Luis Zorz es uno de los máximos referentes del fileteado porteño, creó un estilo dentro de esa disciplina y su hijo Sergio, quien se ocupa del archivo de la familia. “No pinto porque era mucho el peso ya, jaja”, aseguró. El archivo consta de obras su mi padre y de otros artistas. Hay pinturas, catálogos, fotos de exposiciones... Es todo un acervo cultural muy rico el que vive en la casa de los Zorz.
El arte del fileteado porteño surgió a principios del siglo XX. En 1932 nació Luis Zorz, quien pocos años después empezó con el oficio de pintar letras. “El arrancó desde muy chico como letrista. Aproximadamente a los 12 años como pintor de letras en el taller de Astro en Villa Lugano”, comentó su hijo Sergio, quien en dialogó con PORTEÑO DEL SUR agregó: “La mano era pintar las letras y tirarle una liñita a algún que otro carro. Los comienzos fueron así. El conoció a esa edad al maestro polaco de fileteado, León Untroib, en un taller de carros en la Avenida La Plata y Directorio. Y allí nació realmente la pasión que tenía y tiene por el fileteado. Lo que sucede es que se aplicaba a otras cosas respecto a lo que sucede hoy. En los años 70 deja un poco el carro y el colectivo, y lo empieza a aplicar a muebles y carteles, tablas para decorar las casas, con otro formato”.
“Para hacer un resumen de la vida de mi viejo relató Sergio Zorz- puedo contar que él aprendió con León Untroib y con Carlos Carboni el arte del filete. Después recorrió varias disciplinas. Lo que más le gusta es cuando la obra está en la calle. Por eso hizo algo así como 300 placas que están colocadas en todo Buenos Aires. Solamente en el barrio de Boedo hay como 60 placas recordatorias hechas por mi papá. Por ejemplo: ‘Acá vivió tal tanguero...’, ‘Acá vivió tal personalidad de la cultura’, ‘Acá vivió un poeta...’. Siempre recordando hechos históricos”, indicó.
Y agregó: “Así, siempre fue y es un tipo muy activo con todas las instituciones culturales. Por ejemplo, la Academia Porteña del Lunfardo, la Junta de Estudios Históricos, La Boca, la Agrupación Impulso... a él siempre le gustó mucho el tango y fue muy amigo de Quinquela. Siempre estuvo en el movimiento cultural rodeado por poetas, pintores, escritores, músicos. También fileteó al Café Homero Manzi, el restaurante Plaza Mayor, al Café Tortoni. Allí en el Tortoni se juntaba con Quinquela cuando ya no funcionaba la peña, pero ese instinto de artistas, mi viejo lo vivió y estuvo como uno de los precursores. Siempre intentó acercar a pintores al café para que donen obras. Pero su pasión son las placas, estar en la calle, que el arte se difunda y llegue a ser popular. No que sea cerrado y que la gente deba pagar para verlo. Haber pintado el piano de Señor Tango y la guitarra de León Gieco son otras dos obras que siempre resalta”.
Con 85 años cumplidos el 17 de julio pasado, Luis Zorz sigue pintando. “Sigue laburando al pie del cañón. Es algo impresionante de ver porque tiene la calidad y el pulso impecables, con 85 pirulos. Pinta en casa o en el atelier de un discípulo suyo”, contó su hijo.