Una nueva propuesta gastronómica en Ecuador vende dulces y postres hechos a partir de insectos. Se trata de BJ Power, el emprendimiento de una pareja ecuatoriana que busca combatir la desnutrición infantil y hacer un alimento proteico con materias primas más fáciles de conseguir y con menor impacto para el medioambiente.
La iniciativa surgió en 2019 de un proyecto universitario de Jonathan Lema, estudiante de Turismo en la Universidad de las Fuerzas Armadas (ESPE, por su anterior nombre de Escuela Politécnica del Ejército), en la ciudad de Latacunga, a unos 110 kilómetros al sur de Quito, la capital ecuatoriana. Su novia, Wendy Pacheco que además es bióloga le recomendó hacer platos con insectos, para incentivar la cultura de la "entomofagia" (el consumo de estos animales por parte de los humanos), inexistente en Ecuador. Ella tenía conocimientos de los insectos y él, de gastronomía.
Lema enfatizó que sabe cómo transformar esa proteína en algún postre delicioso. A partir de esta idea, presentaron para el trabajo universitario "empanadas con relleno de grillos y fresas cubiertas de grillos bañados en chocolate". Lo que los convirtió en los ganadores de la rueda de negocios en la Universidad de las Fuerzas Armadas, ESPE.
Más allá de los méritos académicos, la idea de sus productos con insectos tenía un objetivo claro: "Tratar de disminuir el índice de desnutrición en los niños, en este caso, de Latacunga". Indicó que el índice de niños con problemas de nutrición es sumamente alto y que con los postres, podrían elevar sus defensas.
"El principal beneficio de ingerir insectos es el alto contenido proteico, ya que este duplica al contenido normal que tiene una carne tradicional", explicó Wendy Pacheco, bióloga y co creadora del emprendimiento. También detalló que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ONUAA, también conocida como ‘FAO’, por sus siglas en inglés) lo había proclamado como una alternativa alimentaria real ante los desafíos que enfrentará la humanidad en los próximos años en materia de hambrunas y suplantar a la carne tradicional.
Además, explicó que como el potencial de reproducción es muy rápido, genera una materia prima accesible. Por esto lo vieron como una oportunidad para generar empleo a través del criadero de los insectos y poder ayudar socialmente desde su lugar.
La pareja emprendedora señaló que los insectos “son nutritivos, ya que contienen niveles elevados de proteínas, grasas y minerales”. Además, dice que tienen como cualidad que “pueden consumirse enteros o molidos, en forma de polvo o pasta, e incorporarse a otros alimentos”. Tratan de hacer estas preparaciones lo más atractivo posible para que los niños lo vean como una golosina y no un suplemento alimenticio.
Antes de la pandemia del coronavirus que restringió la movilidad en el país vecino, los emprendedores iban a ferias dónde eran bien recibidos por los clientes. Pero ahora están haciendo venta bajo pedido y planean en un futuro poder comercializar sus productos en tiendas y colegios para que se transformen en el desayuno y la merienda para los niños.
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