El proyecto fue confeccionado por un póker de estudiantes que se recibieron en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLam), pauta que hizo furor en la última exposición realizada en la institución.

Hoy, cuando la ciencia ve recortado su desarrollo a partir de achiques presupuestarios, como sucede en otros estamentos de la vida nacional, ellos, los estudiantes e investigadores se resisten y luchan con la única arma que tienen: la inventiva. Este es el caso de un grupo de cuatro ingenieros en informática recién recibidos en la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM), que antes de despedirse de la casa de altos estudios le dieron forma a un simulador de vuelo y paracaidismo, que hizo furor en la última exposición realizada en la institución.

Ezequiel Lobatto, Martín Deuteris, Gabriela Medina y Gustavo Lera son los cerebros que hicieron emocionar a sus propios docentes cuando el Simulador Drop Bottom vio la luz. Se recibieron en diciembre de 2016, pero antes debieron armar el proyecto específico. “Es la última materia y se pone de manifiesto todo lo que aprendiste en la carrera”, explica Medina. Y Deuteris apunta: “Nos pidieron varias ideas, propuestas y entre ellas pusimos el simulador de vuelo, al que le agregamos como funcionalidad el paracaidismo”.

Medina es quien toma nuevamente la posta y cuenta: “Hubo que hacer presupuestos, buscar documentación, hacer dibujos, planos y así generar bien la idea a partir de las pautas de los profesores. Se arrancó de cero”. Así, la plataforma quedó a cargo de Lobatto; la realidad virtual fue responsabilidad de Lera; la interconexión del servidor pasó a manos de Deuteris, mientras que de la gestión, comercial y documentación se encargó la dama.

El Drop Bottom, a grandes rasgos, se trata de una plataforma, propulsada por un motor eléctrico, en la que la persona queda suspendida mediante arneses, se generan efectos con un ventilador tira aire desde abajo. A quien se sube se le coloca unas gafas especiales que en su frente lleva un celular, en cuya pantalla se reflejan los efectos de movimientos a partir de una aplicación, que la llamaron Kiki.

“En la expo de la universidad recibimos el primer puesto en originalidad”, afirma Deuteris y Medina agrega: “Pero el premio mayor fue el aplauso sostenido de la gente, el reconocimiento de la familia, docentes y compañeros” y apunta: “En la expo mucha gente se acercó para subir al simulador. Se había generado una expectativa grande, hasta las autoridades de la universidad se subieron”. A su vez, el hombre acota: “Fueron unas diez personas por jornada y el último día se duplicó”.

La experiencia es de tres minutos, pero son 10 en total por persona, ya que se suma la preparación. “La persona tiene un pulsador en la mano que es de emergencia, y otro para el paracaídas, ya que en la pantalla le aparece un mensaje que abra paracaídas y empieza a ver la ciudad”, explica Lera. Y Lobatto deja escapar la carcajada al recordar que “cuando se enteraron en la universidad que íbamos a colgar gente arriba de un ventilador, empezaron a preocuparse”.

Proceso

“Arrancamos en abril y se terminó en octubre, porque el 31 fue la Expo Proyecto de la UNLaM. Si bien las tareas estaban divididas, nos dábamos una mano entre todos”, recuerda. Y enseguida echa mano a cómo se cocinó el proyecto.

En ese sentido, Deuteris, de Villa Luzuriaga, que trabaja en base de datos, desarrollo de páginas web, y la parte académica de la UNLaM, señala: “El proyecto no sólo lleva un desarrollo del producto, sino también todo lo que tiene que ver con documentación, comercialización. Era un enfoque empresarial, es decir una empresa que sacaba un producto al mercado y por supuesto con costos, porque hay que colocarlo y venderlo”.

Así la organización tomó forma. “Tuve que investigar sobre documentación, gestiones y marketing para llevar a cabo mi rol en el grupo. De hecho debía definir qué sería más atractivo para vender el producto. Además, en la Expo Proyecto debía ser visible y llamar la atención. De ese modo, elegimos vestimenta, los colores, confeccionamos folletos y merchandising, hicimos un bunner para que la gente se sacara fotos, me encargué de las redes sociales”, explica Medina, quien vivía en Casanova y se fue a Moreno y trabaja en base de datos, en una consultora de Padua.

En tanto, Lera, de Rafael Castillo, docente en informática en escuela secundaria de La Matanza, expresa lo suyo. “Hubo que comprar un celular determinado para ponérselo a unas gafa, que es la que te dibuja la situación de estar en el aire y en el helicóptero de donde te irás virtualmente. Es la que te miente los ojos. Debí hacer la aplicación para generar ese escenario”, aclaró.

Y Deuteris subraya: “Lo mío fue el servidor, que es la conexión virtual y el escenario físico. Cuando la persona se está por tirar, debe aparecer la imagen en la pantalla de ir cayendo. Se trata de una sincronización que hay que lograr a través del servidor, al que yo iba controlando. Sería como darle movimiento a la situación".

Discusión

No estaba en los planes hacer el simulador de vuelo y paracaidismo, ya que no creían en que los docentes elegirían esa variante. “Discutíamos entre nosotros entre las otras dos chances cuál iban a elegir los profes. Y nada que ver, eligieron la otra”, afirma Ezequiel, quien recuerda que también habían sugerido “un traductor de inglés, un graficador para utilizar en geometría, la bicicleta eléctrica, que existe, pero lo nuestro apuntaba a crear una aplicación para conectarla al celular, que te organice el viaje, te controle el ritmo cardíaco”.

Lo cierto es que una vez enrolados en el proyecto, los cuatro chicos matanceros abrieron las aristas de trabajo. Así, hasta realizaron un sketch. “El actor fue un amigo de Ezequiel, Facundo Román, y filmó mi hermano, Sergio Medina, que se dedica a eso. Se trató de una presentación comercial, en la que se mostraron cosas pero no se decía qué estábamos haciendo. Y en la expo se develó esa incógnita”, cuenta Gabriela.

Los chicos, además, se acordaron de mucha gente que les dio una mano. “Angel Lobatto, el papá de Ezequiel; Sergio Medina, mi hermano; Facundo Román, el actor; Mariano Serra, diseñador gráfico; y nuestros tutores, que son los profes de la carrera: Darío Kirycz, Fernando Paker y Mariano Bucher”, resalta la mujer.

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