesto inclinando la cabeza y exhiben su mercadería hasta que les dicen ‘no, gracias’ o alguno pregunta el valor y, en el caso de Cheikh, se prueba algunos lentes comprobando su aspecto con el espejo que está siempre disponible para los clientes.

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