La violencia y destrucción crecen en la misma proporción que aumenta el miedo y la incertidumbre de los pobladores de Nagorno Karabaj, el epicentro desde hace una semana de enfrentamientos bélicos entre Armenia y Azerbaiyán.
La vieja disputa entre las dos etnias residentes en el sur del Cáucaso, floreció nuevamente y las pérdidas, tanto humanas como materiales, son una triste realidad que parece no encontrar una pronta solución y alimentan los peores designios: una nueva guerra como la que se vivió entre 1988 y 1994.
Ambos países se acusan mutuamente de provocaciones a gran escala y desinformación sobre lo que está pasando. En tanto, mientras la comunidad internacional exhorta a las partes a deponer las armas y cesar el fuego, Turquía se expresó abiertamente en apoyo a Azerbaiyán y exigió a Armenia a "que se retire de los territorios ocupados" y de ese modo se restablezca la paz y estabilidad en la región.
Nagorno Karabaj es reconocida internacionalmente como parte de Azerbaiyán, pero la mayoría de la población es de etnia armenia que durante más de un siglo se ha resistido al dominio azerbaiyano.
Si bien las cifras no son claras y varían de acuerdo al lado desde donde se difunden, Armenia ha reportado 207 bajas entre sus militares desde el inicio del conflicto, número que Azerbaiyán estimó en 2.300 y casi una treintena de civiles muertos desde el afloramiento del conflicto el pasado 27 de septiembre.
En cuanto a las pérdidas de equipamiento militar, según la parte armenia, Azerbaiyán ha perdido 355 vehículos blindados, 123 drones, 14 aviones, 14 helicópteros y 4 sistemas de misiles Smerch.
Azerbaiyán, a su vez, afirmó que de acuerdo a sus informes, Armenia perdió hasta 230 tanques y vehículos blindados, 250 sistemas de artillería, 38 sistemas de defensa antiaérea, 10 puestos de control y vigilancia, 7 almacenes de municiones, más de 130 automóviles y un sistema de misiles S-300.