Hugo Chávez lo hizo casi dos décadas antes, pero hoy el contexto es otro. La grieta en el país conducido por Maduro parece no zanjarse con las elecciones de este domingo: el Presidente asegura que busca escuchar los reclamos de todos, mientras que en la oposición alertan sobre una futura dictadura

Más de tres meses de protestas en los que perdieron la vida más de un centenar de personas es el saldo, con frío números, de una Venezuela en plena ebullición que no termina de estallar y que tiene ahora un nuevo capítulo en la elección a la Asamblea Constituyente que busca modificar la carta magna impuesta por Hugo Chávez en 1999 y que es tildada como vital para encausar el diálogo en la voz del Gobierno de Nicolás Maduro, y que es señalada como el paso inicial hacia una futura dictadura en la boca de los más fervientes opositores.

En ese sentido, certificada una grieta profunda, que lleva años pero que encontró un punto que parece de no retorno en los últimos meses, la votación que se resalta por estas horas cuenta con una mirada dispar por parte de los bandos, ya si para unos es trascendental para exponer una visión “más participativa” de la sociedad en la realidad que se atraviesa, desde el otro sector se le quita valor, a tal magnitud que la intención radica en no ser parte de la contienda, exponiendo, con urgencia, un llamado a sufragio universal libre, base para allanar el camino a una salida del presidente.

Ahora bien, en medio de ese ida y vuelta que muestra a los políticos en el centro de la escena y que arrastra a todos los ciudadanos, se corrobora la distancia de 18 años de una República Bolivariana, tal el nombre que adquirió con la variación legislativa en el fin del siglo pasado, que se topó con la necesidad de realizar un viraje para evitar una conclusión de ciclo que para los contrincantes se percibe inexorable.

¿Cuáles son las diferencias entre aquella asamblea de julio del '99 y la actual?

En principio, los contextos son diametralmente opuestos: ayer el país caribeño se encaminaba, pese a las divergencias internas previas, a confeccionarse como un faro en Latinoamérica de lo que luego se dio en llamar el socialismo del siglo XXI, y al cual se acoplaron, con el correr del tiempo y de la mano de Chávez, distintos gobiernos de naciones aledañas. Hoy, sin su mentor, Maduro transita su labor inmiscuido en una crisis de enormes magnitudes, en la que se cuenta desde una inflación galopante a un drama de abastecimiento alimentario y sanitario sin precedentes. Y allí radica cómo es que uno llegó a la votación con un plafón considerable y se consolidó y el otro está más endeble y desde la oposición encuentra mucha resistencia.

Desde ese puntal de convocatoria, entendiendo el panorama, la vigente constituyente tiene en su seno una legitimidad distinta a su antecesora, dado el llamado que se hizo para realizar la votación. ¿Por qué? Ayer contó con la habilitación de todo el espectro social con un sufragio universal y directo, en sintonía con lo que había sido la estructura, por caso, de la elección parlamentaria de poco tiempo antes.

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Hoy, la lógica es otra. De los 131 asambleistas de aquella ocasión se pasa a 545, de los cuales 364 serán electos de forma territorial –uno por municipio, agregándose otro en las capitales estaduales- y otros 181 saldrán a partir de la representación de ocho estructuras seleccionadas por el Ejecutivo, a saber: trabajadores, empresarios, campesinos, estudiantes, pueblos indígenas (ítem que también tuvo su cupo con Chávez), pensionados, personas con discapacidad y consejeros comunales. Especialmente este último eslabón es el que cuenta con mayores críticas por parte de la oposición, pues entienden que allí hay una sólida estructura oficialista que desvirtuaría los números, por lo que la tildan de corporativista.

Por lo pronto, esa fórmula cuenta con el aval del Consejo Nacional Electoral para diagramar las bases de cada bloque, situación para la cual, justamente, los opositores resaltaron cierto cuestionamiento. Y no fue el único, ya que el plano territorial también lo centraron en la polémica, simplemente por una pauta de cifras: deja de importar la cantidad de gente, ya que cada ciudad tiene su propio voto. El guiño, entonces, es para las zonas menos densamente pobladas, en detrimento de las más, donde, en general, se posa el voto antichavista. La respuesta gubernamental estipula, en paralelo, la premisa de abrir el abanico a que todos participen y cuenten, corporativamente, sus propios problemas y brinden sus soluciones.

Por último, lo que diferencia a una asamblea de la otra se evidencia en el argumento legal que deriva en la constituyente. Es que, ayer hubo un referendo consultivo previo a la concreción de la reunión general. Y, a su vez, apenas estipulados los lineamientos de la carta magna, se dio vía libre a otra consulta para aprobarla. Fueron, de esa manera, avales para el líder bolivariano con un 87 por ciento en el primer caso el 25 de abril de 1999, y más de un 70 por ciento en el segundo, el 15 de diciembre de ese año.

Hoy, con la crisis a flor de piel, y una oposición alineada en pos de un objetivo de deslegitimación, en principio no hay referendo a la vista, algo que se especula como un punto de debilitamiento de Maduro y compañía. Y, para colmo, en las últimas semanas, con la escalada de violencia resaltada, el antichavismo encontró un artilugio legal, paradójicamente, en la Constitución bolivariana, ese artículo 350 que estuvo en boca de todos cuando se lanzó un ataque desde un helicóptero piloteado por un militar embanderado con ese número.

¿Por qué? Estipula la figura del referendo revocatorio en detrimento de su gobierno, pues “el pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”.

Pero el Tribunal Supremo de Justicia le había puesto el freno a esa maniobra, ya que para que se aplique, según la ley, primero se tiene que confeccionar una Asamblea Constituyente, y si acaso esa estructura es ilegal, recién ahí salta a la vista el artículo en cuestión. Es, entonces, un círculo vicioso que complica su implementación.

Será cuestión de observar cuál será el devenir de una Venezuela que se sume en protestas cada vez de mayor calibre y la ebullición parece no tener fin, mientras, en medio de los tironeos entre el Gobierno y la oposición, los fríos números de las muertes se siguen acumulando.

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