Esta no fue una salida de pesca para hacer una nota periodística, simplemente, fue una salida con amigos. Llevé la cámara, sí, porque la siento como parte del equipo de pesca. Pero en rigor de verdad, salí a divertirme, a hacer una pesca relajada. Y terminé volviendo con un relato digno de ser contado.
Como dije, acudí a la invitación de mis amigos Juan Manuel Zabala y Roberto Gil, para despejar la mente, uno de los grandes beneficios que nos da la pesca. Pero el día resultó inmejorable, desde las condiciones climáticas, desde la grata compañía y desde la pesca también.
Así que esas fotos que iban a testimoniar solamente un lindo encuentro, ahora me terminan sirviendo para decir que en zona Norte ya se están pescando pejes de los buenos.
Partimos en la Socol, lancha que nuestro amigo Zabala guarda en una coqueta guardería de San Fernando, disfrutando del encuentro desde el comienzo, compartiendo bromas y recuerdos mientras navegábamos internamente rumbo a la salida del falso Sueco.
Nos empapamos de isla, de amaneceres y garzas en vuelo, hasta salir al gran Río de la Plata. Pasamos con 50 cm de agua por encima de un gran banco gracias a los buenos oficios del timonel Juan Manuel, y terminamos gareteando en una zona del Riopla comprendida entre el falso Sueco y el Diablo, otro río que vuelca aguas del delta al gran río color de león.
Armé mi caña Shimano Sojurn, mi amigo Roberto la Surfish Cronus de 4.3. La pesca, fue de menor a mayor, arrancando con pejes de medida a 35 cm, pero terminando con hermosos matungos de 45 cm, bien robustos y peleadores.
Entre mates, corridas de pejerreyes y bromas, la mañana nos fue entregando pejes de buen porte, especialmente en aguas que estaban entre 1,50 y los 90 cm, debiendo remontar ante aguas mas bajas donde se cortaba el pique.
Muchas lanchas que habían ido a Playa Honda empezaron a hacer trinar la radio diciendo que no habían pescado bien, por lo que nos sentimos muy reconfortados de ir izando estos pejes de hermoso tamaño en una zona a la que arribamos navegando por aguas interiores y sin internarnos tanto en el Riopla.
Y como quien deja caer un pensamiento en voz alta, entre pique, mate y sonrisas, en la lancha se escuchó decir la frase más acertada que haya escuchado en mucho tiempo: 'Dios puso el dedo en esta lancha'.