Es un año difícil para conmemoraciones de cualquier tipo. Todos nos hemos visto obligados a festejar discretamente cumpleaños, aniversarios, días del padre, de la madre, del amigo y demás.
Refugiados en la intimidad esperamos que el 2021-vacuna mediante- nos traiga la oportunidad de una revancha social. En cambio, los duelos por las pérdidas de familiares y amigos quedarán abiertos, sin fecha de vencimiento. El desconcierto y la renuncia a imprescindibles rituales nos marcan de manera indeleble.
¿Con que ánimo y con cual texto podremos abordar balances colectivos en un contexto tan adverso? A 365 días de la victoria del Frente de Todos, aquella jornada suena extraña, lejana, casi con un aire de irrealidad.
Las expectativas que renuevan un cambio de gestión - aun para aquellos que votaron por otras alianzas y frentes - se vieron eclipsadas por la catástrofe pandémica. Pasamos de la esperanza de “encender la economía” poniendo a la Argentina de pie a asistir de rodillas al apagón total.
Aprendimos –con todos los países del mundo- que en el orden global el efecto mariposa puede derribarnos con su aleteo.
Aun así, la mala nueva nos hizo ilusionar con la posibilidad de que la adversidad cambiara hábitos poco saludables de nuestra dirigencia. Coordinación en la gestión de medidas de aislamiento y conferencias de prensa plurales amagaban dejar atrás antagonismos desgastantes.
Las encuestas de opinión pública confirmaban que teníamos ganas de “comernos el amague”, anhelando el legado político positivo del virus negativo. No pudo ser. El paso de las semanas y los meses fue fatigando los acuerdos y a medida que se relajaban los distanciamientos sociales volvían a resurgir los partidarios adelgazando el centro y alimentando los extremos.
El “efecto Vicentín” activó una serie de encendidas marchas opositoras que después fueron valiéndose de otras causas y la exitosa negociación de la deuda fue el único oasis de coincidencia y reconocimiento de un logro más allá de la grieta.
La corrida cambiaria que comenzó en abril del 2018 solo tomo un breve respiro. Con el peso se devaluaron muchas expectativas. Quizás el principal valor a recuperar, previo al de nuestra moneda, sea el de la capacidad para construir consensos mínimos indispensables para enfrentar con éxito una crisis que amenaza con extenderse.
Resulta improbable que la superación de nuestra postración surja de una circular afortunada del BCRA o de algún tiro certero con nuevos bonos de deuda a los hasta ahora indomables Contado con Liqui, Dólar Bolsa y Blue.
La insistencia de gran parte de los referentes de Juntos por el Cambio (con el propio ex presidente a la vanguardia) de archivar cualquier evaluación exhaustiva de su traumática experiencia de gobierno y la renuencia de la coalición oficialista a reveer su resistencia a esbozar un plan consistente y contundente muestran hasta aquí el horizonte estrecho de una dirigencia que se juega mucho más que el resultado de una lejanísima elección intermedia.
Empresarios de todos los sectores y tamaños, comerciantes, cuentapropistas, trabajadores, monotributistas, autónomos y muchos más han aceptado con gran sacrificio muchos cambios para adaptarse a la adversidad. Justo es reconocer que hubo medidas desde el Estado para mitigar en algo sus angustias: IFE, ATP, créditos subsidiados, etc. Pero el tiempo de las acciones compensatorias se agota y exige el paso a respuestas más estructurales. No porque resulten condiciones necesarias para negociar un nuevo programa con el FMI sino porque crecen como una demanda social que merece ser escuchada después de tantos infortunios y sufrimientos.
Octubre pasado fue de esperanza y octubre presente de incertidumbre. Necesitamos la ilusión del próximo octubre de recuperación.