Analía Alejandra Escamochero tenía 38 años el 5 de marzo de 2005 cuando, en su elegante chalet de Gonnet, fue encontrada asesinada en la pileta de la vivienda. La habían golpeado y ahogado mientras tomaba sol en el parque. Fue su marido, Leonardo Crespo, por entonces de 36 años, quien llegó al anochecer a la vivienda luego de pasar la tarde con sus hijos en un complejo deportivo del Círculo Policial.
Crespo, al arribar, vio la puerta entreabierta y llamó a un vecino, porque dijo que no se animaba a entrar. Cuando finalmente accedieron al lugar, encontraron la casa revuelta y el televisor y una video acomodada como para llevársela, cerca de la puerta. También habían abierto las hornallas de la cocina.
La primera información fue que la habían matado en un intento de robo. Pero había detalles que no cerraban. El entonces jefe de la Policía de La Plata, Juan Carlos Paggi, estuvo en la casona de Gonnet y sospechó. "Qué raro, los ladrones no arrancaron los cables del televisor, los desconectaron con mucho cuidado", le contó el policía, que años después llegaría a ocupar el máximo cargo en la Bonaerense, a este periodista esa cálida noche del verano de 2005. También los supuestos ladrones habían encontrado un poco de plata que, presumiblemente, el matrimonio había guardado en una tapa de luz.
Crespo, que había estado en el complejo deportivo desde las 14, había pasado también por un hipermercado y había guardado los tickets de la compra. Esa misma noche se los entregó a la Policía, por si sospechaban de él.
Si bien en principio se manejaron varias hipótesis, con el correr de los días creció la pista pasional. Y se comenzaron a conocer detalles. El matrimonio estaba desgastado, a tal punto que la mujer habría mantenido otras relaciones paralelas. Dos supuestos amantes, un policía y un empleado de la AFJP en la que ella trabajaba, lo confesaron cuando fueron citados a declarar. También algunos allegados contaron a los investigadores cómo la pareja estaba rota desde hacía bastante tiempo. Mencionaron casos de violencia doméstica.
"Ella nunca estuvo enamorada de él, se casó porque había quedado embarazada. A tal punto fue así que Analía usó un vestido negro en el casamiento que se realizó en un Registro Civil de La Plata", contaba por entonces un familiar.
Pero Crespo, que por aquellos años tenía un cargo importante en uno de los bancos más conocidos, tenía una sólida coartada. Había estado con sus hijos, en la pileta y practicando deportes, en un club donde ni más ni menos estaba lleno de policías, entre ellos varios de los entonces comisarios de La Plata.
Por eso, el fiscal Marcelo Martini tuvo que analizar una y otra vez la escena del crimen, los informes forenses y las declaraciones de los testigos. Primero supo que dos hombres la llamaron por teléfono a Analía hasta las 12.15 y ella no atendió. Después escuchó el relato de dos jardineros, que dijeron que poco después de las 13 tocaron timbre en la casa de Gonnet, que la puerta estaba entreabierta pero que nadie salió a recibirlos, aunque sí escucharon la voz de una mujer. Ellos destacaron que oyeron la frase: "Ya voy". También un vecino declaró haber percibido ruidos a esa hora.
En esa brecha, entre las 12 y las 13.15, pudo haber ocurrido el asesinato. El contador, después se sabría, había estado en la casa de una hermana cortando un ligustro y sorpresivamente se había ido. Por eso, sumados a otros testimonios, el fiscal Martini pidió la detención de Crespo, y el juez Néstor de Aspro ordenó la captura. Él insistía que a la hora en la que mataban a su esposa, estaba en el club con sus hijos. No le creyeron.
También el fiscal recibió, tiempo después, un informe técnico que determinó que a las 13.35, Crespo llamó con su celular a su hermana. Y que esa comunicación fue captada por la antena que correspondía a Gonnet.
El contador Crespo escapó por algún tiempo. Con la ayuda de una mujer alquiló una cabaña en Santa Rosa de Calamuchita, en Córdoba, y allí estuvo hasta que en mayo de ese año fue capturado por una comisión policial que lo siguió hasta ese lugar al interceptar algunas comunicaciones telefónicas. No volvería a la calle.
Meses antes del crimen, según declaró un testigo, había ocurrido algo en la pareja que pudo haber sido el detonante. Analía había recibido un mensaje de texto de un hombre con el que salía y ella, equivocadamente, le había respondido a Crespo. El divorcio no iba a ser el camino elegido por el contador para terminar con la conflictiva relación.
Tres años después, en el juicio, el Tribunal Oral IV determinó que Crespo salió de la casa de su hermana y fue a su vivienda en Gonnet a buscar dinero para llevar a los chicos a la pileta. Algo pasó que mató a Escamochero y después regresó a La Plata, para comenzar a armar la coartada. Cabe aclarar que el contador siempre juró ser inocente.
Los jueces escucharon también a una mujer, confidente de la víctima, que le había dicho a Crespo, al hablar sobre los supuestos amantes, "divorciate por dignidad". Y él le había respondido: "no tengo Plan B, esa casa es para mí, Analía y los chicos o no es para nadie".
El contador Crespo fue finalmente condenado a 22 años de cárcel.
Un día, Analía recibió un mensaje de un hombre, pero por error le contestó a su marido. Ese pudo ser el detonante del crimen.
Una confidente de la víctima le sugirió a Crespo divorciarse "por dignidad". Pero el contador respondió que no tenía Plan B.