Un fiscal de juicio apeló la sentencia que condenó a la pena de 16 años de cárcel al homicida del joven estudiante Eduardo Cicchino, quien fuera asesinado de una puñalada al resultar agredido por una discusión por el resultado de un partido frente a un bar del barrio porteño de San Telmo y solicitó que el imputado Gustavo Olivera sea sentenciado a prisión perpetua, considerándose el agravante de la alevosía en su accionar.
De acuerdo a lo consignado por el sitio Fiscales.gob.ar, ante la Cámara Nacional de Casación, el fiscal Fabián Celiz pidió que se condene al acusado, de 52 años, a prisión perpetua por haber cometido el delito de “homicidio agravado por alevosía”.
En su presentación, cuestionó a dos de los integrantes del Tribunal Oral Criminal Nro. 23 quienes sostuvieron que se trató de un “homicidio simple”.
Es que, según el voto del juez Luis María Rizzi, al que adhirió su colega Javier Anzoátegui, la acción de Olivera pudo tener “la apariencia de alevosía”, pero la consideraron una “torpe bravuconada”.
En su escrito, Celiz citó lo que dicen varios autores sobre el homicidio agravado por alevosía y sobre el caso en particular, afirmó que Eduardo Cicchino “jamás podría haber advertido las intenciones criminales que el encausado traía para consigo, fue por ello que respondió a la humillación que habían recibido”, derivando en un forcejeo mínimo, que consistió en colocarle las manos en el cuerpo y allí Olivera aprovechó para herirlo en el pecho.
Para el fiscal, el actuar desprevenido del joven fue deliberadamente aprovechado por el condenado ya que, al tenerlo cerca, extrajo la navaja táctica y se la clavó “arteramente” sin darle la posibilidad de una reacción efectiva.
También dio cuenta de la postura del juez Alberto Rengel Mirat, quien afirmó que la víctima no pudo resistirse al ataque porque nunca advirtió que Olivera tuviera un arma blanca en la mano, así como también consideró que la reacción del joven hubiera sido otra de haberlo sabido”
En su apelación, cuestionó que los jueces hayan dicho que no eligió a la víctima (“posiblemente guiado por una furia pasional futbolera”) y señaló que no sólo los eligió sino que también aprovechó el momento para clavarle la navaja.
“El imputado actuó de un modo sorpresivo, traicionero, cobarde pues Eduardo Cicchino jamás podría haber siquiera imaginado un ataque de estas características”, reafirmó.
Cabe recordar que el hecho se registró el 19 de mayo de 2016, Eduardo Cicchino fue con un amigo hasta el bar de la calle Chile al 300 de San Telmo, en momentos en que se disputaba el partido por Copa Libertadores entre Boca Juniors y Nacional de Montevideo, que finalizó con una definición por penales y la clasificación del equipo xeneize, del que era hincha. Los amigos festejaron y desde la barra, Gustavo Olivera les gritaba “bosteros putos”, entre otras frases similares, a modo de provocación, que no fueron respondidas).
Al salir a la puerta, el imputado exclamó “estos bosteros putos ganaron otra vez” y el amigo de la víctima le preguntó cuál era su problema, a lo cual el acusado le respondió: “vení para acá, decímelo en la cara”.
Eduardo Cicchino intentó interceder entre ambos, lo que generó que el hombre comenzara a insultarlo a él también.
La discusión derivó en un forcejeo entre ambos, en el cual intervino uno de los mozos del lugar para separarlos, que fue testigo en el juicio. Cuando se acercó, observó que el joven tenía sangre en su remera a la altura del pecho mientras que el imputado sostenía “un cuchillo negro tipo de caza”. Se trataba de una navaja táctica, cuyas características (tiene unos agujeros en el filo) hacen que su poder de daño sea mayor que el de cualquier arma blanca.
Cicchino, de 26 años, murió el 2 de junio en el Hospital Argerich, tras 13 días de agonía y superar varias intervenciones quirúrgicas.