Un poco de inflación no nos vendría mal", dijo Raúl Alfonsín en tiempos de Fernando de la Rúa, una década después de que haber tenido que dejar el poder antes de tiempo, jaqueado precisamente por la inflación. Claro que lo suyo fue un caso extremo, con inflación de tres dígitos. Llamémosle hiper.
Cristina Kirchner, que por conveniencia llegó a rendirle homenaje al expresidente radical, y que echó mano a su memoria cada vez que pudo -aunque nunca dejara de recordar la tendencia de los presidentes radicales de no terminar sus mandatos-, le dio una vuelta de tuerca a ese concepto esta última semana. Fue cuando una vez más entrevistada por teléfono por Roberto Navarro consideró "mucho peor el no consumo que la inflación". Un argumento destinado a defender su gestión -en la que nunca admitió la existencia de la inflación-, pero más que nada para criticar al gobierno actual. Justamente en momentos en que esta administración se apresta a celebrar el primer éxito en su lucha contra el que considera el principal problema que enfrenta: la inflación.
En el transcurso de esta semana el INDEC confirmará que el mes de agosto tuvo la inflación más baja en la última década. El dato llevó al ministro Alfonso Prat-Gay a alardear con aquello de que la inflación "ya no es un problema", lo que fue prestamente retrucado por el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, en lo que se tomó como un nuevo cortocircuito entre ambos. Tal vez se exagere la disidencia, pero es un secreto a voces que ambos funcionarios se sacan chispas. En privado, el titular del BCRA recuerda los ocho años que lleva trabajando junto a Mauricio Macri y no son pocos los que afirman que el pensamiento del Presidente está más cercano al de Sturzenegger, quien cuenta en consecuencia con todo el aval del mismo. Pero hoy Macri es presidente de la Nación y como tal debe alterar la rigidez de sus razonamientos; ya ha dado sobradas muestras de ello. Por eso se ha venido imponiendo el gradualismo.
El viaje al exterior para participar de su primera reunión del G20 le ha servido a Macri para estar unos días bien cerca de Prat-Gay, quien aprovechará para transmitirle al mandatario los argumentos de su optimismo. En realidad, confianza tiene el Presidente; pero a esta altura más que esperanza necesita resultados.
Los datos para 2017 -año clave para la administración macrista- ya figuran en el proyecto de Presupuesto que se enviará al Congreso en poco más de diez días. Allí se prevé una inflación del 17% para todo el año, un crecimiento de 3,5 puntos y un déficit de casi el 4%. Suena un poco optimista, aunque economistas privados no difieren tanto: elevan la inflación al 20%, y dudan de que el déficit pueda bajar tanto en un año electoral. En cuanto al crecimiento, Miguel Bein -el principal economista de la campaña presidencial de Daniel Scioli- dice que el crecimiento podría llegar al 5%. Es cuando surgen las contradicciones: si el crecimiento es alto, y 4 puntos lo serían, no podría esperarse una inflación baja. Y reiteramos: 2017 es un año de elecciones. ¿Terminará Mauricio Macri envuelto en la disyuntiva "inflación o consumo" planteada por su antecesora?
Precisamente la semana que pasó pareció haberse adelantado la campaña electoral, cuando Sergio Massa encabezó el congreso nacional de su fuerza en Parque Norte, donde estuvo flanqueado por José Manuel de la Sota y Roberto Lavagna y se mostró especialmente con Margarita Stolbizer, protagonista estelar de la semana política. La líder del GEN vive el momento de mayor repercusión pública de su dilatada carrera política, tras renacer de las cenizas de su 2,51% en las presidenciales de hace menos de un año. Las resonantes denuncias contra Cristina Fernández de Kirchner, que replicó demandándola por calumnias, solidificaron su figura, y la transparencia de la que siempre hizo gala es un activo que cotiza alto en los tiempos que corren.
