Contrariamente a lo que presumía y deseaba el gobierno, la campaña electoral parece haberse desatado antes de tiempo. Contaba con que la tregua durara el resto del año, pero por más que propios y extraños insistan en repetir frases hechas como la de que 'todavía es prematuro hablar de candidaturas', todo el mundo está con la cabeza metida en eso. Lo que le preocupa al gobierno es que sea la oposición más dialoguista la que exhiba públicamente esos aprestos.
Le pasó la semana anterior con Sergio Massa, convocando a un congreso partidario en el que la figura más destacada fue una extrapartidaria, Margarita Stolbizer. Curiosamente el líder del Frente Renovador no sabe realmente si será candidato el año que viene; algunos días se muestra firme en la negativa, otros parece reconsiderarlo. Mantendrá la incógnita hasta el final.
El gobierno lo ve en campaña no solo por ese evento, sino sobre todo por sus actitudes. Le reprocha que recoja cualquier tema coyuntural para sacar rédito, y ponen como ejemplo el tema de las importaciones, que en el Ejecutivo comparan con la cuestión de los despidos, que terminó con una ley que el Presidente tuvo que vetar.
Otra muestra del 'adelantamiento de los tiempos' se dio el martes pasado, con el acto de la autodenominada 'segunda renovación peronista'. Convocados por el Grupo Esmeralda, formado por intendentes que buscan despegarse de la imagen de Cristina y tallar de igual a igual con gobernadores -convencidos de la ventaja comparativa que representa jugar en la provincia de Buenos Aires-, se realizó en el NH City un acto que pretendió marcar un punto de inflexión en el partido. Eso último pudo haberse logrado; no tanto aquello de la renovación, pues las caras que se vieron están lejos de representarlo. Varios de los dirigentes presentes en el convite estuvieron con Carlos Menem, y todos con los Kirchner. Se lo vio a Gildo Insfrán, que gobierna Formosa desde 1995; en su rol de presidente del PJ, subió al escenario José Luis Gioja, que aquilata en su currículum haber sido legislador de Menem, presidente provisional del Senado con Duhalde y gobernador sanjuanino durante toda la era K. A Daniel Scioli no se sabe si no lo dejaron subir, o lo decidió solo, pero dicen que su asistencia molestó e hizo ir a Diego Bossio, funcionario durante toda la gestión K que hubiera sido ministro de Infraestructura de haber ganado el ex gobernador bonaerense cuya presencia tanto lo molestó. En un lugar central estuvo Julio Pereyra, intendente de Florencio Varela desde 1992.
No faltaron representantes del massismo como Felipe Solá, secretario de Agricultura de Carlos Menem, y gobernador bonaerense con Duhalde y Kirchner; y Alberto Fernández, jefe de Gabinete de Néstor y Cristina. Ambos son hoy dos de los que más sueñan con un pronto retorno de Sergio Massa al PJ.
No debería sorprender al gobierno que la oposición busque trazar estrategias para recomponerse; lo que teme es que tanta premura diagrame un horizonte de conflictividad cuando por ejemplo aún le falta aprobar el paquete de leyes que reservó para el segundo semestre. Y tanto peor, que esos acuerdos cruzados que se están dando en la oposición incluyan la aprobación de leyes contra la voluntad del oficialismo. Está la alternativa del veto, pero ello conlleva un costo.
Una muestra de lo que viene se vio claramente en el Senado durante la sesión del miércoles pasado. Allí se esperaba que se convirtieran en ley varios proyectos promovidos por el Poder Ejecutivo. Solo salió el de procedimientos en casos de flagrancia. El proyecto que amplía la figura del arrepentido a casos de corrupción recibió modificaciones que postergaron que se convirtiera en ley, aunque desde el gobierno prefirieron ponderar los cambios sugeridos por la oposición. En cambio en el caso de la ley de Acceso a la Información Pública, el kirchnerismo impuso tres modificaciones y obligó a la norma a volver a Diputados, tan solo para demorar su sanción e infringirle un traspié a Cambiemos; ni siquiera Miguel Pichetto estaba interesado en los cambios promovidos por el kirchnerismo duro, pero se plegó para evitar que se le dividiera el bloque. La tercera muestra fue con la ley que rebaja las comisiones de tarjetas de crédito, que el gobierno no quería que saliera y cuyo tratamiento obligó la oposición; para no irse derrotado, Cambiemos votó a favor.
