Los húmedos trasnochados. Los que esquivaron la lluvia mientras pudieron. Los que viajaron quichicientos kilómetros. Solos. De a dos. En familia. De a miles. Los Unidos. Los Organizados. Todos acompañaron a "La Jefa" en una jornada inédita para la militancia kirchnerista -la de las agrupaciones y la de las voluntades huérfanas-. Para algunos (o muchos), Cristina Fernández de Kirchner es la única jefa que les quedó después de los primeros cuatro meses de gobierno de Mauricio Macri.
Los que siguieron de largo, por acampar en las inmediaciones de los tribunales de Comodoro Py o por marchar desde cualquier punto cardinal, ya hacían intransitable la zona de Retiro desde las 8 de la mañana -dos horas antes de la llegada programada de Cristina-.
Foto: Santiago Viana / Diario PopularEl humo de los choris, patys y bondiolas hacía que el organismo se tentara por un segundo, hasta que el estómago apaleaba a la tentación para reclamar un café calentito a gritos. Apareció el cafetero. También los chipaceros y tortafriteros, que se deslizaban entre la muchedumbre con sus canastas sobre la cabeza.
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"Ohhhh, vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver", era el grito de corazón que unificaba a todos (y a todas) y que ayudaba a canalizar la ansiedad. Las presencias de Axel Kicillof, Mariano Recalde --"Recaldito", como lo bautizó una abuela que le agradeció conocer el país durante su gestión en Aerolíneas Argentinas--, Julián Domínguez y las Abuelas de Plaza de Mayo, entre otros que decidieron no abandonar el barco, eran la distracción para el cholulo.
La avenida Comodoro Py ya no daba a basto y los que caían rezagados se hacían paso a paraguazos o empezaban a colmar la avenida Antártida Argentina y la calle Letonia.
Sí, la lluvia seguía."¡Ya entró!". Unos minutos después de la hora señalada, Cristina llegaba sin contacto con los fieles, pero todos ahí sabían que no terminaría así.
"Viste, te dije, no declaró, le presentó un documento al Gordo (Bonadío). Ella sólo nos habla a nosotros. Que la chupen". Y así fue. Como si Tusam hubiera hecho un ritual masivo, se escuchó la primera sílaba del discurso y la turba no se movió más. Todo se hacía con sigilo. Se callaba al cocacolero, al del bombo y a cualquiera que atinara a romper la armonía.
La coreografía era simple y efectiva: "La Jefa" daba el pie y se aplaudía o se cantaba. Parecía que había sido ayer. La gimnasia del discurso compartido entre ella y "su" pueblo se mantuvo intacta.
Aparecieron las lágrimas. Los "empoderados", los que se sentían huérfanos con Cristina en el ostracismo mediático, no pudieron ocultar la emoción y la nostalgia de lo que ya no es.
Así fue la hora que duró el discurso de la ex Presidenta: no se movían ni las ramas de los árboles, excepto que Ella diera la orden.
Foto: Santiago Pandolfi / Diario Popular
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