El temor fundado a que un desborde del sistema sanitario en el AMBA eche por tierra el esfuerzo de 100 días llevó a imponer una cuarentena reforzada. Antes del anuncio formal, Máximo Kirchner anticipó lo que vendría no solo en esta fase, sino a futuro

Buena parte de la elevada estima que ha logrado cosechar Alberto Fernández en el marco de la pandemia la alcanzó en esas presentaciones que desde el 19 de marzo viene realizando en la residencia presidencial de Olivos, para anunciar cada dos semanas una nueva etapa del aislamiento social obligatorio. No es para menos: desde esa primera vez celebrada un jueves, luego de que durante varios días se fuera preparando el clima para anunciar la cuarentena inédita que iba a implementarse, esos anuncios estuvieron siempre precedidos por una expectativa singular.

Y en ese marco, al Presidente le rindieron mucho esas presentaciones, donde encontró además la veta para exhibir de paso su faceta docente a través de gráficos con los que, en tono pausado, cuenta cómo nos está yendo comparativamente con otros países. Despertando generalmente protestas de las naciones aludidas.

No siempre apareció Alberto Fernández flanqueado por Rodríguez Larreta y Axel Kicillof, ni hubo en todos los casos conferencia de prensa. Para esta última presentación se había roto la regularidad: esta vez pasaron tres semanas desde el último anuncio. Tenía sentido; la prolongación sistemática de la cuarentena cada quince días ya estaba generando un efecto no deseado. Mucha expectativa, para terminar siempre en el mismo lugar que antes.

Siempre se preveían para más temprano, pero inexorablemente las presentaciones caían en horario central. Salvo esta última vez. Consciente de que el retroceso a fases previas generaría fastidio y enojo, alguien sugirió postergar los anuncios originalmente previstos para el jueves por la noche. Ya no tenía sentido usar el prime time y el cambio de estilo fue tal que por primera vez la presentación fue grabada. Estilo Cambiemos.

La pregunta del millón al anunciarse una cuarentena estricta en marzo, cuando ni siquiera había llegado el otoño, era cómo podríamos salir de la cuarentena justo cuando aquí empezara a apretar el frío. Y tal cual las peores presunciones, con la llegada del invierno la curva claramente está en ascenso y las perspectivas de que el sistema colapse son reales y concretas, por más que durante todo este tiempo el esquema sanitario haya sido reforzado.

Las prevenciones en la Provincia son atemorizantes y el propio gobernador se las explicitó a los intendentes durante una videoconferencia en la que anticipó que, al paso que vamos, en cuatro semanas sucedería la catástrofe tan temida. Lo dijo sin vueltas, al estilo Kicillof.

Es una cuestión simple en la que se combinan la cantidad de camas de terapia intensiva ocupadas, el incremento sostenidamente en ascenso de contagios y el tiempo de convalecencia que demanda cada paciente de Covid-19. Habrá que creerle y así es que el propio Horacio Rodríguez Larreta debió resignarse a retrotraer flexibilizaciones, si bien no considera alarmantes los datos en su distrito. No lo preocupó tanto volver a encerrar a los runners -aunque fuera una bandera que lamentó mucho tener que ceder-, como sí lo hizo disponer el cierre de decenas de miles de comercios que habían vuelto a abrir.

En todo el AMBA serán cien mil los negocios que volverán a estar cerrados como al principio de la pandemia y ahora sí muchos no podrán volver a abrir, si dentro de dos semanas así se dispone. Sobre todo porque no saben si eso sucederá para el 17 de julio… pleno invierno. Para las finanzas de la Ciudad los comercios son fundamentales, así como para la Provincia sucede con las industrias y el campo, donde no se para la actividad -aunque no está claro si las fábricas que habían vuelto a abrir serán consideradas esenciales-. Pero a Rodríguez Larreta no le quedó alternativa: un desborde de la enfermedad en el Conurbano inexorablemente derramará en la Ciudad y ambos sistemas de salud podrían colapsar. Es lo que sucedió en Europa. El colmo sería que, después de cien días de encierro -cumplidos al día siguiente de anunciarse la vuelta a Fase 1- tengamos que soportar igual el infierno tan temido.