Esta semana debe ingresar el proyecto de Presupuesto 2017, el primero elaborado por los funcionarios macristas, y el endurecimiento opositor es un mal presagio para su tratamiento, que ya de por sí se anticipaba farragoso, habida cuenta de que los legisladores saben que hoy hay vía libre para introducir modificaciones a todos los proyectos. En buena hora.
Pero el proyecto oficial estará signado por la pauta inflacionaria del 17%, que se contrapone con las demandas que se espera hará la oposición. El Presidente ya adelantó en la semana una premisa: 'Nos tienen todos que ayudar en la discusión del Presupuesto Nacional para que bajemos el gasto y aumentemos la inversión'. No le será fácil. Para evitar sorpresas, el jueves pasado se dio una suerte de cumbre de la que tomaron parte el titular de Diputados, Emilio Monzó, y los presidentes de los interbloques de Cambiemos en ambas cámaras, Angel Rozas y Mario Negri, más el presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, junto a Sergio Massa y Graciela Camaño, por el Frente Renovador, y el senador Pichetto. Fue en el despacho del jefe del bloque PJ-FpV, como para que dejar claro quien tiene la sartén por el mango. Hablaron durante una hora y media sobre la discusión del Presupuesto, claro está. Fue una primera aproximación, con el objeto de lograr un compromiso de Pichetto y Massa para que colaboren en su aprobación. Obviamente ellos tendrán sus demandas, y el oficialismo quedó en que esta semana volverán a reunirse para escucharlas.
Lo cierto es que el gobierno está preocupado por el endurecimiento que nota en una oposición que si la economía anduviera bien no mostraría los dientes. Lo mismo con las centrales sindicales. Ensoberbecidas por el resultado de la Marcha Federal, las CTA fueron este viernes a la reunión con el ministro Jorge Triaca sabiendo el discurso que darían a la salida, a favor de un paro nacional para el que esperan la adhesión cegetista. Pablo Moyano lo dio prácticamente por decidido, al asegurar que el 99,9% de los sindicatos que integran la CGT están de acuerdo con una medida de fuerza para octubre. No es lo que desea la nueva conducción cegetista, cuando hace apenas un mes el gobierno les anunció la devolución de una deuda de más de 30.000 millones de pesos correspondientes al Fondo Solidario de Redistribución.
Sin embargo ya el gremialismo ha sabido desairar a Macri. Según confió a este medio un integrante de la CGT unificada, a pesar de que el macrismo no solo reconociera la deuda a las obras sociales como el kirchnerismo nunca hizo, y encima se comprometiera a pagarla, 'ni siquiera integraron al 'Momo' Venegas a la nueva conducción, que era el mínimo gesto que se le podría haber dado al gobierno'. Y encima, agregó nuestra fuente, 'pusieron a Pablo Moyano como secretario gremial', toda una señal de dureza. El gobierno se ilusiona con 'los brotes verdes' que pueden comenzar a verse antes del eventual paro de octubre, comenzando por la fuerte baja de la inflación. Pero el Confederal de la CGT es el 23 de septiembre y allí pueden ponerle fecha a la medida de fuerza. Podría servirle también al gobierno para victimizarse y cargar contra la oposición peronista. No le saldría gratis a Sergio Massa: dos de los tres secretarios generales de la central obrera son del Frente Renovador. Otra de las razones por las que la conducción cegetista no desee íntimamente ir al paro en los próximos meses. Pero si la presión es intensa.
Mientras tanto el gobierno también ha comenzado a desperezarse con vistas a la puja electoral. Para atender el nerviosismo de sus socios de Cambiemos, el PRO habilitó la creación de la Mesa Bonaerense de Cambiemos, movida que se complementará este martes cuando se constituya la Mesa Nacional de Cambiemos, con Mauricio Macri al frente. Será bueno que el oficialismo no desatienda la cuestión política y sobre todo su frente interno, cuando la oposición se muestra tan activa.
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