La cabina vibra. Las hélices giran hasta desaparecer de la vista. El tablero del piloto se llena de luces y relojes que muestra varios números. El helicóptero se eleva en forma recta. Afuera, una carpa militar se rompe por la fuerza del viento que la aeronave produce. También vuelan cosas que quedaron sueltas, como un radar de transmisión satelital y varias cantimploras. El Refugio Ingeniero Sardina comienza parecerse a una muestra de maqueta de algún estudiante de arquitectura. La proeza sanmartiniana es una historia personal concluida, pero la vuelta promete ser un viaje que mezclará el asombro por el paisaje, el temor de caer y el recuerdo del accidente de José Luis Gioja, ex gobernador provincia de San Juan.
“Estamos volando a unos 1.000 metros”, cuenta el piloto Walter Gallardo. “Ahora va a vibrar un poco por el viento. Un poquito nada más, no se preocupen”, adelanta. Sus palabras intentan tranquilizar a los cuatro pasajeros cuyos físicos (y caballos) les impidieron finalizar el camino de retorno a Estancia Los Manantiales, luego de cruzar Los Andes. Es así como “predijo”: la nave se mueve en su parte trasera. Por un pequeño espacio de una ventana se siente el viento contra el que lucha, pero la nave no se inmuta. Después comienza a normalizarse, pero la alerta vuelve. Será así hasta la capital de San Juan. Es que la Cordillera esconde peligros, como helicópteros caídos.
A principios de octubre de 2013 Gioja sufrió un accidente que casi le cuesta la vida. En Valle Fértil, la aeronave en la que viajaba se estrelló presuntamente a causa del viento. Murió la diputada Margarita Ferrá de Bartol. El mandatario pasó varios meses internado. Gallardo estaba en el baño cuando comenzó a sonarle el teléfono celular. Su helicóptero era el único disponible en todo San Juan. Tomó lo que pudo. Cargó combustible y emprendió el vuelo de rescate.
“Estaba muy mal, se le había roto un vaso. Le decía que faltaba poco para llegar”, recuerda. En la zona había ambulancias disponibles y cada minuto que pasaba significaba un peligro.
Gallardo asegura que “Los Andes está lleno de helicópteros accidentados, entre privados y estatales”. La zona tiene vientos fuertes “y los cambios de corrientes” que hacen difícil maniobrar, pero se requieren este tipo de naves, debido al peligro al andar a caballo por caminos que no pasan las 4x4. “Es complicado, sumamente complicada”, describe.
El viaje pasa de miedo de la primera vez al placer del acostumbramiento en pocos minutos. Debajo se despliega una columna de jinetes por una subida que, desde el aire, no parece empinada
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