Comallo, un pueblito de Río Negro de 1.800 habitantes, es la base desde donde un sacerdote porteño acerca en soledad y con sacrificio la voz de la Iglesia Católica a las comunidades originarias del lugar.
El grito de ¡aguante padre! hace que el obispo de visita en Maquinchao agradezca al muchacho de raíz mapuche pero con look de rockero pesado que se apoya contra un árbol de la calle blanca y polvorosa. Sin embargo el destinatario del saludo es el cura de otro pueblo, el Tata Gustavo, tal como se lo conoce en Comallo, poblado de Río Negro situado a unos cien kilómetros por tierra de San Carlos de Bariloche.

El hecho, en realidad pasó hace un tiempo y el sacerdote es el padre Gustavo Tartaglia, de 50 años, quien desde 1999 está radicado en esa zona de la Patagonia donde difunde la voz del catolicismo entre familias mapuches que todavía miran con recelo aquello que viene de la mano del hombre blanco.

Para tratar de encuadrar su misión en un perfil intercultural que permita abrir las puertas que habitualmente no se le abren con facilidad, Tartaglia se abastece de paciencia y convicción para transitar en su camioneta centenares de kilómetros en una competencia desigual con las decenas de iglesias evangélicas que proliferan en la zona árida, ventosa y solitaria.

Pero además de itinerar, el Tata Gustavo toma contacto con los jóvenes fieles, y de allí su reconocimiento en los jóvenes, a partir de sus gustos musicales, puntualmente los relacionado a ese género musical, ya sea desde el programa semanal “Vamos las bandas” que lo tiene como conductor en la FM Sur de Comallo o como líder del grupo “Reverendo Rock”.

“En el pueblo es la única banda de rock y es un medio para poder llegar a los jóvenes”, apuntó Tartaglia a HISTORIAS DE VIDA.

“Misionar es estar presente y para eso hay que moverse en todas estas distancias” explicó el sacerdote que desplegó su tarea pastoral en Ingeniero Jacobacci, Río Chico, Pilca Niyeu, Ñorquinco y el pequeño pueblo en el cual reside en la casa parroquial.

Con toda la fe

Formado en el seminario de Villa Devoto y ordenado sacerdote en 1990, Tartaglia aseguró que “hay que prestarle mucha atención a lo intercultural y lo interreligioso y, por sobre todo, ser respetuoso, tener la fe fresca y la cabeza abierta”.

Pero el cura rockero también tiene otro elemento a mano para estar cerca de la gente: desde 2004 es enfermero profesional lo que le permite desempeñarse como agente sanitario”.

“Ese rol a través de la salud posibilita conocer lo bueno y lo malo de cada familia”, remarcó, para hacer hincapié en un problema serio que golpea en la zona que es el alcoholismo que el año pasado tuvo otro aliado nocivo: las cenizas del volcán Puyehue.

El trabajo de las cooperativas de mapuches se vio resentido por el impacto volcánico y para colmo Comallo, el pueblo de 1.800 habitantes, sufrió un alud de barro que tapó que tapó los campos.

Hubo que salir adelante y la palabra del padre Gustavo tuvo buena acogida en función que es uno de los pocos blancos de la zona que suele participar de las festividades religiosas en honor a Futa Chao, al que consideran su Dios.

Y en ese medio, aquel seminarista que destinó sus primeras vacaciones a misionar en la zona donde terminó afincado, brega para que familias de poca base católica, sin rosarios ni procesiones, entiendan el mensaje espiritual surgido en la despojadas capillas asentadas en las que fueron sus dominios.

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