Tras extensas discusiones, el bloque llegó a un arreglo para confeccionar el plan de rescate por la pandemia de Coronavirus. El papel de cada bando en un grupo dividido que encontró su hoja de ruta para las próximas décadas

Luego de varias semanas de discusión, finalmente la Unión Europea llegó a un acuerdo y confeccionó un plan de rescate para evitar su colapso en medio de la pandemia de coronavirus. Y si bien restan detalles por pulir, con el visto positivo en particular de los parlamentos de cada miembro, se trata de una hoja de ruta que, en busca de solucionar la crisis sanitaria y económica, resalta la dinámica del bloque a nivel político y social para las próximas décadas.

La travesía fue ardua para los líderes del Viejo Continente, especialmente por el duelo discursivo que se generó entre las naciones del norte y el sur, apenas empezaron los cruces para intentar llegar a un arreglo, meses atrás. Es que, después del golpe certero que significó el tendal de infectados y el gran caudal de víctimas a partir de la saturación hospitalaria, los territorios más afectados pretendieron recibir una ayuda considerable desde lo financiero que los demás no estaban dispuestos a solventar.

Aquel enfrentamiento, bajo el mote de los Coronabonos, se saldó con la aparición en escena de Francia y Alemania, las piezas clave del ente supranacional, que allanaron el trayecto en su momento para que hoy sea una realidad el acuerdo. Sin embargo, al observar la letra chica, se evidencia que no fueron pocas las concesiones de uno y otro lado para certificar el proyecto.

En principio, los números fríos: la reconstrucción marcha por dos carriles, uno específico del actual contexto de emergencia y otro con la mirada en el largo plazo. En ese sentido, sobre aquel item de urgencia, se ubican sobre la mesa 750 mil millones de euros, a utilizar el 70 por ciento entre 2021 y 2022, mientras que el restante 30 por ciento se estipula a fines de 2023; en tanto que el otro, más amplio y de extenso espectro, corresponde al presupuesto de la UE en el lapso 2021-2027, en el que se hacen efectivos poco más de un billón de euros.

Todo ese combo, en el marco de distintos programas, fue el eje de un itinerario que no estuvo exento de complicaciones y amenazas de quiebre, por lo que se transformó en una de las sesiones más largas desde la creación del bloque, siendo el antecedente inmediato el de la cumbre de Niza, en 2001, cuando se definió la institucionalización parlamentaria a nivel europeo. En ese momento, a la espera de la ampliación del grupo, se le brindaba mayores poderes de discusión a los estamentos supranacionales, que derivó en una más detallada democratización. Y para llegar a ese arreglo hubo que pasar por conversaciones de largo aliento, que empezaron el año anterior.

Ahora bien, dos décadas después, ¿por qué se torna tan relevante el choque de ideas? Se trata de un escape a la crisis que intenta concretar Europa, y el acuerdo muestra que se consolida el bloque, en detrimento de muchos argumentos que suponían su anulación, dado el drama actual con la pandemia, el panorama previo convulsionado con el Brexit aún fresco, y el futuro de pura incertidumbre con la guerra comercial que la ubican en el medio de China y Estados Unidos, los dos gigantes del tablero internacional.

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Por lo pronto, si bien no hubo quiebre, hay heridas que costarán cicatrizar tras la reunión. ¿Por qué? Los bandos no consiguieron todo lo esperado en sus carpetas, y si bien hubo guiños a los dos costados, el resultado finalmente quedará supeditado a cómo se manejen las finanzas hasta 2058.

¿2058? Si bien está lejos de préstamos centenarios que se dieron recientemente en América Latina, de aquel lado del océano Atlántico tienen en el horizonte casi 40 años como plazo máximo para saldar las deudas que se tomen en el vigente periodo de gracia. Y la particularidad es que quien se encargará de buscar los créditos es la propia UE, como órgano en conjunto, generando un precedente histórico, al propiciar la mutualización de los números en rojo, que fue el puntal principal de la discusión que creó la grieta entre norte y sur.

