El eje de campaña de Cambiemos camino a unas elecciones muy complicadas.

La historia dirá que el gobierno de Mauricio Macri llegó a su primer examen electoral sin una economía pujante que lo ayudara a ganar. Tuvo entonces que ser imaginativo y además de “polarizar con el pasado” hacer hincapié en lo que sí puede mostrar.

No es lo que esperaba el gobierno para esta altura del año. Prácticamente ningún indicador está dando hacia arriba, salvo el precio del dólar, que si bien tranquiliza a ciertos sectores que venían alertando sobre el atraso cambiario, pone los pelos de punta a los que temen el traslado de ese incremento a los precios. A propósito, desde el INDEC ya advirtieron al gobierno que los datos relevados en las dos primeras semanas de julio elevan el índice de inflación a un 2%. El doble de lo que habían augurado desde el Banco Central para esta época del año. No es un dato menor, pues será el último índice de inflación previo a las PASO.

En Hacienda hacen malabares para tratar de explicar que la lucha contra la inflación no es tarea sencilla, pero que en efecto está siendo controlada y cuando reiteran el indicador del 17% previsto para el presente año que Federico Sturzenegger insiste en sostener, señalan que anualizado, de abril a abril del próximo año se verificará ese porcentaje. También es un supuesto de quienes no se vienen caracterizando por sus aciertos.

No pocos se preguntan en el oficialismo si no debió haberse postergado el aumento en los combustibles que tanto tiene que ver en la inflación que se conocerá justo en vísperas de los comicios del 13 de agosto. O el aumento de las prepagas, que disparó amparos electorales desde Unidad Ciudadana. “No queremos hacer kirchnerismo”, aclaran desde la Casa Rosada, con un dejo de resignación. Suena a “hacer lo que hay que hacer”, como dice el slogan oficial.

Un gobierno de empresarios, como peyorativamente le endilga la oposición, al que los empresarios -que comulgan con esta administración, se supone- lejos están de ayudar. Como botón de muestra alcanza el cierre de una planta de Pepsico a pocas semanas de una elección en la que este gobierno se juega buena parte de su destino. ¿Qué necesidad imperiosa tenía tamaña multinacional para no demorar tal decisión hasta pasado el turno electoral? Más grave aún, ninguno de sus ejecutivos dio la cara ante los medios para argumentar de manera convincente tal decisión, y el colmo fue que el propio Presidente de la Nación terminara siendo una voz solitaria defendiendo lo actuado, argumentando la ilegalidad de tomar una fábrica. Tantos esfuerzos merecerían mejor respuesta de parte del sector empresario.

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Por eso alzó la voz Elisa Carrió cargando contra los supermercados. Candidata “todoterreno”, Lilita asume el rol con renovados bríos y salió esta última semana a convocar a un boicot contra las grandes cadenas que aumentan los precios. Mejor le iría al gobierno si Miguel Braun, el secretario de Comercio, tuviera un rol más activo en la contención de los precios. El único momento de protagonismo lo tuvo este funcionario al impulsar el programa Precios Transparentes, que meses atrás generó efectos devastadores en el consumo. Habrá que ver si se mantiene en el cargo cuando se disponga la recomposición ministerial que se anticipa para después de las elecciones; debería haber algún castigo para quien logró el extremo de que algunos extrañaran a Guillermo Moreno.

Esta última semana el INDEC reveló una caída del 2,5% en las ventas de supermercados y del 4,3% en los shoppings. Los datos corresponden al mes de mayo y se esperaba lo contrario para esta época del año. Acertadamente hay quienes lo atribuyen a cambios en los hábitos de consumo, con compras en centros mayoristas, como así también en tiendas de proximidad -como recomienda Carrió- y ferias barriales, pero claramente son acciones forzadas por un menor poder adquisitivo.

Conscientes de que la economía no deparará buenas noticias para antes de las elecciones -algunos sostienen que las cosas mejorarán para las generales de octubre, pero prefieren ya no hacer referencias de ese tipo por miedo al ridículo-, en Cambiemos decidieron hacer campaña con temas en los que considera que sí les va bien. El narcotráfico, por ejemplo, que es un área donde sí puede mostrar resultados y que ha recibido elogios -medidos- hasta desde el massismo. Por eso se lo vio al Presidente participando el miércoles de un acto de quema de droga, y terminó la semana en Mendoza prometiendo que “vamos a echar a patadas a los narcotraficantes porque hacen mierda a nuestros jóvenes”. Es Macri en “modo electoral”.