Arrancó su semana estelar el martes con el Presidente de la Nación en Olivos, y al día siguiente fue ovacionada por el massismo en Parque Norte. El jueves, la presentación de su libro "Yo acuso" se convirtió en un inédito desfile multipartidario. Entre tantos, estuvieron dos de los tres dirigentes con mejor imagen del país: María Eugenia Vidal y Sergio Massa. La primera fue temprano y se retiró antes, cuestión de no posar con el líder del FR, que el miércoles le mojó la oreja a Cambiemos teniendo a Margarita a su lado, en el lugar donde -dijo- "tengo que estar".
El coqueteo de la líder del GEN es algo que incomoda al gobierno nacional, que sintió como un desaire lo sucedido un día después de que Macri la recibiera en la residencia presidencial. No es que piensen que jugará para el oficialismo el año que viene -aunque la excelente sintonía que tiene con la gobernadora bien podría hacer pensar eso-, pero esta semana se mostró decididamente como candidata de Massa. Si así son las cosas, el gobierno prefiere dejar de contribuir en su consolidación pública.
El tigrense, en tanto, apuesta a fortalecer su relación con Stolbizer, aun en detrimento del peronismo que se le pueda acercar. Sabe que la hora de confluir con el PJ no es en 2017, sino en las presidenciales, pues eso espantaría ahora a Margarita y el resto de las fuerzas que la acompañarían. Massa apuesta a que la diputada del GEN le brinde un servicio similar al que en 2015 Elisa Carrió le dio a Macri. Va bien rumbeado.
Mientras tanto, el líder del Frente Renovador también tuvo una semana de alta exposición, que arrancó el lunes con una nueva reunión pública con Miguel Pichetto. La excusa esta vez fue diagramar la agenda legislativa, pero es el capítulo en el que Massa emite señales hacia el interior del peronismo.
Precisamente un sector de este partido, compuesto por los dirigentes que buscan deskirchnerizarse -intendentes del Grupo Esmeralda más un puñado de gobernadores- se reunió el miércoles pasado en la Casa de la provincia del Chaco para ir diagramando su estrategia, y volverá a hacerlo esta semana con la excusa de homenajear a Antonio Cafiero y con él a la renovación del 87, que esperan remedar el año que viene.
Claro que el kirchnerismo es amplio y diverso y volvió a mostrarse el viernes, esta vez nutriendo la Marcha Federal. A excepción de Pablo Micheli y algún otro, allí estuvieron sectores que se reivindican kirchneristas, pero muchos de los cuales consideran que la estrategia futura no incluye a la expresidenta. Aunque no faltaron figuras del elenco estable K, peyorativamente caracterizadas como el "tren fantasma", cuyos rostros fueron copiosamente exhibidos en las transmisiones de la marcha impulsada por las CTA, para regocijo del gobierno. Más allá de eso, la marcha tuvo una dimensión que las autoridades no deberían minimizar, como tampoco han hecho los integrantes de la conducción cegetista.
Es que a su manera, los dirigentes que protestaron el viernes le metieron presión a la nueva CGT, de cara a una protesta que en principio la central obrera de Azopardo 802 quisiera no transformar en un paro general en lo que resta del año.
La marcha sirvió para corroborar la capacidad movilizadora de sus convocantes, donde se destacan las organizaciones sociales. Las mismas estuvieron hace dos semanas en el Senado, convocadas por el Movimiento Evita y que llegaron de la mano de sus dos referentes en la Cámara alta: Juan Manuel Abal Medina y Teresita Luna. Contaron además con la presencia clave de Miguel Pichetto, quien se comprometió a impulsar en el cuerpo la emergencia social. Y ya se sabe que si el jefe del bloque PJ-FpV decide avanzar con un proyecto, el Senado lo aprobará sin problemas. ¿El massismo jugará en contra de un proyecto que cuenta con el empuje de Pichetto? Difícil, conjeturan los movimientos sociales que se ilusionan con infringir así una nueva derrota legislativa al gobierno. "Y si el Presidente piensa vetar la ley, nos instalamos frente al Congreso, a ver qué pasa", confió a este medio un dirigente social entusiasmado con la posibilidad de desafiar al gobierno.
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