Por Carlos Fara/ La pandemia seguirá durante el 2021, pero con la esperanza de vacunas y la economía mundial se recuperará. Subsistirá el conflicto político.

La pandemia seguirá pero ahora con la esperanza de las vacunas en danza. La gran diferencia es que ahora habrá viento de cola, cosa que no ocurría a finales de 2019. Popularmente se diría "una desgracia con suerte". Lo cierto es que China volverá a ser la gran locomotora, EE.UU. se recupera rápido y mantendrá muy bajas sus tasas hasta que la tormenta se vaya, los fondos especulativos van a buscar mejores ganancias en los emergentes, se disparan los precios de nuestros commodities y, como si esto fuera poco, Brasil crecerá bastante más que de costumbre, lo que siempre es una buena noticia para nuestra alicaída industria nacional.

¿Tendrá Alberto también "la suerte peronista" de contextos económicos internacionales favorables como la tuvieron Menem y los Kirchner? Alguito de eso hay pero -como dice otra frase popular- "a la suerte hay que ayudarla" y ahí empiezan los interrogantes. Porque para colaborar con la diosa fortuna se necesita un clima local apaciguado y suficientemente ordenado para que se desate algún veranito. Esas condiciones hoy no están presentes sino que prima la incertidumbre.

De las crisis no sólo se sale con un programa económico creíble y consistente, sino que es imprescindible que la política esté ordenada, cosa que no sucede. Dado que estamos experimentando con una nueva fórmula en el marco de un híper presidencialismo, nadie sabe cuál será el derrotero: por primera vez desde 1983 la lapicera y el poder no están en la misma mano. No significa que necesariamente era una mala idea, pero con crisis extrema casi seguro que iba a haber más problemas que satisfacciones. El gobierno va a estar en un dilema ya conocido por los argentinos y argentinas: si el gobierno hace un ajuste en año electoral puede generar mal humor y perder en el comicio de medio término, y si no se hace el ajuste (pedido por el FMI) los agentes económicos y financieros descontrolarán la situación dada la incertidumbre reinante. En este segundo caso, como el ajuste es automático y por generación espontánea, puede haber más crisis y seguro se pierde la elección. So what?

En el segundo escenario, la sensación de caos y falta de conducción acelera la crisis, ya que será un ajuste sin plan. La sola incertidumbre castiga al gobierno de turno. En cambio, si el ajuste es fruto de un plan, existen 3 eventuales beneficios: 1) los agentes económicos se calman y no apuestan contra la Argentina; 2) eso no arregla los problemas macroeconómicos, pero sin duda los ordena; y 3) se pueden manejar las expectativas populares si hay conducción política. Este tercer factor estará totalmente ausente en el segundo escenario descripto en el anterior párrafo. Salvo que...

Salvo que el viento de cola sea tan formidable que -pese a todos los líos políticos y sanitarios- la sociedad dispense errores gubernamentales, se sienta dulce para el consumo y mire la situación con otra perspectiva. Ajuste no siempre trae derrota electoral -Menem 95- y crecimiento fabuloso no siempre trae victoria -Menem 97-. Ajuste + falta de conducción política seguro termina en fracaso -De la Rúa 2001-.

Entonces ¿se podrá ordenar la política? Parece un poco difícil. En primer lugar, porque existen diferencias estratégicas, ideológicas y de estilo entre Alberto y Cristina (en 12 meses son evidentes; si no fuera así, Ella estaría satisfecha con el devenir). En segundo lugar, porque el dilema al que hicimos referencia no tiene definición por ahora, lo cual esconde una desavenencia conceptual compleja. En tercer término, porque Cristina tiene unas expectativas sobre Alberto y el manejo de la justicia que no son sencillas ni rápidas. En la medida que Ella se vuelva más ansiosa al respecto, la conflictividad política se mantendría o incrementaría. Y cuarto, más allá de lo ideológico, el funcionamiento de la administración no deja satisfechos ni a propios ni a extraños. Como se puede observar, demasiados factores en juego para ayudar a la suerte.

Nos queda la pregunta: ¿viento de cola mata conflicto político? ¿O conflicto político mata viento de cola? Esa es la pregunta sobre 2021.

Carlos Fara es consultor político

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