Con su esposa y desde las carencias más extremas, crió diez hijos y a cinco de sus 28 nietos que habían perdido a su madre, para lo cual realizó las ocupaciones más diversas, entre ellas ser, autoridad de un gremio.
En su casa del barrio Los Ceibos, en González Catán, lejos de su Victoria natal, allá en Entre Ríos y donde lo recuerdan como un goleador de raza que hizo historia en el club Sarmiento, Ángel Ricardo Albornoz disfruta en la calidez del hogar que empezó a construir hace 50 años junto a su esposa Esther, y que hoy se expresa en una descendencia que incluye diez hijos, 28 nietos y 4 bisnietos.
El 22 de febrero pasado, Albornoz hizo publicar en el correo de lectores de DIARIO POPULAR una carta conmovedora dirigida a Esther, en la que con motivo de las bodas de oro le ratificaba de corazón las gracias por haber sido artífice de esa maravillosa familia. "La figura es ella, yo solo acompañé", aclaró ahora a HISTORIAS DE VIDA el hombre que junto a su mujer no solo crió a los chicos propios, sino también a los cinco de entre seis meses y seis años del segundo de sus hijos, Javier, cuando enviudó en setiembre de 1995. "Ese fue un golpe duro", explicó Angel respecto a la pérdida de su nuera Stella Maris, tragedia que la familia absorbió con entereza y superó desde el amor.
Pero aunque para Angel su esposa es el personaje central de los Albornoz, la vida del jefe de familia a cual levantó desde las carencias más profundas en una casilla montada en Isidro Casanova cuando inició en la aventura en Buenos Aires, reúne aspectos pintorescos que hacen a lo que siente como blasón distintivo: "soy un sindicalista pobre".
Es que Angel, que tiene 72 años, fue un gremialista por vocación que arrancó en la lucha sindical en un horno de ladrillos, llegó a ser delegado en Techint y, más tarde, secretario general adjunto de UOCRA en la seccional Esteban Echeverría entre 1985 y 1988.
"Soy de familia radical y a pesar de no llevarme bien con el peronismo, en la conducción del gremio éramos sindicalistas y no hacíamos política", explicó.
A Jesús no le cayó bien
"Un día, nos recibió en el Congreso el entonces diputado radical Jesús Rodríguez y ni bien nos sentamos me preguntó sí éramos radicales o peronistas. 'Sindicalistas', le contesté y parece que no le gustó mucho porque apuró el fin de la reunión y nunca nos consiguió nada de lo que le fuimos a pedir".
Para Albornoz, "el sindicalismo es de los trabajadores" y su principal satisfacción es que habiendo sido dirigente gremial "puedo mirar a mis hijos a la cara aunque no tenga ninguna mansión".
En todo caso, su casa situada en la intersección de dos calles de tierra donde el feroz temporal del martes solo dejó barro en abundancia, incluye un kiosco multiservicio con el que suma algunos pesos a los ingresos jubilatorios que percibe.
Si algo denota la actitud positiva de Albornoz es la felicidad edificada junto a Esther y de la que son testigos directos Cacho,Javier, Pochi, Juli, Batty, Marcelo, el Tano, la Tana, Vicki y Jorge. Y a los que se suman Ariana, Jésica, Sabrina, Sergio y Alan, los nietitos hoy ya crecidos que llegaron cuando el asma les arrebató a su mamá.
Es que en el hogar enclavado allí en el Conurbano profundo reinan el afecto y el respeto que jamás faltaron nunca, ni siquiera la noche que Angel tuvo que dormir en las frías oficinas de la UOCRA de Esteban Echeverría, cuando tras conseguir que un empresario le pagara la suma que le debía desde hacía tiempo a dos obreros, se quedó sin dinero para volver a su casa en Catán.