Sobre el tema habló Máximo Kirchner en el recinto al final de la sesión del jueves, cuando estaban por aprobar un proyecto suyo para crear una campaña nacional de donación de plasma de pacientes recuperados de Covid-19, que contó con el acompañamiento del PRO. Un ejemplo que no abunda en tiempos de grieta. En rigor, el jefe del bloque oficialista llamó a "trabajar en conjunto, incluso en la diferencia", advirtiendo que "lo que viene es muy difícil para la Argentina y el mundo". Y en ese marco deslizó algo que hay que tomar muy en serio, como cada vez que en el oficialismo habla un kirchnerista. Sobre todo si lleva el apellido Kirchner: "Al fin y al cabo tenemos que comprender que estamos en una situación donde vamos a entrar y salir, donde vamos a entrar y tratar, cuando entremos en fases más restrictivas, de cumplir de la mejor manera posible".

"Entrar y salir", eso es lo que viene. No habrá una salida de la cuarentena el 17 de julio, ni posiblemente en agosto. Habrá que esperar en cambio lo que ya muchos denominan "cuarentena pendular". Hombre de La Cámpora, cuando el viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, dijo que "compraba" la idea de una salida de la cuarentena el 15 de septiembre, estaba transparentando lo que los funcionarios piensan y no quieren confesar, pues es un tiempo demasiado extenso. Y hasta entonces habrá sucesivos cambios de fases en función de la manera como vayan evolucionando los contagios.

No fue la primera vez que Máximo Kirchner se refirió al coronavirus en el recinto. En cambio su madre no habla del tema. Está en su manual de estilo, bien conocido de los 12 años de gestión K. Ella está en otras cuestiones que avanzan como ningún otro en una administración estragada por la pandemia. La cuestión Vicentin, por ejemplo, cuyo proyecto de expropiación se paralizó cuando el juez del concurso frenó la intervención.

Pero mientras ese proyecto entró en stand by, en el recinto del Senado avanzó la creación de una comisión investigadora de los créditos oficiales concedidos a la agroexportadora. Fiel al desvelo de Cristina Kirchner, el proyecto cumple con el precepto de apuntarle a la gestión de Mauricio Macri -cada vez más salpicado por la investigación del presunto espionaje-, y el miércoles pasado recibió una media sanción que quedó envuelta en la polémica. Sucede que el oficialismo considera que al tratarse de un proyecto de ley, su sanción alcanzaba con simple mayoría. Para la oposición en cambio -y lo dijo su jefe de bloque al principio del debate-, existe una "autolimitación impuesta por el propio reglamento del Senado" para la constitución de comisiones investigadoras.

En efecto, el artículo 88 del reglamento de esa Cámara está referido a las "mayorías requeridas" y establece que "para la creación de comisiones especiales, especiales mixtas, bicamerales, bicamerales mixtas e investigadoras, se requiere el voto de las dos terceras partes de los miembros integrantes de la Cámara". Y eso es lo único que no tiene el oficialismo en el Senado.

Protestó la oposición argumentando que les habían apagado los micrófonos al final, cuando quisieron negarle validez a la media sanción por no haberse alcanzado los dos tercios; desde el Frente de Todos retrucaron señalando que habían podido hablar ampliamente en el recinto durante una sesión que se extendió por más de seis horas. El senador Mariano Recalde armó un irónico video alusivo que la expresidenta se encargó de retuitear.

Un diálogo de sordos que podría llegar a judicializarse. Constitucionalistas como Andrés Gil Domínguez estiman que "quedaría nulificado el caso porque no se han alcanzado las mayorías determinadas". De cualquier manera, al tratarse de una comisión bicameral, su creación deberá ser avalada en la otra cámara. Allí, una calificada fuente de Juntos por el Cambio señaló a este medio que le parece que "será difícil que esa comisión prospere, aunque con el kirchnerismo nunca se sabe". Empero, admitió que en Diputados "solo se requiere la mayoría absoluta, igual que con cualquier ley o resolución".

Por lo pronto, deberán ponerse de acuerdo allí antes oficialismo y oposición respecto de la continuidad de las sesiones virtuales, pues el protocolo suscripto oportunamente ya perdió validez. En la Cámara alta el protocolo también venció, pero el senador José Mayans ya anticipó que el próximo que implementen ya no contemplará limitar el tratamiento de proyectos a temas relacionados con la pandemia. Como era el anterior, al que de todas formas pasaron por alto cuando se lo propusieron.

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