Sería un interesante ejercicio contrafáctico analizar qué hubiera pasado en la Argentina en el caso de que el país no se hubiese encontrado el 27 de octubre de 2010 con la muerte de Néstor Kirchner. Porque está claro que el santacruceño habría seguido ocupando un rol central en la Argentina actual.
En el último reportaje que concedió Cristina Fernández, antes de que aquel hematoma subdural la sacara de circulación por varios meses, alcanzó a develar un misterio que se mantenía desde que la fatalidad se interpuso en el camino de los Kirchner. En su diálogo con el periodista Jorge Rial, al relatar la última noche de vida de su esposo, contó que estaban los dos juntos haciendo zapping y se detuvieron en un canal de cable donde estaban reporteando a Luis D'Elía, quien insistía que para las presidenciales del próximo año le daba lo mismo entre Néstor o Cristina, hasta que terminó señalando "que Néstor hubiera dicho: 'Yo era un 4 en la facultad, Cristina, un 10'. Entonces Néstor gritó: 'Gordo traidor...'. Me dio tanta ternura cómo lo dijo, que yo salté y le di un beso en la boca". El episodio quedó resumido en esa anécdota, que dejó en un segundo plano lo que la propia Presidenta contó que le dijo su esposo a continuación: "Aunque midas 80 puntos, voy a ser yo".
Final de las dudas con las que bien al estilo K se jugaba esos días de 2010 en torno a cuál de los dos Kirchner sería el candidato en 2011. Néstor ya había probado su vulnerabilidad, cuando en las legislativas del año anterior había encabezado en la Provincia una lista que resultó derrotada. Y puede recordarse que entonces las encuestas mostraban mejor a Cristina que a su marido, lo que daba pie a las grandes dudas sobre quién se presentaría como candidato.
Pero esas dudas eran vanas y no debería haber sido necesario esperar tres años para saber que Néstor hubiera sido el candidato, puesto que la estrategia kirchnerista quedó bien clara ya en 2007, cuando el entonces presidente le dejó el lugar a su esposa senadora. El matrimonio tenía previsto un sistema de alternancia entre ambos que se extendería el tiempo que el favor de las urnas lo permitiese, así prevaleciera uno claramente sobre el otro en las encuestas.
No es seguro, claro está, que Néstor Kirchner hubiese ganado en 2011. Aunque sí es un hecho que el gobierno había logrado una recomposición vertical que se fue dando a partir de la derrota de junio de 2009. Ya para los festejos del Bicentenario había cambiado el clima y la reactivación del consumo hizo su aporte en favor del gobierno kirchnerista. Claro está que la muerte de NK y lo que se dio en llamar entonces el "efecto luto", más el estado de conmoción en el que entró la oposición a partir de semejante hecho inesperado -que llevó a muchos incluso a regresar al Frente para la Victoria-, concluyeron en el combo que generó el 54% de octubre de 2011. Quizá Néstor Kirchner no hubiera alcanzado ese porcentaje, pero difícilmente no se hubiera impuesto.
Y en ese caso, el proyecto no estaría amenazado como aparece hoy en su continuidad. Cristina Kirchner estaría preparándose para volver a ser candidata y probar dentro de un año qué tan fatigado está realmente el modelo.
El ejercicio contrafáctico se hace más azaroso al tratar de establecer lo que hubiera pasado con un segundo mandato de Néstor Kirchner. Por empezar, es improbable que hubiera elegido a Amado Boudou para completar su fórmula. Puede que hubiese continuado al frente del Ministerio de Economía, o tal vez hubiese competido por la Jefatura de Gobierno porteña, pero el hoy vicepresidente no era santo de la devoción del santacruceño, y no hubiese sido entonces su elección. Como tampoco hubiera optado por reeditar la transversalidad que ensayó cuando eligió a Julio Cobos para acompañar a su esposa.
Difícilmente Néstor Kirchner hubiese roto con Hugo Moyano, como a poco de ganar las elecciones hizo Cristina. Esa fue una de las decisiones bien propias de la Presidenta, que difícilmente su esposo hubiese compartido. Tal vez le hizo un favor Cristina al camionero, quien inexorablemente se hubiese visto obligado a distanciarse del gobierno, en principio por el tema Ganancias, luego por el deterioro económico.
Néstor Kirchner fue un motorizador clave de la participación juvenil en el kirchnerismo, al punto tal de haber tenido más influencia que su hijo en la creación de La Cámpora. Pero difícilmente le hubiese dado el espacio que Cristina le brindó a sus miembros, y es seguro en consecuencia que no habría funcionarios de esa agrupación copando las áreas más sensibles del poder. Cuesta imaginar que Axel Kicillof estuviera donde está.
Hoy NK debería estar tratando de desenmarañar un problema que contribuyó a generar, al suscribir la propuesta con los bonistas eligiendo la jurisdicción de Nueva York, y atendiendo un problema del que se había desentendido, el de los holdouts.
Su hijo Máximo no se hubiese sentido obligado a debutar en la arena política como lo hizo hace pocas semanas en Argentinos Juniors; el perfil bajo seguiría siendo lo suyo, atendiendo los negocios familiares y sin mayor influencia política.
Esta serie de preguntas incluye una última, también contrafáctica: qué hubiera pasado con el kirchnerismo si en lugar de fallecer Néstor en el llano, semejante desenlace se hubiese dado con él al frente en la presidencia, quedando el Ejecutivo en manos de su vice. Esa hubiese sido una sorpresa aún mayor para el kirchnerismo en su conjunto.
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