En esta era democrática, en la Provincia de Buenos Aires siempre ganaron los favoritos. Menos en 1983. Esta vez también hay uno, pero no se descarta un batacazo. Los que proliferaron fueron los aspirantes a la gobernación.

Hay que reconocer que salvo en la primera elección de este período democrático, no hubo ninguna sorpresa en los comicios bonaerenses para gobernador. Siempre hubo un favorito, incluso en aquella primera elección, que terminó ganando el radical Alejandro Armendáriz, la sorpresa a la que hacíamos referencia. Fue en detrimento de Herminio Iglesias, quien era el favorito para gobernar la Provincia en ese 1983.

Insistimos entonces en que tras Armendáriz, siempre en la provincia de Buenos Aires hubo un candidato favorito que terminó alzándose con el triunfo en el principal distrito del país. Pasó en 1987, cuando el gobierno de Raúl Alfonsín había perdido su estado de gracia y -economía mediante- se desplazaba en la pendiente, por lo que era esperado que Antonio Cafiero, al frente de la renovación peronista, venciera al radical Juan Manuel Casella, cosa que hizo por siete puntos.

Estaba cantado que en 1991 el vicepresidente Eduardo Duhalde venciera al radical Juan Carlos Pugliese, y lo hizo de manera holgada: 46,26% contra 23,53. Como así también que fuera reelecto cuatro años después, también con amplitud: 56,69% a 20,96%.

En 1999 el peronismo repitió la fórmula del 91, desplazando a la provincia de Buenos Aires al vicepresidente de la Nación, Carlos Ruckauf. Pero en este caso se las tuvo que ver con la Alianza UCR-FrePaSo, que candidateó en la provincia a Graciela Fernández Meijide. Si bien la Alianza había vencido al peronismo en las legislativas del 97 en la Provincia, Ruckauf era favorito para vencer a la dirigente frepasista, cosa que hizo, aunque para ello debió contar con los votos del cavallista Acción por la República y la UCeDé, que aportaron casi 11 puntos para el 48,34% final, contra el 41,36% de la fórmula Fernández Meijide-Melchor Posse.

En 2003, era cantado que Felipe Solá sería ratificado en el cargo que ya ocupaba desde 2002, cuando renunció Ruckauf. Tan cantado estaba que ganó por el 43,32% y el segundo fue Luis Patti, con el 12,39%... El radicalismo estuvo representado por Margarita Stolbizer, que apenas sumó un 8,97%.

Y después vinieron las dos elecciones ganadas por Daniel Scioli. Por 48,24% a 16,55 de Stolbizer en 2007; y por 55,07 a 15,86 de Francisco de Narváez en 2011.


Elección abierta

Llegamos a 2015, y por primera vez la provincia de Buenos Aires entraña, según los analistas, dudas respecto al ganador de la gobernación. Pasa que, en principio, el candidato oficialista corre con ventaja, pero las encuestas hoy por hoy mantienen el final abierto, con cierta ventaja para quien fue en las PASO la candidata más votada, María Eugenia Vidal. Aníbal Fernández, a su vez, la aventajaría por nada menos que diez puntos, si sumara los votos obtenidos en la interna del FpV por su rival Julián Domínguez.

Pero el jefe de Gabinete carga con el lastre de una alta imagen negativa, que de todos modos muchos sostienen que no le impediría ganar, pues el corte de boleta no suele ser tan elevado.

Amén de ello, el final hoy por hoy no está para nada definido, y es seguramente ese dato el que hace que tampoco haya un favorito absoluto para las elecciones presidenciales, que así como están las cosas tienen diagnóstico de segunda vuelta.

Tal vez previendo que en esta oportunidad como nunca la provincia de Buenos Aires no tenía favoritos, es que hubo tantos aspirantes. Treinta, nada menos, entre aspirantes, precandidatos y hasta posibles competidores por el premio más apetecible después de la presidencia.

El Frente Renovador fue el que, después del Frente para la Victoria, tuvo más precandidatos: seis. Con Darío Giustozzi, aquel que se consideraba el elegido de Sergio Massa y que terminó yéndose desencantado por no haber contado con el favoritismo que presumía. Jesús Cariglino, el intendente de Malvinas Argentinas, que terminó yéndose y volviendo, pero renunciando a la postre a la precandidatura; Gustavo Posse, que al final se fue con Macri, quien sin embargo no lo dejó competir en una interna con María Eugenia Vidal y volvió a candidatearse a la intendencia de San Isidro; Francisco de Narváez, que por momentos pareció ser el elegido, pero cuando se desató el desbande en el massismo y pareció que el FR se disolvía, terminó yéndose; Mónica López, que cuando todos los precandidatos massistas se bajaron era la única que quedaba, pero fue ignorada por su jefe; y Felipe Solá, el primero en bajarse, y el último en ser tentado y aceptar para volver a competir.

María Eugenia Vidal fue la única candidata de Cambiemos y resultó la más votada en las PASO, pero desde el radicalismo en un principio habían postulado a Miguel Bazze, en tanto que en Progresistas sí hubo interna, entre Jaime Linares y Jorge Ceballos, que ganó el primero.

También hubo dos precandidatos en el Frente de Izquierda de los Trabajadores, con Néstor Pitrola y Christian Castillo, imponiéndose el primero el 9 de agosto.

No pasaron el filtro de las PASO Eduardo D'Onofrio (Compromiso Federal), Vilma Ripoll (MST), Adolfo "Fito" Aguirre (Frente Popular), Héctor Heberling (MAS) y Manuel Bertoldi (Patria Grande).

Y para terminar, tenemos a los precandidatos del Frente para la Victoria, donde se autopostularon algunos que no alcanzaron a mover el amperímetro, como Cristina Alvarez Rodríguez, Santiago Montoya, Fernando "Chino" Navarro y Carlos Castagneto; el titular de la ANSeS, Diego Bossio, que se bajó junto a otros cuando llegó el llamado al "baño de humildad", y el intendente de Berazategui, Patricio Mussi, que terminó buscando su reelección.

De los candidatos kirchneristas no hay que olvidar que Martín Sabbatella también había blanqueado su aspiración de ser candidato, y terminó acompañando a Aníbal Fernández, uno de los dos que habían arrancado como precandidatos presidenciales -el otro era su rival en las PASO, Julián Domínguez-. El compañero de fórmula del presidente de la Cámara de Diputados, el intendente de La Matanza Fernando Espinoza, fue otro de los que resistió hasta el final con su precandidatura, lo mismo que Sergio Berni, que terminó bajándose sin anunciarlo.

Párrafo aparte merece el que llegó a figurar primero en las encuestas, gracias al plus de conocimiento que le daba su relación con Jésica Cirio, Martín Insaurralde. Pero el coqueteo con el massismo le costó caro al intendente de Lomas, que al decidirse por el kirchnerismo ya no era bienvenido y tuvo que conformarse con la reelección en su distrito.

Para el final dejamos al otro precandidato presidencial del Frente para la Victoria, Florencio Randazzo, que cuando la Presidenta le pidió bajar a la Provincia sorprendió decidiendo cumplir su palabra de que sería candidato presidencial o nada. Muy probablemente si no hubiera dicho que no, hoy las cosas serían bien distintas para el oficialismo y la oposición, según admiten de ambos lados. Y la indefinición de la que hablamos, no hubiera sido tal.

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