A 35 años de la Guerra, los habitantes de las Islas Malvinas recibieron un revés que puede modificar una economía próspera. La ruptura con la Unión Europea pone en riesgo el 70 por ciento del PBI del Archipiélago

El 23 de junio de 2016, mediante un referéndum, Gran Bretaña optó por distanciarse de la Unión Europea, generando, de esa manera, un cisma que quebró la relativa calma que sostenía a la estructura supranacional en el Viejo Continente, un esquema que ya cuenta 60 años de vida. Y ese cambio de rumbo, que hizo eclosión en distintas partes del mundo, se sintió con fuerza a kilómetros de distancia, del otro lado del Océano Atlántico, en plenas Islas Malvinas. Allí, los residentes, que se consideran partícipes del Reino Unido tras la consulta desarrollada tres años antes, observaron, preocupados, cómo el puñado de beneficios que se evidenciaban por esa asociación, empezaba a caer en un manto de incertidumbre.

Poco menos de un año después, el extenso trámite burocrático en pos de la separación definitiva sigue su curso y, en el interín, el panorama en el territorio donde hace 35 años se sostuvo una guerra se vislumbra complejo, con interrogantes cada vez más contundentes, especialmente al posar la vista sobre las cifras que detallan una relación satisfactoria en el plano económico con Europa. ¿Por qué? El conglomerado de países que integran uno de los sistemas más potentes del planeta es el destino preferencial de un gran caudal de productos provenientes de estos lares.

A tal magnitud esa referencia que, por caso, cerca del 70 por ciento del producto bruto interno de las Islas Malvinas se confecciona de la mano de esa vía comercial fluida, que, era sólida en los últimos tiempos a partir de la no existencia de aranceles ni cuotas para hacer recalar los materiales, fundamentalmente el ictícola, principal elemento de esa economía.

Sin embargo, el golpe de efecto del Brexit sacudió el tablero, algo que ya había advertido, previo a la compulsa, Sukey Cameron, la delegada de ese territorio en Londres.

¿Qué indicó? Fue elocuente al remarcar que “un cambio que restrinja el acceso de los productos al mercado común europeo podría ser catastrófico”.

LEA MÁS:

Así la situación, si bien el camino es largo para concretar el alejamiento de Gran Bretaña, el puntal expuesto hace diez meses aceleró el pulso de los Kelpers. Es que no sólo es una cuestión meramente financiera, con una circulación que supera los 200 millones de dólares anuales, elevando el estándar de vida en esa región. Más aún, es un giro que podría desestabilizar el andamiaje político de unas “ Falkland”, tal como la denominan ellos, enlazadas al continente europeo, situación que se corroboraba en el pasado con la aceptación por parte de los integrantes de la Unión Europea como un territorio de ultramar puramente británico.

Sin ese nexo preexistente, la relación entra en un cortocircuito que trae, en principio, más problemas al terreno insular que al Viejo Continente, dado el saldo sentenciado por los números. Pero la carta de las Islas Malvinas está en la expectativa, a sabiendas de ser un campo de relevancia estratégica si se toma en cuenta la exploración marina en búsqueda de petróleo, algo que se habilitó desde 2010, más allá de los vaivenes en las inversiones, con la ilusión de los isleños de contar entre sus recursos con uno de los elementos más preciados en el mundo moderno.

Esa circunstancia, sumada a la ubicación en el globo terráqueo, que para algunos es vital a partir de la cercanía con Latinoamérica y, especialmente, con la Antártida, de cara a un futuro en el que el continente blanco se torna de absoluta relevancia, hace que la relación no sea proclive a la tensión.

¿Y entonces? La respuesta está en los reglamentos, que gatillaron, por caso, el Brexit mediante el voto popular; pero más aún en el sentido pragmático que suele primar en las principales economías del planeta. Por eso, la incertidumbre reinante durante estos meses se mechó con instantes de tenue calma, en los que se palpó un panorama que no golpee tanto el status quo.

LEA MÁS:

Ya lo habían señalado, por ejemplo, integrantes de la Asamblea Legislativa en las propias Malvinas al considerar que “triunfará el interés mutuo y el acceso al mercado europeo continuará”. Ese equilibrio es el eslabón que plantearon los propios Kelpers cuando, en 2013, afrontaron un plebiscito para confirmar o desestimar el seguir siendo administrado por Reino Unido. Y la votación habilitó con un 99 por ciento el permanecer allí, más allá de la disputa que continúa entre Argentina y Gran Bretaña hace añares.

Hoy, el Reino Unido se debate entre los eurofóbicos, esos hombres y mujeres que añoran tiempos de preponderancia británica, a distancia de la Europa continental; y los eurófilos, que se vieron sorprendidos por los resultados de junio y confían que la crisis no los sacuda más de la cuenta.

Los habitantes de las Islas Malvinas, en el medio de ese conflicto, sin voz en el referéndum, ven, al otro lado del Atlántico, qué ocurre con miras a un futuro que tiene más preguntas que respuestas.

Aparecen en esta nota:

Contacto

Registro ISSN - Propiedad Intelectual: Nº: RL-2025-11499155-APN-DNDA#MJ - Domicilio Legal: Intendente Beguiristain 146 - Sarandí (1872) - Buenos Aires - Argentina Teléfono/Fax: (+5411) 4204-3161/9513 - [email protected]

Edición Nro. 15739

 

Dirección

Propietario: Man Press S.A. - Director: Francisco Nicolás Fascetto © 2017 Copyright Diario Popular - Todos los derechos reservados