Generará polémica la decisión de la oposición de no prestarse al debate de la ley de Inteligencia, pero es el modo elegido para enfrentar lo inevitable. En cambio, resistirán a pie firme nombramientos para la Corte.
Al cerrar su exposición y con ella la de los tres funcionarios que se presentaron ayer en el Senado para defender la nueva ley de Inteligencia, el secretario Carlos Zannini cuestionó la ausencia de la oposición en el plenario de comisiones, hizo votos porque sí se presenten en el recinto y agradeció que, de todas maneras, “por suerte existe una mayoría que podrá permitir la aprobación de la norma”. Y remató: “Dios salve a una Patria que tenga paralizado a un recinto”.

Fuera del Salón Azul del Senado, la oposición brindaba una conferencia de prensa en la que justificaba su actitud y detallaba los pasos a seguir, luego de haber resuelto que la mejor manera de hacerse notar frente a lo que será una nueva demostración de fuerza del oficialismo, es la ausencia.

Llegaron a la conclusión de que no les queda una mejor alternativa. Zannini graficó lo que fue una constante a lo largo de todo 2014 y aun antes: el kirchnerismo tiene los votos para aprobar por sí mismo todo lo que se propone. Quedándose no habría podido más que introducir algunos cambios cosméticos, pero en modo alguno podría haber modificado lo que considera el corazón del proyecto: el traspaso de las escuchas telefónicas a la órbita del Ministerio Público (léase Gils Carbó).

Asimismo llegaron a la conclusión de que el proyecto no hará más que cambiar la denominación de la ex SIDE, pues mantendrá a sus agentes, aunque también tienen reparos respecto del ingreso de personal que vaya a registrarse en lo que resta del año.

Buscaron también no prestar un marco a lo que consideran será una “puesta en escena” tendiente a tratar de sacar de foco el hecho que desencadenó estos cambios: la muerte del fiscal Alberto Nisman.

La actitud de la oposición será comparada con la retirada de diputados en el debate final del Código Civil y Comercial, pero más se emparenta con la conferencia de prensa brindada en el Senado el 19 de noviembre pasado, cuando presentaron un compromiso plasmado entre los senadores opositores para rechazar anticipadamente cualquier nombre que vaya a proponer el Poder Ejecutivo para la Corte Suprema de Justicia.

La medida, que generó obvias críticas del oficialismo y hasta una denuncia por “sedición” de parte del abogado cercano al gobierno Eduardo Bacesat, fue ratificada la semana pasada luego de que se anunciara el nombre de Roberto Carlés para reemplazar a Raúl Zaffaroni.

Si bien los senadores opositores habían dejado rubricada su postura a través de un documento, quedaba la expectativa de que ante un nombre “muy potable” pudieran surgir grietas en el seno de la oposición. Pero la elección del gobierno terminó por garantizar que la oposición le cierre las puertas a la Corte Suprema.

Pasa que si bien la oposición no tiene el número en ninguna de las dos cámaras para frenar proyecto alguno, el kirchnerismo no cuenta en el Senado con los dos tercios que necesita por ejemplo para designar miembros para la Corte.

Veamos porqué: siendo 72 los miembros del Senado, los dos tercios se logran con 48 almas sentadas en sus bancas. El bloque kirchnerista tiene 32 miembros, y cuenta como “aliados tradicionales” a los santiagueños Gerardo Zamora y Ada Itúrrez de Cappellini; la peronista pampeana María de los Angeles Higonet; la liberal correntina Josefina Meabe; el correntino José María Roldán (radical disidente), la santafesina Roxana Latorre, el santiagueño Gerardo Montenegro y la neuquina Lucila Crexell. Con todos ellos suma 40, faltándole ocho para llegar a los dos tercios.

La oposición se distribuye hoy en el Senado con 13 radicales, 6 del interbloque FAP-UNEN-CCARI; 7 peronistas disidentes, 3 de Unión PRO, y Guillermo Pereyra, del MPN, que acaba de acordar con Sergio Massa.

Eventualmente el oficialismo podría contar con Carlos Menem y el fueguino Jorge Garramuño. En ocasiones suma al pampeano Carlos Verna, que contamos entre los disidentes del PJ. En ese caso, aún le faltarían cinco.

Hipotéticamente podrían sumar a los puntanos Adolfo Rodríguez Saá y Liliana Negre, si mediara un guiño desde el Vaticano, donde Roberto Carlés dice tener banca. Pero así y todo seguirían faltándole tres votos. Y habría que considerar que el bloque oficialista tiene dos bajas habituales por razones de salud (Guinle y Meabe).

De tal manera, como dijimos el día que se anunció su nombramiento, Carlés no tiene chances de pasar el filtro del Senado, y el oficialismo lo sabía al elegirlo. Una pequeña victoria para la oposición; lo máximo que puede lograr en el Congreso.


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