Pastas hay muchas. Pero dentro de la gran variedad que existe, los ñoquis ocupan un lugar protagónico. Porque son diferentes y tienen una personalidad propia que hace que sean amados con intensidad por sus adeptos. Pero algunas veces son también víctimas de críticas injustas por parte de quienes han tenido malas experiencias, fruto de alguna elaboración fallida.
“Me caen pesados” o “se me pegan al paladar”, suelen ser los argumentos de sus detractores, quizás sin saber que los ñoquis bien hechos no deben caer pesados y mucho menos pegarse. En esta nota les daremos los secretos necesarios como para que esto no les vuelva a pasar y puedan disfrutar de uno de los grandes manjares de la gastronomía mundial (ver tips). En cuanto a su etimología, cabe decir que gnocchi es el plural de gnocco que en italiano significa “bollo”. Pero hay versiones que indican que en realidad provendría de la palabra “nochio” que hace referencia a los nudos de la madera. El término “gnocco” se usa también para nombrar despectivamente a una “persona tonta”, caso en el cual se suele culpar a estos deliciosos bocados de pasta por dicha asociación. ¡Qué injusto! Si bien hay muchas variedades de gnocchi, los más conocidos son aquellos que se preparan con papa, aunque en sus orígenes la papa no formaba parte de la receta. La papa recién pasaría a integrar el paso a paso de su elaboración mucho más adelante, luego del descubrimiento de América e incluso varios siglos después de que los conquistadores introdujeran dicho tubérculo en el continente europeo. Sus orígenes datan de la Edad Media, época en la cual aparecen los primeros registros de la existencia de bollos de pasta, elaborados con harina y agua, que formaron parte de la dieta de las legiones romanas durante su conquista de Europa. A ellos se los considera los precursores de toda clase de masa hervida en forma de bolas. Existen dos tipos de ñoquis que engloban a las demás variantes que puedan desprenderse de ellos: los ñoquis a la romana, que se hacen con sémola de trigo duro, y los ñoquis piamonteses, que se elaboran con papa y harina y que, si bien parecen muy fáciles de hacer, no es tan así. Lo más complicado es encontrar el punto justo de la masa sin excederse en el agregado de la harina para que resulte tierna pero no pegajosa. Aprender esto requiere de paciencia y mucha práctica. Pero una vez que se encontró el punto justo, la tarea se vuelve más sencilla y sumamente placentera. ¿Pero por qué se comen los 29 de cada mes? La tradición de comerlos ese día tiene varias explicaciones. La más difundida tiene como protagonista a San Pantaleón, un médico nacido en Asia Menor que realizó milagrosas curaciones en Italia luego de convertirse al cristianismo. Cuenta la leyenda que durante uno de sus viajes, Pantaleón les pidió refugio a campesinos vénetos, quienes lo convidaron con ñoquis. En señal de agradecimiento, el visitante les auguró un año fecundo, profecía que se cumplió. Y como aquel suceso habría ocurrido un 29, se lo menciona como la razón de dicha costumbre. Otra versión hace referencia a la condición humilde de los ñoquis que, al elaborarse con ingredientes de bajo costo, se convirtieron en el comodín más sabroso para despuntar a fin de mes cuando los recursos escasean. También se dice que, al menos en nuestro país, dicha tradición tendría su origen en una costumbre de los inmigrantes italianos, que solían reunirse el 29 de junio de cada año para celebrar las fiestas de San Pedro y San Pablo. En esos encuentros solía haber siempre ñoquis, costumbre que luego se habría extendido al 29 de cada mes. A propósito, falta muy poco para el 29. Aquí les ofrecemos una receta y varios secretitos para que usted los pueda amasar con sus propias manos y asegurarse los elogios de toda la familia. Y a no olvidarse de poner algún billete debajo del plato deseando prosperidad y mejor suerte en lo económico, que nunca viene mal.