Tal vez, como muchos auguran, esta cumbre de mandatarios será evocada como el “G19+1”, por la situación en la que se retiró el presidente de los EEUU, Donald Trump. Pero este encuentro entre los líderes mundiales y los presidentes de los países emergentes también podrá ser recordado como la cita de las contradicciones históricas y las segundas lecturas. Qué fue a buscar cada presidente y qué mensaje envió luego de las reuniones bilaterales más importantes.
Sin lugar a dudas, el más esperado de todos fue el encuentro entre el presidente de los Estados Unidos y su par de Rusia, Vladimir Putin. Mil veces nombrados luego de que se descubriera que un grupo de hackers de la ex Unión Soviética había participado activamente en las elecciones norteamericanas violando la seguridad del correo electrónico de la candidata demócrata, Hillary Clinton, los dos mandatarios debían transmitir seguridad y firmeza en el primer encuentro. Pero, claro, el montaje debía parecer real: era necesario mostrar que no se conocían, que el diálogo no era fluido y que la histórica enemistad de ambos países no se había movido un centímetro. No lo lograron.
“Es un gusto conocerlo personalmente”, le dijo Putin a Trump al comenzar la reunión. Luego, fueron dos horas y cuarto -estaba pautado un encuentro de 45 minutos- donde los mandatarios dialogaron sobre los temas de la agenda. Al salir, los asesores de ambos mandatarios dieron versiones distintas.
Mientras que el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, aseguró que Trump “presionó” a Putin para que dijera la verdad sobre la injerencia del Kremlin en los pasados comicios, el canciller ruso, Sergei Lavrov, aseguró que fue el neoyorquino el que expuso todo como una guerra con los medios de su país e incluso “aceptó” la versión del ruso.
Lo real es que el presidente de EEUU debía retornar a Washington con algo que decir, con una imagen más firme. Incluso, en Varsovia, antes de partir rumbo a Hamburgo, había exhortado a Rusia a abandonar su “comportamiento desestabilizador”. Esto último, en relación a las acciones militares que permitieron que Rusia anexe a Crimea a su territorio, hecho que motivo fuertes sanciones por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Justamente, para lo único que Putin necesita a Trump es para que se levanten esas sanciones.
Al finalizar la reunión, ambos mandatarios coincidieron en que el encuentro significó un paso hacia adelante en la recomposición de las relaciones bilaterales, algo que se había dado mucho antes, incluso antes de que el millonario de la construcción haya llegado a la Casa Blanca.
Pero hay otros dos encuentros que sin dudas también colaboraron para que la cumbre de Hamburgo sea recordada como el “G19+1”. Por un lado, el que tuvo a la anfitriona y canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de China, Xi Jinping, y el que reunió a la teutona con el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Irónicamente, la fraternal sociedad entre la alemana y el chino (quién lo hubiera imaginado) tiene por único objetivo bajar las pretensiones económicas de Trump. Es que tanto “la cuna del capitalismo” como “el gigante comunista” hacen temblar todas las definiciones históricas reclamando proteccionismo, el primero, y libre mercado, el segundo. Y a Merkel, que el rol de capitana de Europa le sienta muy bien, también le sienta muy bien la postura china. Con Macron como principal aliado, avanza en el fortalecimiento de la Comunidad Europea. Ellos son los grandes ganadores. ¿Quién es el gran perdedor del G20? No, no es EEUU; el damnificado es Gran Bretaña, que hace menos de un año amenazaba a la eurozona con el “Brexit” y que ahora vio entrar a primera ministro británica, Theresa May, prácticamente de rodillas tras el golpe de las pasadas elecciones.
En conclusión, la Casa Blanca y el Kremlin fueron a buscar un mensaje para el interior y un acercamiento para el exterior, aunque sólo Putin haya logrado su cometido. Merkel y Macron siguen fortaleciendo una alianza pro europea que tiene en frente a Rusia y a EEUU, pero consiguieron un aliado como China, que es un lujoso escudero para los tiempos que corren. Y Gran Bretaña, que entre plebiscitos y elecciones no tiene más que disgustos, certificó que está sola y con un panorama nada favorable.