“Gilda convirtió la música en milagro y el fanatismo en devoción”, reza el lema de club de fans oficial de la estrella bailantera.
Por SEBASTIAN ARANGUREN
Gastón, Dora, Ramón y Marta son tan solo un puñado de los centenares de fans de la cantante bailantera Gilda que aseguran con inocultable emoción que la rutilante artista fallecida hace 14 años en un trágico accidente de tránsito, hoy concreta desde el más allá milagros, curas y manifestaciones sobrenaturales dignas de un ser especial que ha alcanzado la devoción popular.
La “santa bailantera”, el mote que ganó Gilda tras su muerte, se ajusta a esos episodios increíbles que según sus más conspicuos seguidores ya eran patrimonio de la cantante en vida y que se expresaban cuando antes o después de las funciones, asistentes a sus espectáculos se le acercaban pidiéndole la imposición de manos para mitigar un dolor o una simples palabras para resolver una complicación.
Gilda no estaba de acuerdo que se la asociara con dones especiales de los que, enfatizaba, carecía, pero la fe popular insistía en que esas posibilidades extraordinarias eran propias de la cantante a la que, incluso, hasta le agradecían en persona al pie de los escenarios haber llevado alivio a aquello que les atormentaba.
Para el presidente del Club de Fans “Gilda, un amor verdadero”, Gastón Alarcón, el perfil sobrenatural acompañó a la cantante en los últimos años de su carrera y recordó en ese sentido un caso ocurrido en 1994, cuando al terminar de interpretar en un club del Gran Buenos Aires su tema “Baila esta cumbia”, vio que al pie del escenario había una niña que la miraba llorando.
“Afiná más, Gilda”, bromeaban sus músicos sin saber que cuando se encontraban afuera del lugar del recital y próximos a subir al micro, otra vez la niña y una mujer mayor que la acompañaba pidieron hablar con la estrella bailantera antes que se marchara.
“Gilda se les acercó y la mujer le contó -rememoró Alarcón- que la madre de la niña había estado al borde de la muerte tras un intento de suicidio y que en los terribles días de agonía, su hijita le ponía un casete de la cantante con la canción Baila esta cumbia”.
La historia tuvo un final feliz y si bien Gilda se alegró por las alternativas de la anécdota, “siempre aclaró que ella no era ni curandera ni milagrera. Estaba en contra de todo eso” precisó Alarcón, que añadió un detalle más al caso anterior: antes de irse, la mujer que estaba con la niña le pidió al pie del micro “ahora tocame la cabeza y curame la diabetes”.
El kilómetro de los milagros
En rigor, el fenómeno sobre las propiedades atribuidas a Gilda nacieron en ese mismo año, en un gira que la artista y sus músicos hicieron al norte del país y en la cual muchas madres subían con sus hijos en brazos al escenario para que la ex maestra jardinera “les bajara la fiebre”, aportó Gastón.
Pero estas experiencias se acrecentaron después que Gilda, junto a su madre, su hija y dos de sus músicos murieran en el accidente que sufrió el micro que los trasladaba en el kilómetro 129 de la Ruta 12, en Entre Ríos, lugar en el cual la fe popular levantó un pequeño santuario que reboza de notas, pedidos, agradecimientos y fotos dejadas por los devotos de la santa bailantera.
Alarcón, por ejemplo, explicó a EXPEDIENTES SECRETOS que tras la desaparición física de la artista “se dieron una cantidad significativa de hechos inexplicables” uno de los cuales tuvo lugar en la casa del presidente del principal club de fans de la intérprete del inolvidable “Fuiste”.
“Habían hecho un arreglo en la entrada a mi casa y los albañiles echaron una capa de Portland. Al día siguiente -subrayó Alarcón- una vecina me vino a avisar que en el cemento había una mancha, como si fuera una sombra, con una forma humana. Esa forma -afirmó- era el contorno de la cara de Gilda, de una de sus clásicas fotos. La marca desapareció al poco tiempo pero aquí sentimos como que ella nos está protegiendo”.
Más en línea con el efecto milagroso de la oración a Gilda, Ramón Eduardo Gómez, de 32 años, aportó el caso de su sobrina, Romina Gisella Gómez, que hace pocos años tuvo un serio problema de salud cuando se le descubrió una grave afección en el páncreas.
“Me aferré a Gilda y le pedí con mucha fe que ayudara a mi sobrina, que al final se salvó y hoy es madre de dos hijos”, señaló Ramón, un residente de Berazategui para quien la santa popular bailantera “es milagrosa y lo que hace es a través de Dios”.
Ramón también atribuyó a Gilda la curación de su hermana que también estuvo cerca de la muerte y en Quilmes, Dora Osuna, de 53, es una convencida que su hija y ella viven por la acción sobrenatural de la malograda cantante. “En el parto de la nena me reventó la placenta y en el peor momento le pedí a Gilda que me ayudara. Y así fue”.
La chiquita creció, tiene 12 años y se llama Gilda, por la gratitud de Dora para quien la santa de la bailanta “sigue haciendo cosas mí y por eso todos los días le rezo y le prendo una vela, porque también ayudó a mi hijito de seis mese cuando un broncoespasmo lo tuvo muy mal”.
Otra devota de este culto popular es Marta Bustos, de Puerto Madryn, quien quiso comprobar si eran verdad los dones que atribuidos a Gilda y viajó desde Chubut al santuario para pedir por su hija a quien le habían diagnosticado que era prácticamente imposible que concibiera descendencia. A los dos meses de ese viaje a Entre Ríos, la joven ya estaba embarazada.
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