La otra pata en la que se asienta el oficialismo para hacer campaña son las obras, con anuncios e inauguraciones diarias, aunque esa instancia llegó a su fin, pues por la Ley Electoral comenzó la veda para “‘actos inaugurales de obras públicas”. Retomarán el 14 de agosto, cuando se inicie el camino hacia las elecciones que valen.

Por lo pronto, las encuestas que se conocen abren grandes interrogantes. El entusiasmo de hace algunas semanas ha ido trocando en el gobierno por señales de inquietud. Valoran la polarización que en principio aparece entre los candidatos de Cambiemos y Cristina Kirchner, pues para eso trabajaron, pero preocupa que ninguna encuesta muestre aún primero al oficialismo. Por eso comenzaron a trabajar hace unas dos semanas en horadar al tercero en discordia, Sergio Massa, con el que ya hemos dicho que comparte electorado. La novedad parece estar dándola Florencio Randazzo, quien si bien no muestra una exuberancia porcentual, no estaría sacándole votos solo a la ex presidenta y al tigrense, sino también a Cambiemos. No era lo que esperaba el gobierno cuando se entusiasmó con la candidatura del ex ministro del Interior.

Las encuestas que le acercan al gobierno también detallan una pérdida en la imagen presidencial. Nada que sea grave, ni que no haya sucedido antes y se haya revertido... Lo que inquieta es que suceda tan cerca de las elecciones y no haya tiempo para revertirlo.

Lejos de mostrar contrariedad, en la Rosada aclaran que las encuestas en las que confían no son las que se difunden. Pero si la intención de voto no preocupara no habría volantazos tales como los préstamos a beneficiarios de la AUH y jubilados como los que se anunciaron esta semana; o no aparecería la gobernadora bonaerense advirtiendo que si Cambiemos no gana en la provincia “estará condicionada la pelea contra las mafias”; o la propia Vidal pidiendo “un violento ajuste de la política en cargos y asesores”. O Elisa Carrió haciendo campaña en La Plata y Mar del Plata, en pos de reforzar la cosecha de votos allí donde la popularidad de Lilita puede rendir mejor.

Pero además de las obras y la lucha contra el narcotráfico, hay un tercer factor que siempre fue el que más le rindió al oficialismo: la corrupción. Con la duda perenne de cuánto rinde ese tema en tiempos de vacas flacas, Cambiemos celebró la detención del contador histórico de los Kirchner, aunque en la Rosada ven con preocupación que los argumentos que llevaron a tomar esa medida parezcan direccionados nada menos que a la candidata a senadora de Unidad Ciudadana. ‘Si se acreditara que Cristina dio la orden de obstruir a la Justicia, se tomarán las decisiones que correspondan’, advirtió el juez Bonadio, generando cierta inquietud en quienes prefieren vencerla en las urnas y que recién después la Justicia redoble el asedio, si corresponde.

En ese sentido, el caso De Vido le viene como anillo al dedo a Cambiemos. Que el ex ministro sea exhibido como emblema de la corrupción en vísperas de las elecciones es más de lo que podría haber pedido, de ahí que el oficialismo redoblara esfuerzos para achicar los tiempos, concentrando su eventual expulsión en los días previos a las elecciones.

Que durante semanas el tema ocupe las primeras planas es un efecto deseado y buscado por Cambiemos, más allá del “éxito” que pueda tener la embestida. Pues originalmente lo que se planteó fue exhibir las posturas de cada sector ante este caso, cualquiera fuera el resultado final. Si De Vido es salvado, serviría para demostrar la necesidad de contar el oficialismo con más legisladores, cuestión de crear conciencia en el votante. Pero conforme se precipitaron los hechos, el oficialismo ya no busca un efecto simbólico, sino coronar efectivamente su acción, pues teme que un fracaso pueda mostrarlo débil y retemplar a su vez el espíritu del kirchnerismo duro. Si esto en lo que el oficialismo y parte de la oposición se pusieron de acuerdo no resulta aprobado, ¿qué puede esperarse en el futuro en materia de leyes reformistas? Mala señal para los mercados, mala señal para los jueces, piensa hoy un sector importante del macrismo.

Hacen bien en preocuparse, porque hoy por hoy, los dos tercios necesarios para desplazar a De Vido no están, y este fin de semana el oficialismo no tenía dónde buscar los votos faltantes.

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