Con 64 años, el hombre de Ciudad  Evita, retirado en 2000, sueña con retomar su travesía con los motores, ilusionado con mostrar sus atributos. "Tengo ganas de  volver", señaló, con plena confianza.

Si bien el tiempo cura todo, ordena, desordena y vuelve a ordenar, no puede con la pasión. Es que perdura, inalterable, sólo que a veces se toma un descanso, aunque eso no significa que se pulverice. Es el caso de Julio César Basconcelo, quien con 64 años, además de conservar recuerdos, anécdotas y experiencia arriba de los autos de competición, maneja las chance de volver a las pistas.

El piloto de Ciudad Evita dejó la actividad en el 2000, pero siempre estuvo vinculado al mundo de los fierros, como preparador. “No corrí más y ahora tengo ganas de volver. Hay dos proyectos. Uno rearmar un Torino con un casco nuevo, ya que al mío lo vendí en su momento y no lo puedo recuperar, porque no lo quiso vender el dueño; o bien los Fiat 600 de Fórmula 07, pero además hay un Fairline para ponerlo en pista en el Pro Car 4000”, señala el protagonista. “Pero primero tengo que poner bien el taller, ya que me he mudado a Villa Madero (Constituyentes 67). De todos modos, mi ilusión es rearmar un Torino, pese a que es el más costoso para armar y siempre está atrás en los reglamentos. Siempre fui por la más difícil‘, aclara.

El hombre siempre estuvo activo, aunque fuera debajo del auto, en boxes, en lugar de la pista. “Si no corría preparaba autos. Dejé de correr a fines de la década del 90’ y siempre estuvo latente volver, pero se complicaba hacerlo con el Toro. Así, en el 99 alquilamos una Chevy a Rubén Compagnucci, corrí una carrera en el Turismo 4000 Argentino, pero el dueño vendió el auto y al año siguiente me aboqué al Zonal Pista preparando un par de VW Gol”, describe.

Trayectoria

Ciudad Evita, rock and roll y fierros. Así se puede resumir las pasiones de Basconcelo, quien corrió en Fórmula 5 de 1979 a 1989, en Supercart entre 1989 y 1994 con Torino y en Fórmula 1 Mecánica Nacional en el 98. “Siempre en Ciudad Evita, soy fanático de mi ciudad, nací, crecí y moriré allí supongo. Es todo, es donde crecí, donde mis viejos me enseñaron, me guiaron, aunque por esas cosas de la vida uno tiene que tomar por otro camino. Pero lo fundamental es que uno debe volver, quiere volver. Por eso, hoy circunstancialmente estoy en General Rodríguez. Pero de Ciudad me acuerdo de los amigos, tiene algo mágico; cuando te vas hay algo que te atrae y te hace regresar”, afirma.

Así asoman los recuerdos de la infancia y adolescencia. “Era el loco del barrio, con choperas, el que probaba el F-5 y la gente me alentaba. Y luego el loco armó un Torino para Supercart, con el Negro Benavídez, y al que iba a probar en la Ruta 21”.

El piloto y vecino de Ciudad Evita recrea las mejores imágenes en pista. “La carrera del debut me quedó grabada por tener esa característica. La otra fue largar 25 y entrar once en el trazado 12 del Gálvez. Fue venirme para adelante por méritos propios sin que nadie abandonara. Era espectacular porque con un presupuesto escaso luché ante gigantes”.

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