Atribuyen a la Abanderada de los Humildes hechos inexplicables

En lo profundo del edificio de la Biblioteca Nacional, una presencia que cobra la forma de una mujer aparentemente rubia, con el cabello suelto y ataviada de blanco, agita con frecuencia la respiración de los empleados que cumplen funciones entre los anaqueles repletos de libros algunos de los cuales, dentro de las características de esta singular anomalía, suelen caer desde estantes elevados como si una fuerza invisible los empujara.

Para muchos, esa visión repentina que se desvanece en segundos o que se deja de ver en el corto recorrido de un pasillo a otro de los depósitos, no es otra cosa que el fantasma de Eva Perón.

Atribuyen esa aseveración que va más allá, a su entender, de una leyenda urbana, a las manifestaciones concretas que plantean una singular similitud física entre el espectro y la versión corpórea de la Abanderada de los Humildes.

Existen además otras razones para asociar el fenómeno que se expresa también con otras variantes que dispara la adrenalina de los empleados y bibliotecarios: en el lugar físico que ocupa la Biblioteca Nacional se levantaba el Palacio Unzué, la residencia que compartieron Juan y Eva Perón, quien murió doblegada por un cáncer devastador en el primer piso de esa mansión el 26 de julio de 1952.

En parte del predio del cuadrado que conforman las avenidas Libertador y Las Heras, y las calles Agüero y Austria se erigía la señorial construcción donde Evita primero sobrellevó con entereza su enfermedad y más tarde cedió su resistencia ante el avance mortal de una dolencia implacable.

Los estudiosos que analizan científicamente estos fenómenos paranormales sostienen que los espacios donde se vivenciaron momentos potentes de felicidad, miedo, angustia y dolor concentran “paquetes de memoria” que se abren ante personas con capacidad natural para captar esos fenómenos. Y eso es lo que ocurre en las entrañas de la biblioteca.

Si bien la leyenda del fantasma de Evita está instalada, no todos los empleados han tenido contacto directo con la anomalía pero quienes sí lo experimentaron, aseguran que enfrentaron una situación inexplicable desde la lógica y que no dudan en vincular la presencia que percibieron con Eva Duarte.

Siempre estuvo

Lo que ven, afirman los testigos del fenómeno, es a una mujer rubia y con el pelo suelto, vestida de blanco. Muchos de ellos la vinculan con una de las pocas imágenes fotográficas en la que Evita aparece sin su clásico rodete. La presencia se percibe por unos segundos y constituye una manifestación que se repite con bastante frecuencia en las dependencias subterráneas de la biblioteca.

Sin embargo, estas apariciones junto con la cadena de fenómenos que se asocian al fantasma de Eva Perón no son de ahora y se remontan a los primeros días de funcionamiento de la biblioteca inaugurada en 1992 por Carlos Menem.

Es más, ya durante la construcción del edificio modelo, obra que tardó por la clásica burocracia argentina veinte años en ser terminada, los obreros que llevaban a cabo los trabajos afirmaron haber atravesado situaciones extrañas.

El fantasma, al que no todos los trabajadores de los subsuelos han visto sino un número muy reducido dotado, seguramente, de facultades innatas para captar este tipo de fenómeno, tiene al parecer otras maneras de expresarse.

Una de ellas es la de escuchar en el silencio sepulcral de los depósitos pasos dados con tacos que demuestran una pisada enérgica y que se replica, de repente en un lugar y luego en otro, sin que nunca se logre ver a quien los da aunque los atribulados testigos de la tremenda situación atribuyen a una presencia femenina.

Catálogo que estremece

Otro de los hechos que impresiona a los empleados del subsuelo son las caídas imprevistas de libros de los centenares de anaqueles, acción imposible de justificar si no es por medio de una fuerza que les da impulso hacia el vacío.

En esa categoría de episodios misteriosos también entran los escritorios que de repente aparecen desordenados o, peor aún, trasladados un par de metros del lugar en el que estaban.

También hay referencias a la existencia en las catacumbas de la biblioteca a espacios muy reducidos en los que de repente la temperatura baja considerablemente y se mantiene, generando una sensación de frío de muerte que se supera dando apenas un par de pasos.

Una fragancia dulce y sumamente agradable emanada también por algo incorpóreo se convierte en otras de las anomalías de la cual dan cuenta los empleados de la biblioteca que prefieren mantener un perfil bajo con estas situaciones que cuando trascienden, generan en la redes sociales aportes críticos y descalificadores en torno a una situación que quienes las vivencian aseguran que es real.

En ese sentido, frente a la habitual acusación de que la historia del fantasma de Evita encierra una intencionalidad política. La respuesta de los trabajadores es que algunos de los que transitaron la experiencia no tienen nada que ver con el peronismo y hasta están en la misma línea que el ex director de la Biblioteca Nacional que a principios de los sesenta, desde la sede de la calle México al 500, impulsó la construcción del nuevo edificio: Jorge Luis Borges.

Lucha eterna

Hace unos años, en un reportaje televisivo, el escritor Víctor Caviello afirmaba que la presencia fantasmagórica de Evita tiene que ver con su esencia que ha quedado impregnada en el lugar donde además de vivir momentos felices, también sufrió y murió.

Caviello apuntaba que en sí las manifestaciones que se perciben en los tres subsuelos de la Biblioteca Nacional justamente revelan no solo una figura similar a la de Evita, sino también un espíritu firme, enérgico y combativo que sigue luchando en el lugar donde murió.

Muchos de los empleados de la biblioteca, peronistas o no, coinciden con esa apreciación encuadrada en una lógica rebosante de misterio y leyenda en torno de la mujer que como lo remarcó en su última aparición pública once meses antes de morir, tenía como principal motor el amor a Perón y a su pueblo.

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