Destacan que las alteraciones en la atmósfera influyen en un aumento de la incidencia de enfermedades tropicales transmisibles por insectos y en la proliferación de plagas.
Enfermedades transmisibles

Dengue: El agente transmisor es el mosquito Aedes aegypti. Desde diciembre del año pasado en todo el país hay más de 1.100 casos declarados.

Malaria: La transmite un mosquito y es ocasionada por parásitos de la sangre. Es la primera causa de enfermedades debilitantes, con más de 200 millones de casos por año en el mundo. En Argentina, la provincia de Salta es un área endémica.

Cólera: La última epidemia de cólera en Argentina empezó en 1992 y finalizó en 1999. Se notificaron 4.834 casos. El comportamiento fue estacional y epidémico, coincidiendo con los meses estivales. La mayoría de los casos fue en el noroeste.

Hantavirus: Argentina es el país con mayor casuística de América y con tendencia creciente.

Fiebre amarilla: En 2001 hubo una epizootia en monos Macacos por Fiebre Amarilla en Río Grande do Sul, en la frontera con Misiones y Corrientes. Hubo riesgo en algunas ciudades del país.

Invasión de camalotes en la Ciudad de Buenos Aires, una plaga de langostas en el noroeste como no se veía desde hace 50 años, brotes inesperados de enfermedades tropicales transmisibles por insectos, algunas bastante conocidas como el dengue y la chikungunya y otras como la fiebre zika toda una novedad para esta zona del globo. Estos eventos parecen tener un factor común que si bien no los explica en su totalidad tiene una influencia innegable: el cambio climático.

Para la mayoría de los expertos no hay dudas: las alteraciones en la atmósfera ejercen una influencia directa en el aumento de la propagación de enfermedades y plagas que afectan a la salud humana y también a la economía.

Según Matilde Rusticucci, doctora en Ciencias de la Atmósfera y directora de la carrera homónima en la UBA, esa influencia es particularmente evidente en el aumento de la incidencia de enfermedades transmitidas por insectos como el Aedes aegypti.

El cambio climático opera de manera compleja y muchas veces indirecta sobre los ciclos biológicos de las especies.

La científica explicó que la corriente del Niño que actualmente afecta a una dilatada área del mundo tiene como consecuencia inmediata el aumento de las temperaturas y de las precipitaciones. "Esto favorece el hábitat del mosquito Aedes aegypti, que transmite el dengue, la fiebre amarilla, la chikungunya y la zika y explica los brotes de esas enfermedades en nuestro país dentro de zonas urbanas como la Capital Federal, donde antes no se manifestaban", explicó.

Según la especialista, "la presencia del mosquito Aedes aegypti se reporta desde el año '95 pero el cambio climático lo que ha hecho es expandir a otras latitudes lo que en sus orígenes estaba confinado a áreas de climas cálidos".

Además, el cambio climático favorece la difusión de las enfermedades relativas a la contaminación de las aguas como el cólera. "Allí donde hay estancamiento y deficiente saneamiento de las aguas aumentan la aparición del bacilo del cólera y la incidencia de otras patologías como la diarrea infantil", señaló.

Para la especialista, el cambio climático opera de manera compleja y muchas veces indirecta sobre los ciclos biológicos de las especies haciendo difícil prever sus efectos. Así, la sorpresiva aparición de una plaga de langostas en el noroeste "pudo deberse a que el factor climático actuó inhibiendo la acción del depredador natural de este insecto".

Como quiera que sea, debemos habituarnos a estas consecuencias del cambio climático y en particular al influjo del fenómeno del El Niño, que según los especialistas tendrá influencia hasta este otoño con la consiguiente abundancia de lluvias.

La OMS advirtió que las modificaciones en la distribución de los brotes de enfermedades tienen relación con las transformaciones que el hombre está causando en los ecosistemas.

La deforestación

Pablo Canziani, investigador del Conicet y director del Programa de Estudios de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global de la UCA, señaló que los procesos de deforestación "es la segunda causa de emisión de gases que contribuyen a la formación del agujero de ozono".

Según este especialista, la fiebre amarilla es una de las consecuencias de las alteraciones atmosféricas como así también el dengue y la malaria, que tienen que ver con un mosquito, y los roedores que traen el hantavirus.

Para Gustavo Cañete, responsable del servicio de Infectología del Hospital de Quilmes, desde que comenzó a manifestarse el cambio climático la aparición del dengue se recrudeció en la provincia. El especialista explicó que intervienen diversos factores. Uno de ellos son las personas que entran en contacto con la enfermedad en países donde se da más intensamente como Brasil y Paraguay, lo que incrementa la circulación viral en nuestro país. La otra es que lo que antes era una enfermedad de clima tropical y subtropical, encuentra un ámbito más propicio de desarrollo en nuestro país por el aumento de las temperaturas.

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