En la avenida Crovara, en su cruce con la vías del ferrocarril Belgrano Sur, tres chicos de entre 10 y 12 años caminan a lo largo de un paredón blanco que marca el comienzo de la villa Puerta de Hierro, en La Matanza. Allí, muchas veces se observan patrulleros policiales o de fuerzas nacionales como Gendarmería con el objetivo presunto de prevenir hechos delictivos. Lo cierto es que los pibes siempre están ahí. Su tarea es mirar todos los movimientos del ingreso, actúan como primer filtro para los compradores de droga que se internan en los pasillos en búsqueda de paco, marihuana o cocaína y avisan por celular cuando hay situaciones “extrañas”, como allanamientos sorpresivos. Los narcos usan a niños a lo largo y ancho de todo el país, mientras desde el Estado no surgen respuestas para protegerlos. Se calcula que hay unos 250.000 chicos que trafican estupefacientes, los venden o son “soldaditos” de las organizaciones de narcos.
“El trabajo de campo que venimos realizando en las ciudades de todo el país nos alerta de un dato más que preocupante y que las autoridades gubernamentales deben saber, ya que los grupos de narcotraficantes mantienen en sus filas a más de 250.000 niños, menores de 16 años, que son utilizados de diversas maneras para cumplir con los oscuros parámetros de las organizaciones. Esta situación está absolutamente invisibilizada”, señaló Claudio Izaguirre, de la Asociación Antidrogas Argentina.
La situación con niños captados por bandas de narcotraficantes se visualiza, sobre todo, en los espacios donde las drogas se producen o se fraccionan para la venta minorista. Es decir, las villas. “Estos barrios son el territorio donde el Estado y sus organismos abandonan a los niños. Los pibes son víctimas de estos grupos casi sin ningún tipo de límite. Ni siquiera las propias familias pueden impedir que los narcos se apropien literalmente de los chicos. Les pagan buen dinero, unos 2.000 pesos diarios para realizar diversas tareas, a chicos de 10 años. ¿Cómo hace la familia, sin el Estado, para que esos nenes vuelvan al colegio, luchen por ser buenos ciudadanos y su objetivo sea una adultez con trabajo digno? Los arruinan, mientras se mira para otro lado y se quiere discutir si la marihuana es buena o mala”, dijo Izaguirre.
“En el norte del país, por ejemplo, los niños de pueblos originarios son utilizados para pasar drogas de un país a otro. En las barriadas de Rosario son usados para controlar los espacios en medio de una competencia territorial que se resuelve a sangre y fuego. Lo mismo en Ushuaia, Posadas, Córdoba o cualquier lugar del país. En los laboratorios los obligan a empaquetar. O les hacen tragar las bolsitas con cocaína u otras sustancias peligrosas, que muchas veces explotan y los matan. Pero nadie se entera, porque en su inmensa mayoría son niños de sectores vulnerables, los más pobres”, señaló el titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina.
Para el experto, “como sociedad debemos decir basta a este horror cotidiano con nuestros niños, y discutamos de verdad quienes son lo que utilizan niños para muchos aspectos de la estructura narco, incluso como sicarios, enseñándoles a disparar cuando tienen siete u ocho años”. “Estos pibes no aparecen en las estadísticas. Entonces, es la mejor manera que tiene el estado de no controlar este flagelo. Está ausente, invisibilizado. Y los chicos literalmente abandonados, tomados por los narcos para las distintas actividades, que les arruinan sus vidas, los ponen en riesgo permanente y hasta derivan en la muerte de muchos”, señaló Izaguirre.
“Hace muchos años que se analiza el debate en el Congreso de la Nación de un proyecto de ley para condenar a los adultos que utilizan a los niños para el narcotráfico. Creemos que puede ser una sanción independiente del resto de los delitos, con una pena mínima de ocho años de cárcel, similar al piso que tienen los homicidios. En términos simbólicos, pero también reales, introducir a un niño al narcotráfico es como sentenciarlo a muerte”, señaló Claudio Izaguirre, titular de la Asociación Antidrogas de Argentina.
Asimismo, dijo que “la ausencia del Estado se visualiza también cuando son detenidos por estar relacionados a causas con drogas, pero a pesar de que son detectados, de que están siendo explotados, tienen que ser entregados a sus grupos familiares, que no los pudieron contener, y no reciben ningún tipo de apoyo por parte de las organizaciones gubernamentales, entonces los chicos retornan el círculo nefasto casi de inmediato”.