Cuando la diputada Ramona Pucheta termina cada día de trabajo en el Congreso Nacional, no es Puerto Madero ni un country exclusivo el lugar donde se encamina como lo hacen otros legisladores. En su caso, el viaje de cada fin de jornada la deja en Villa Albertina, más exactamente en el asentamiento en el que reside desde hace tiempo junto a su familia y en el cual los vecinos la reconocen como "la piquetera".
Ramona, de 49 años, reivindica en la acción un pasado singular que la convierte en una rara avis de la política con la que se siente comprometida en su propuesta de brindar contención y apoyo a los sectores sociales desprotegidos que son los que tienen que ver con sus orígenes.
Ya su nacimiento fue un advertencia de que las cosas que le esperaban más allá de su madre no iban a ser para nada sencillas. Tan difícil fue el parto que su nombre fue la mejor manera que mamá Alejandrina encontró para agradecerle a San Ramón Nonato, el patrono de las parturientas, la mano celestial otorgada para que su tercera hija llegara saludable al mundo, en Paraje Curundú, en la periferia de Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco.
"El lugar ya no está ni el mapa porque fue fagocitado por el crecimiento de la ciudad" aclaró Ramona a HISTORIAS DE VIDA. "Por aquellos días, mi padre trabajaba en las actividades del monte como la cosecha, la carpida y el obraje en el que también estuvimos instalados con la familia", añadió.
El trabajo duro en los campos de grandes terratenientes de la zona sumaba a veces, en la carpida por ejemplo, el aporte de Ramona y sus hermanos hasta que un día la madre consideró que ya era hora de ir a la ciudad para que los chicos tuvieran otro porvenir.
El paso fue traumático porque por espacio de 45 días la familia estuvo alojada en una suerte de casucha armada con frazadas y bolsas de arpillera, debajo de una escalera de la estación de Presidencia Roque Sáenz Peña. Después vino la casita de adobe en el barrio Tiro Federal y el primer trabajo de Ramona en un almacén con el que ayudaba a su mamá, que se desempeñaba como empleada doméstica, y a su padre, todavía vinculado al obraje.
"A mi me parece bueno acordarme de esos momentos porque son los orígenes que uno nunca debe olvidar. Y sobre todo porque a mi me enseñaron que luchar todos los días te permite escalar las montañas que tengas por delante", afirmó.
La muerte de su abuela materna aceleró la decisión familiar de bajar a Buenos Aires e instalarse en Luis Guillón, desde donde Ramona empezó a trabajar en el quiosco el hospital de Ezeiza hasta que recaló en una peletería de Flores.
La protesta en la pielCon las pieles Ramona encontró su oficio, luego hizo lo propio con Hugo, que se convirtió en su marido y con quien tuvo tres hijos, y más tarde, cuando el país entró en la crisis de los 2000, descubrió la lucha social. Así, los piquetes pasaron a ser parte central de su actividad combativa en el Movimiento de Jubilados y Desocupados liderado por Raúl Castells, con quien terminó rompiendo lanzas a poco de asumir su banca tras las elecciones legislativas de 2011.
Desde entonces, Ramona insiste en que su verdad es mantener vivos sus orígenes, en todo caso la matriz en las que forjó las convicciones que repasa cada vez que vuelve del Congreso a su casa, en el asentamiento.