Un programa de culto que supo cautivar las medianoches de la Rock and Pop hasta 1993. Un poeta que pasó de oyente a telefonista y empezó a colar su poesía en el éter.

Por el éter viajó la sombra de un pasado que muchas veces pudo ser anhelante. Sus efectos de artística que por lo bajo pulularon en algunos programas revisitaron el carácter trascendental de las influencias. Tal es así que un programa como supo ser Piso 93, emitido en la medianoche de Rock & Pop hasta 1993, dejó huellas relucientes en la radiofonía argentina y en la mente de muchos de sus oyentes. Su carácter irreverente logró que se escuchen partes de Viaje al fin de la noche de Celine, poemas de Gelman o música de Tom Waits.

Se puede buscar algo en YouTube y escuchar, por ejemplo, la primera parte de una entrevista al Indio Solari en el año '88. No sólo hay una charla entre conductor y entrevistado sino que también aparecen preguntas de la gente que en ese momento seguía a Los Redondos. Un notero, fuera del piso, titula esa sección como preguntas a "Kilombo" (un seguidor) y dice: "Kilombo ¿qué le preguntarías al Indio?". Una voz de la bohemia arremetió con: "¿Por qué dejaron de hacer el circo que hacían antes? ¿Por qué ahora ya son como una especie más profesional de la música? Suben, tocan y se van". Los Redondos podían ir y estar ahí como si fuese el living de su casa. Los conductores podían esperar a Charly García una hora para poder entrevistarlo. Todo era posible en Piso 93.

Un mundo incierto con un territorio acompañado de literatura y música.

Este programa radial que empezó a finales de los ochenta y terminó a principios de los noventa y que se convirtió en una huella de culto los tenía a todos. Conducía Rafa Hernández con la compañía de personalidades que hoy se destacan por su labor en lo que se conoce como periodismo de rock (o también cultural). Me refiero a Claudio Kleiman y Martín Pérez. Completaron la selección Sergio Marchi y Alfredo Rosso. Uno de ellos, que no sé si llamarlo El Gavilán Pollero, Pérez o Martín Pérez, acaba de sacar un libro que se titula La vida es otra cosa: los poemas de Piso 93 (El 8vo Loco y Tren en movimiento, 2016). Este trabajo recopila los textos que un joven Pérez (apodado El Gavilán Pollero) escribió para el programa. Estos guiones, que a fuerza de prosa poética hoy se pueden recopilar en un libro de poesías, son parte fundamental de los recuerdos de la programación de Piso.

 Esta vida no es para mí/ decía con tristeza, repetía interminable/ mientras la noche lo contradecía/ regalándole sueños/ e inmensos poemas declamativos y ostentosos/ con horizontes abiertos y sanguches triples de miga/ se negaba a recibirlos/ emperrado enloquecido/ mientras su terquedad lo iba encerrando/ en un cuidadoso capullo de tristeza/ del que después/ de tres días y tres/ noches de pasión angustia olvido/ saldría transformado/ en un maldito oficinista/ con asistencia perfecta.

Son muchas imágenes al servicio de la figuración para un oyente que del otro lado podría estar viajando, acostado o simplemente suspendido en el tiempo escuchando con atención.

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Pérez atendía el teléfono en el programa, pero antes había sido oyente y a fuerza de escritura se fue colando en los intersticios de Piso 93. Como parte de la troupe de este programa, sus textos trasnochados pasaron a estar en una misma línea de importancia que el programa.

Gavilán selló su personaje con poemas que se ubicaron dentro de la línea de la incertidumbre. Cada texto tenía su dotación y seguía sembrando lo que decía la frase de cabecera de Piso: "El camino termina, el viaje comienza". Y sí, comenzaba.

En el texto final que escribe Gavilán para el libro queda a las claras que esos jóvenes iban por más. "Rock era cultura y había que buscarla en sus surcos, descubrirle las pistas escondidas en el arte de tapa de los discos, buscar señales que nos llevasen hacia libros que leer, historietas que perseguir, personajes a los que escuchar, películas para ir a ver", dice un pasaje del texto que se titula Un programa de miércoles.

En ese entretejido se deja ver cómo la brújula seguía en marcha sobre los bordes de la inquietud. Con el ojo atento se le puso altavoz a lo que iba descartando la cultura oficial.

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