En el norte habían alzado la voz los denominados países frugales, con Holanda a la cabeza, en un esquema que incluye a Dinamarca, Austria, Suecia a Finlandia, todos tendientes a controlar las finanzas con mucha austeridad; mientras que en sur están los que más perjudicados por el Coronavirus, entre los que se cuentan a Italia y España, más tendientes a ser más laxos en el manejo económico. En el medio, Francia y Alemania, tomando las riendas para que no se desmadre todo.

Que el bloque se endeude en general provoca que los que mejor posicionados estén, paguen mucho por los que peor están, que no supieron controlar sus desmanejos. Ese argumento llevado por los frugales les habilitó beneficios en la pulseada discursiva, especialmente en lo referente al rescate de emergencia de 750 mil millones de euros, pero también, aunque en menor medida, en los programas específicos del presupuesto de 2021-2027.

Sobre aquello, lo siguiente: de esos 750 mil millones, la UE había pensado en primer término que 500 sean en la modalidad de subsidio y 250 en préstamos, pero finalmente se reparten en 390 en subsidios y 360 en préstamos. Así, esa batalla de resultado inmediato la ganaron los del norte, pero el más importante beneficio lo tienen hacia delante, con la confirmación de dos incisos clave en el programa de los próximos seis años: para aquel billón a buscar en el mercado, se expone una especie de cheques de descuento, que le permite a esos países que abonan cierta cifra al grupo, conseguir un reembolso si acaso no es utilizado (una recompensa que había sido ideada en otro contexto por Gran Bretaña bajo el ala de Margaret Thatcher y que ahora sacaron bajo la manga los frugales, paradójicamente, cuando la isla ya no está en la organización); y también la creación de un "freno de emergencia", pauta que le concede la oportunidad a uno o más países de elevar una queja a la Comisión Europea si acaso se observa que algún rescate brindado a algún miembro no se está utilizando como estaba estipulado (en el ojo de la tormenta están Polonia y Hungría, con gobiernos personalistas de la mano de Andrzej Duda y Viktor Orban, respectivamente).

Esta última cuestión lleva al eje final: cómo se administran las finanzas para darle vía libre al plan y que las naciones más necesitadas apliquen los criterios correspondientes. La determinación está en el paquete de "recuperación y resiliencia", que va a estar establecido en los terrenos más castigados por la pandemia, y que cuenta con un saldo aproximado de 670 mil millones de euros, una cifra mayor a la planeada de antemano, en torno a una pulseada que sí ganaron los del sur. Serán distribuidos, entre otros ejes, en un primer tramo (2021 y 2022) por el nivel de desempleo entre 2015 y 2019; y lo restante, para llegar a los 750 mil millones firmados (a fines de 2023), por el bajón del PBI que se analice entre 2020 y 2021.

Sin embargo, eso llevó a la baja de otro programas más estructurales, que vieron cómo redujeron sus presupuestos. ¿Cuáles? Los destinados a la ciencia, con el proyecto Horizonte Europa, que pasa de 13 mil millones a 5 mil millones o el fondo de Transmisión para el Clima, que pasa de 30 mil millones a 10 mil millones.

Pero, ¿el acuerdo verde que se preveía? Europa pensaba su futuro post pandemia con una economía más ligada a la ecología. Y si bien esas reducciones no ayudan a creer en ese criterio, lo concreto es que la ligazón con el medioambiente está en el mediano plazo, en cómo saldar las deudas. Y la lógica indica mayor recaudación vía impuestos. ¿De dónde? Entre otros ítems, como la tasa digital y la de transacciones financieras, está la más concreta y palpable en lo inmediato: al plástico no reciclado por parte de los estados. A eso se le agrega, claro está, la pretensión de exigir en los proyectos de reactivación económica, la búsqueda de industrias no contaminantes y una menor emisión de dióxido de carbono, a la espera de darle un espaldarazo al golpeado Acuerdo de París.

Todavía resta un camino largo pero el arreglo ya tiene la estampa de los 27 miembros de la Unión Europea, que ahora miran de reojo a un futuro incierto, pero con mayor aplomo, a la expectativa de mantenerse como bloque más sólido en el mundo después del Coronavirus.

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