Cada playa tiene su historia, y cada historia mil anécdotas.Y en cada una de ellas aparece, indefectiblemente, la figura paternal del guardavidas. Mirado de reojo por los que se enojan porque no los dejan meterse 'bien adentro' y querido por aquellos que saben que pueden entrar tranquilos al mar sabiendo que él está cuidando a todos.
Y hoy, en el día del guardavida, si se trata de encontrar a un representante emblemático de esta dedicada profesión, no podemos más que ir en busca de Yiyo, que hace nueve años custodia a los visitantes de Playa Grande, pero que ya lleva 24 años desempeñando esta función en las distintas playas marplatenses.
'Pertenezco a la vieja guardia -cuenta Yiyo con tono de satisfacción- a esa camada que eligió dedicarse a esto por una profunda vocación de servicio. Vine a vivir a Mar del Plata cuando era muy chico y me hice amigo de un grupo de guardavidas, que fueron los que me criaron.
Casi todos los que viven en esta ciudad conocen a Yiyo, lo mismo que buena parte de los que eligen Playa Grande; lo que pocos saben es que su nombre es Juan Ignacio Santillán y que su actividad lo mantiene con los ojos fijos en el mar de 7 de la mañana a 20. 'Arranqué cuando tenía 19 años -recuerda- en la Playa Popular, cuando tenía el cartel de Balcarce, y seguí allí cuando pusieron el de Celusal primero y el de Quilmes después. También pasé por Alfonsina, La Perla y La Serna, hasta que llegué a Playa Grande, que es un lugar que concentra, en su mayoría, a jóvenes que no superan los 24 años'.
En el repaso de su trayectoria, Yiyo reconoce que 'tendría mil historias para contar, porque es una actividad apasionante y todos los días pasan cosas, de las lindas y de las no tanto. La gente te reconoce y respeta mucho y eso es muy lindo; incluso llegamos a hacernos amigos de los que vienen todos los años. Claro que también, sobre todo con los más jóvenes, hay que ponerse serio para no perder la autoridad, porque tenemos que dejar en claro que hay cosas que pueden ser peligrosas y debemos acortar ese margen de riesgo. A algunos pibes no les gusta que les indiques que deben salir de determinado sector y uno tiene que manejar la docencia'.
En la extensa charla, Yiyo le contó a Diario Popular de su orgullo por lo que hace: 'Uno se siente muy gratificado cuando se da cuenta de que trabaja para el bienestar de la gente, como lo hace un bombero o un policía, arriesgando su vida', pero aclara: 'Para dedicarse a esto hay que llevarlo en la piel y se debe tener un compromiso total. Hay que estar concentrado siempre y tener el amor por lo que se hace tan necesario en cada profesión. Cuando yo selecciono a algunos aspirantes, me doy cuenta de quién tiene pasta y quién no. Acá no podés distraerte mirando una mina linda... eso no sirve. Hay que dejar la vida'.
Los que conocen a Yiyo destacan su habilidad para darse cuenta antes que nadie si algún bañista está en apuros y cuentan que, muchas veces, se meten al agua antes de que le hagan señas. 'Es que la experiencia -dice- es fundamental. Yo aprendí de los que sabían de verdad y me esmeré en recolectar cada detalle. También aprendí a ser un poco psicólogo; cuando uno entra al mar a rescatar a alguien, tiene que saber que esa persona está muy nerviosa y puede entrar en shock. Hay que hablarle y tranquilizarla antes de empezar a salir'.
Sobre su indumentaria, una sunga ajustada, explica: 'Uno tiene que usar lo más práctico; la fuerza del agua es terrible y una vez perdí la malla en un rescate... salí desnudo... porque la prioridad es la seguridad de las personas. Lo mismo les pasa muchas veces a las chicas, en medio de un salvataje no se puede uno ocupar de que no se salga la bikini. Por eso, para evitar problemas, cuando entro al mar lo hago con esta especie de calzoncillo bien apretado'.i