Pedro Sánchez representa un verdadero triunfo de la obstinación. Habiendo afrontado dos duras derrotas en las últimas elecciones y habiendo sido expulsado luego del liderazgo de su partido, el socialista salió airoso de una última y arriesgada apuesta que lo catapultó al poder en España.
Este ex profesor de Economía de 46 años fue la cabeza principal de una ola de indignación por la condena judicial del Partido Popular de Mariano Rajoy en un caso de corrupción, y vio recompensada su obstinación al conseguir los apoyos para aprobar la moción de censura que sacó al líder conservador de la presidencia del gobierno.
“La fortuna le ha abierto la ocasión de poder jugar un papel central”, estima Fernando Vallespín, politólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, para quien Sánchez jugó “una apuesta más que arriesgada” y “un poco a la desesperada”, teniendo en cuenta que el Partido Socialista se encontraba hasta este viernes “muy apartado de la primera línea de la discusión política”, ocupada por el PP, los liberales de Ciudadanos y la izquierda radical de Podemos, acota el experto.
Tan es así que, para conseguir la aprobación de la moción de censura, Sánchez, que no es diputado y cuyo partido tiene sólo 84 bancas de las 350 en la Cámara Baja, se vio obligado a pactar la moción de censura con la izquierda radical de Podemos, los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos.
Para el analista Antonio Barroso, el líder socialista prevé adoptar medidas sociales rápidamente para “impulsar la popularidad del PSOE” y llegar fortalecido a unas elecciones anticipadas, en las que los sondeos dan como ganador a Ciudadanos.
“Es un político audaz y no excesivamente reflexivo y que piensa más en términos de corto plazo”, señala Vallespín.
Nacido el 29 de febrero de 1972 en Madrid, Sánchez creció en una familia acomodada, de padre empresario y madre funcionaria. Al mismo tiempo que le dedicaba muchas horas a jugar al básquet (mide 1,90 m) estudió Ciencias Económicas, primero en su ciudad y luego en Bruselas.
Amante de la política desde joven, fue concejal municipal en Madrid de 2004 a 2009, cuando se convirtió en diputado y su carrera despegó.
Fue propulsado en 2014 a la cabeza de un PSOE debilitado gracias a las primeras primarias del partido, y salió segundo en las elecciones que Rajoy ganó en diciembre de 2015. Intentó formar gobierno con los partidos emergentes de Podemos y Ciudadanos, pero la iniciativa no llegó a buen puerto.
En la repetición de las elecciones en junio de 2016, el PSOE registró su peor resultado desde el restablecimiento de la democracia española en 1977 y Sánchez fue defenestrado por una rebelión interna de su partido, que lo culpaba de los malos resultados en las urnas.
Pero en mayo de este año volvió por la puerta grande, cuando los militantes lo devolvieron a la cabeza del partido.
En la vereda de enfrente, no obstante, Sánchez es considerado un traidor. El hombre que en los últimos meses hizo frente común con Rajoy frente a la tentativa independentista en Cataluña, será recordado por el PP por lograr la caída de un jefe de gobierno que sobrevivió a numerosas crisis previas.
“Sánchez pasará a la historia de España como el Judas de la política”, lanzó recientemente Fernando Martínez-Maillo, número tres del partido conservador. Y el mismo Rajoy le había reprochado el jueves en el Congreso de los Diputados llevar a cabo “un ejercicio de oportunismo al servicio de una ambición personal”.
Poco preocupado por lo que digan y piensen sus rivales políticos, Sánchez ya tuvo sus primeras declaraciones como líder de España, incluso antes de haber sido elegido como tal por el Parlamento.
“Se abre un nuevo tiempo en la política española y tiendo la mano a todos los grupos parlamentarios. Rajoy ya forma parte de un tiempo pasado al que este país está a punto de pasar página, y lo que conviene a España es mirar al futuro sin miedo”, expresó el jueves al exponer su plan de gobierno, impecablemente vestido de traje oscuro.