Es imposible detenerse en la valiosa victoria de Argentina sobre Uruguay sin contemplar el contexto y sin reparar en todas las circunstancias que rodearon al partido. En su debut, el Patón Bauza hizo un planteo muy ofensivo para acompañar a Messi. La expulsión de Dybala sobre el cierre del primer tiempo provocó un cambio en el desarrollo.
Si no se observa el contexto se pierde vista la realidad. El contexto es todo lo que rodeó a este partido de la Selección. Es la caída en New Jersey frente a Chile en la definición por penales de la Copa América Centenario. Es la renuncia de Gerardo Martino como entrenador de Argentina. Es la llegada de Edgardo Bauza. Son aquellas palabras de Messi cuando anunció que se despedía de la Selección. Es también su regreso después de charlar mano a mano con Bauza durante dos horas (el único testigo fue Mascherano) hace un par de semanas.
  
El contexto es la película completa. No es el final. No es el 1-0 a Uruguay en Mendoza que le permite a la Selección quedar como único líder de las Eliminatorias. Es el recorrido para concluir en la conquista de los 3 puntos. Que se perfiló como un triunfo muy valioso. Merecido y valioso. Alejado de los brillos, de los estruendos y de lo que cualquier hincha hubiera soñado, atrapando en ese sueño la posibilidad de que Messi descollara.
  
Pero aún sin brillar, no faltó a la cita Argentina. Y no faltó a la cita Messi. La mención a una cita quizás parezca solemne pero pretende reflejar que en el marco de un compromiso importante, el equipo y el jugador en ningún momento se fueron de foco.
  
La participación de Argentina fue sumamente activa. La de Messi también. Activa durante el primer tiempo con los 11 jugadores. Y activa en el complemento cuando por la expulsión del pibe Dybala (fue a destiempo y con la pierna arriba en dos oportunidades, delatando su inexperiencia) el equipo se había quedado con uno menos con 45 minutos por disputarse.
  
Intentar analizar a la Selección en función del arribo del Patón Bauza sería un atentado a la sensatez. Bauza tuvo a disposición el equipo en dos prácticas light. Nadie con cierto conocimiento futbolístico iba a esperar que se expresaran señales concretas del nuevo técnico. Lo que hizo Bauza fue conducir al plantel con naturalidad. Sin forzar nada. Sin ubicarse por delante de los jugadores. Sin sobreactuar.
  
Por supuesto que tomó decisiones. Ante la ausencia del Kun Agüero por lesión (son demasiadas las lesiones musculares que vienen persiguiendo al delantero del Manchester City) le abrió paso a Dybala. Desplazó a Mercado y le devolvió la titularidad a Zabaleta. Sumó a Mas como lateral izquierdo frente a la suspensión de Rojo. Y confió en Pratto como primera punta ante la precaria condición física que denunciaba Higuaín, por ahora suplente en la Juventus.
  
¿Cómo le salió la puesta en escena a Bauza? Bien, con la pelota como la dispuso Argentina en el primer tiempo y bien controlando menos la pelota en la segunda etapa. Bien si además se consideran todas las circunstancias. Porque por otra parte Uruguay no viajó a Mendoza para ser un simple partenaire y para aplaudir a Messi.
  
Uruguay hizo lo que en general frente a Argentina suele hacer: esperar bien agrupado en el fondo y buscar una pelota profunda para que Luis Suárez provoque un desparramo con su potencia y habilidad siempre acompañada por esa capacidad innata o adquirida de simular infracciones y generar tiros libres.
  
¿Por qué ganó la Selección? Llegando poco al arco de Muslera, tuvo lo esencial: salió a imponer condiciones. Quiso asociarse en las  triangulaciones ofensivas (nos referimos a los primeros 45 minutos), quiso tocar y descargar a los espacios, quiso entrar por abajo. Le faltó más precisión y más paciencia.
  
El bombazo de Dybala que se estrelló en el palo izquierdo terminó anticipando lo que sucedió pocos minutos después cuando Messi en uno de sus brillantes arrebatos individuales casi siempre desequilibrantes, sacó un zurdazo que rebotó en Giménez, desconcertó a Muslera y sentenció el partido.
  
No padeció el complemento Argentina a pesar de la tarjeta roja que vio Dybala. Manejó los tiempos del encuentro sin aferrarse a un concepto especulador. Controló algunas embestidas de Uruguay, dio el pase adelante en numerosas oportunidades para dejar en posición adelantada a Suárez y Cavani y bancó el desarrolló sin grandes complejidades.
  
Como siempre, quedaron en primer plano los arranques de Messi, sus búsquedas y esa sensación de que en cualquier instante puede construir lo que no puede construir nadie. Esa sensación nunca está lejana. Porque la participación de Messi en el partido no sufrió alteraciones. Se lo vio siempre con más o menos compañeros a su alrededor.
  
Y es imposible no hacer mención de Mascherano. En el último contragolpe de la Selección que comandó Messi, apareció vacío picando al área rival con una determinación y entrega notable. Quizás esa conmovedora imagen final de Mascherano defendiendo en el área propia y yendo a buscar la yapa en territorio ajeno, pueda resumir la presencia que impuso Argentina en el debut del Patón Bauza.
  
Porque en esa imagen del cierre también se reveló el contexto. Que estuvo a la altura del1-0. El martes la escenografía será en Mérida ante Venezuela. Y la cuenta regresiva ya empezó.
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