Los relatos hablan de ruidos generados de la nada, sombras y figuras espectrales

Si el transeúnte que ocasionalmente circula por las avenidas General Paz y De los Constituyentes detiene su mirada en la imponente estructura de hierro y 90 metros de alto que se alza del lado de provincia como hito limítrofe entre Villa Maipú y la Capital Federal, reconocerá lo que sin duda es una marca indeleble del pasado que, en su caso, quedó de pie por el elevado costo que demandaría la ardua tarea de desarmarla.

Se trata del viejo gasómetro ya desactivado pero que supo almacenar millones de centímetros cúbicos de fluido. En 1955 llegó a poner en vilo a los porteños cuando se centró como uno de los posibles objetivos de la Revolución Libertadora en su afán por apurar el derrocamiento de Juan Perón. Sin embargo, lo que automovilistas y peatones no verán, en el que se impuso por presencia en un monumento más de la ciudad, es la increíble sucesión de episodios paranormales que guarda en su interior como antes lo había hecho con el gas.

Los relatos acerca del misterio que envuelve al gasómetro construido entre 1948 y 1951 son variados. Operarios de la empresa distribuidora de gas que actualmente opera la planta y los vigiladores, en especial los nocturnos perciben ruidos generados de la nada, sombras, figuras espectrales y una sensación de presencia invisible capaz de alterar las pulsaciones de cualquiera que sea testigo de alguna de las mencionadas aterradoras experiencias.

Por caso, entre las más frecuentes está la de la sombra que suele ver el personal de vigilancia que controla el perímetro del predio donde funciona hoy la empresa Gas Natural Fenosa. De repente circula con apariencia humana envuelta en oscuridad por el terreno sin que el ojo humano pueda discernir a ciencia cierta de qué se trata.

El temor a ser sancionados o simplemente para evitar las burlas de los compañeros llevan generalmente a los testigos de estas anomalías a guardarse en el silencio. Pero los rompen en sus hogares o en confesiones aceleradas por la fuerte impresión vivenciada a mozos de bares de la zona y quiosqueros que por su parte también tienen con qué enriquecer estas historias.

Martillo fantasma

Los choferes de las unidades de la empresa que se guardan en el predio también han aportado situaciones extrañas como la ocurrida una vez con presuntos martillazos asestados a un armario de la zona de vestuarios. Increíblemente, solo se expresaron en el ruido infartante y no en la acción concreta de alguien dando esos golpes sobre las estructuras metálicas. Es más, sin que en una inmediata revisión posterior los muebles evidenciaran haber sido impactados con violencia por herramienta alguna.

Y hay más todavía. De las anomalías que trascienden fuera de la empresa privada de gas, la de las figuras fantasmagóricas detectadas en el área de talleres es una de las más fuertes. Los operarios simplifican atribuyendo el fenómeno a la presencia de almas en pena que vagan aún en esa zona. En el pasado no tan remoto sucedieron episodios traumáticos y a los que asocian, por ejemplo, el suicidio de un empleado en la planta que perteneció hasta la feroz privatización impuesta por el menemismo en los 90 a la empresa estatal Gas del Estado.

Pero hay otros factores que en la interpretación paranormal también entran a jugar en los fenómenos misteriosos que se dan en torno al viejo gasómetro de General Paz y Constituyentes, declarado en 2009 como Bien Histórico Nacional por la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos. En este caso, vinculados a un costado trágico de la Argentina contemporánea.

Nunca Más

Muy cerca del gasómetro funcionaron durante los años de plomo, la Compañía de Arsenales 601 y el batallón de Artillería Logística 10, ámbitos de tortura donde centenares de detenidos- desaparecidos fueron sometidos a atroces interrogatorios durante la última dictadura tal como consta en las páginas del Nunca Más.

En ese punto, especialistas en el rubro que han ahondado en los fenómenos registrados en la planta de Gas Ban Fenosa no descartan la posibilidad que las anomalías allí observadas sean producto de la energía psíquica liberada en su momento por torturados y verdugos, aún latente en el lugar.

El investigador de fenómenos paranormales Eduardo Grosso escarbó sobre esta situación y afirmó hace unos años a DIARIO POPULAR que los episodios que se registran en la zona donde se emplaza el gasómetro tienen que ver con “vestigios de energía psíquica que se mantienen latentes en el lugar”.

En aquella interpretación Grosso, especializado junto a su ya fallecida esposa, Liliana Flotta, en la misteriosa casuística de “visitantes de dormitorio”, apuntó que esa energía psíquica oportunamente liberada “siempre está asociada con ámbitos donde se han vivido experiencias intensas” del tipo de hechos fatales y traumáticos relacionados con suicidios en el lugar, accidentes fatales o la presencia oscura del batallón militar.

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Miedo, misterio y memoria

Pero Grosso también expuso otra teoría que merece ser considerada: no muy lejos del gasómetro se encuentra el Centro Nacional de Energía Atómica y la presencia de “campos electromagnéticos” derivados de la actividad específica de ese establecimiento también abren la puerta a anomalías tales como apariciones y fantasmas.

En sintonía con las consideraciones del especialista vecinos de la zona aseguran que tanto en Villa Maipú como del otro lado de la General Paz, en Villa Urquiza y Parque Saavedra, son frecuentes otros episodios no exentos de misterio como luces que suelen surcar el cielo y que encuadran directamente con actividad extraterrestre.

En torno a los fantasmas del gasómetro los residentes de la zona dan credibilidad a los relatos de los trabajadores de la empresa, en especial vigiladores y personal de limpieza, quienes también les han contado como una manera de exorcizar las fuertes impresiones vivenciadas en ese espacio sobre las voces que se acercan y se alejan de gente que lisa y llanamente no está.

“Siempre por acá pasaron cosas raras” afirman esos vecinos que hacen hincapié en que el gasómetro dejó de funcionar como tal a principios de los años 60, cuando todavía muchos de los habitantes de la zona no habían salido del miedo producto de una versión inquietante que sobrevoló el lugar en los días previos al derrocamiento de Perón el 16 de setiembre de 1955, cuando las tropas insurgentes al mando del almirante Isaak Francisco Rojas amenazaban con bombardear con aviones de la Marina el tanque gigante repleto de gas.

La amenaza no pasó de eso pero de haberse consumado, la explosión por el ataque aéreo hubiese causado un desastre por el cual las víctimas fatales se hubieran contado por centenares. De haber sucedido y de acuerdo al criterio de Grosso, la zona en su conjunto o lo que quedaría del gasómetro como reflejo de la violencia irracional, atesoraría a una legión de fantasmas.

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