Nos gusta pensar que una pesca exitosa no es aquella donde se han logrado mayor cantidad de peces, o acaso los mas grandes. Una pesca exitosa, sin dudas, es aquella que con muchos o pocos peces, nos hace inmensamente felices. Y este Viva la pesca es uno de los mas especiales en nuestros 20 años de historia. Porque fuimos felices de ser anfitriones de Kevin Ponce, un chico muy especial, que además de un retraso madurativo viene peleando con éxito contra su distonía muscular (enfermedad que no se cura pero se trata) y encuentra en la pesca deportiva su mejore terapia al alma, mas allá de la que los médicos le dan en los hospitales.
Kevin se hizo popular por los videos que su madre y su abuelo, Yanina y Rody Ponce, subían a las redes mostrando lo feliz que era pescando. Cuando necesitó un apoyo económico extra para comprar una carísima silla postural y solventar su tratamiento, amigos de la casa José Pesca organizaron una rifa y colecta a la cual se sumó un famoso cliente, el jugador de fútbol Milton Caraglio (ex Rosario Central), que, enterado del caso, compró la silla postural del niño. El caso es que Kevin empezó a ir a pescar mas seguido, siempre llevado pro su amorosa familia, e incluso a participar de concursos. Tira bien Kevin, y pese a que no puede hablar manifiesta como nadie su alegría ante una captura, con abrazos y gritos de felicidad.
A este niño y su familia convocamos en un pesquero que no podía haber tenido mejor puesto el nombre: La Amistad, parador del km 144,200 de la Ruta 2, a la vera de la laguna Chis Chis, con acceso íntegro por asfalto. Allí, sabiendo que podíamos hacer vivir a Kevin lindas emociones con carpas y tarariras que se venían dando en el propio embarcadero del pesquero, convocamos a los Ponce.
La firma Tech y los amigos de Payo Argentina nos dieron un equipo de pesca completo y señuelos que usamos en la ocasión para las taruchas. Pero, justo es decirlo, la mayoría picó en boyas Doble- T plop, armadas largas, de mas de un metro entre boya y anzuelo, para cubrir la profundidad del canal del embarcadero.
Además de preparar cañas para tararira en baitcast y con líneas con boyas, armamos dos equipos para pescar carpas, atando un simple esmerillón triple en el nailon que viene del reel, en donde pusimos dos brazoladas de 30 cm y la masa mas sencilla del mundo: par remojado y amasado al que prensamos en pequeñas bolitas sobre el anzuelo. Un tiro de tres metros basta para dejar el hilo flojo y esperar que las carpas lleven. Logramos tres ejemplares convencionales (suelen salir también carpas de espejo) que hicieron estallar de felicidad al pequeño Kevin, que las peleó como un crack, jugando con la estrella del reel para arrimarlas, hasta que pudimos copearlas.
Pero el show vino con las tarariras: a media mañana empezaron a activarse. Y como dijimos, Kevin tira como un campeón, por suerte, dado que el lugar, donde amarran lanchas, obligaba a ser precisos. Logró uno tras otros magníficos ejemplares de taruchas de 1 a 2 kilos, en tanto por mi parte, con señuelos, hice lo propio.
Al mediodía, los Rufrancos, dueños del parador La amistad, nos agasajaron con un suculento asado. Era tal la ansiedad de Kevin que al terminar de comer volvió a la pesca. Y en plena sobremesa, sentimos a su abuelo llamarnos eufóricos Kevin tenía prendida ¡una tarucha de 3 kilos!.
Como a toda la pesca, una vez desanzuelada la tarucha le preguntamos al niño qué quería hacer con la pieza. Y él, genio total, nos señalaba el agua, para que devolviéramos el pescado a su medio. Si, Kevin entendió lo que muchos adultos aún no: que sin peces en el agua, nos quedamos in diversión. Su ejemplo de vida, los iluminó a todos